lunes, 23 de noviembre de 2009

Mitos y realidades sobre la reforma sanitaria norteamericana (I)

Durante las últimas dos semanas hemos estado muy (quizá demasiado) enfocados en cuestiones procedimentales sobre la reforma sanitaria, y hemos tratado menos sobre el fondo del asunto. Eso va a cambiar ahora.

Hace ya un par de meses un amable lector me envió este artículo de Jorge Soley en Libertad Digital en el que el autor exponía las razones por las cuáles cabía oponerse a la reforma sanitaria propuesta por el Partido Demócrata.

Creo, con sinceridad, que el análisis del Sr. Soley es erróneo, y vamos a dedicar varios posts a refutarlo. El autor rechaza la premisa esencial de la reforma sanitaria demócrata, que es doble: a) una parte sustancial de la población norteamericana carece de seguro médico (o está infrasegurada, que es un aspecto que omite el Sr. Soley en su análisis) y debe ser asegurada a través de la reforma, y b) el sistema sanitario norteamericano camina hacia la bancarrota y debe ser reformado, porque es excesivamente costoso (esto también es omitido por el Sr. Soley en su análisis).

En todo caso, empecemos con el análisis. Discutimos los datos, no las opiniones (aunque el análisis de los primeros obliga a modificar las segundas, en mi opinión), así que saltamos de antemano al tercer párrafo del artículo:

"En primer lugar tenemos la ignorancia acerca de cómo está organizado el sistema sanitario norteamericano. De ser cierto que éste deja en situación de suma precariedad o directamente sin asistencia sanitaria a los más débiles, no se explica cómo las tasas de mortalidad no se han disparado, lo cual sería la consecuencia lógica e inevitable de esa falta de asistencia médica. Y sin embargo, no es así. La mayor parte de los norteamericanos cuenta con cobertura médica, y además de buena calidad, a través de los seguros médicos vinculados a los contratos laborales. Las empresas, que no soportan la carga de la Seguridad Social (por cierto, la propuesta de Joaquín Trigo de mostrar en las hojas de nómina, a efectos informativos, el coste total que para la empresa tiene el trabajador en España se nos antoja muy pedagógica), pueden destinar esos recursos a dar cobertura médica a sus empleados a través del programa que más se adecue a sus necesidades y no a través del café para todos de la Seguridad Social. Con el añadido de que, si uno no está satisfecho, existe una sana competencia entre seguros médicos que facilita el cambio a otro plan."

Subrayo en negrita los puntos con los que me encuentro en contención frente al análisis del Sr. Soley:

1) En cuanto a las tasas de mortalidad: una de las medidas más claras para determinar la eficacia de un sistema sanitario con respecto a los "más débiles" es, por supuesto, el análisis del índice de mortalidad infantil. Pues bien, las cifras norteamericanas son más bien mediocres: con un ratio de 6,3 bebés fallecidos por cada 1.000 partos, Estados Unidos se sitúa en la posición 33ª, según la ONU, y la 46ª, según la CIA, a nivel mundial.

Estados Unidos, básicamente, se sitúa a la cola de Europa Occidental y las potencias asiáticas (detrás de Alemania, Francia, Italia, Reino Unido, España, Japón, Singapur, Hong-Kong, y al nivel de Croacia o Malta). Por supuesto, no nos hallamos ante esa imagen caricaturesca de las "tasas de mortalidad disparadas" a las que hace mención el artículo que criticamos, pero ciertamente nos hallamos ante un problema muy serio: los norteamericanos tienen un sistema sanitario mediocre, en particular para lo caro que lo que están pagando.

A continuación pasamos a observar qué tanto por cierto del PNB norteamericano absorbe el gasto sanitario respecto a otras naciones desarrolladas:


2) Pasemos a otro punto: el Sr. Soley menciona que en Estados Unidos "existe una sana competencia entre seguros médicos que facilita el cambio a otro plan." Lamentablemente, eso no es cierto, y la verdad está más cerca de todo lo contrario. Como se puede comprobar en el mapa que acompaña a este artículo, en al menos 21 de los 50 Estados de la Unión una aseguradora controla más del 50% del mercado de seguros médicos (como ejemplos egregios: Blue Cross Blue Shield controla el 75% del mercado en Montana, el 70% en Wyoming, el 75% en Arkansas, el 83% en Alabama, el 77% en Vermont, y el 79% en Rhode Island. Well Point, por ejemplo, controla el 78% del mercado en Maine y el 68% en Missouri). Esto supone, como imagino que cualquier comentarista de buena fe admitirá, un monopolio de facto, con capacidad para imponer los precios (esto también explica por qué Olympia Snowe, en Maine, y Blanche Lincoln, en Arkansas, están sufriendo tantas presiones durante el debate de la reforma sanitaria para que no reformen nada y mantengan el status quo).

3) Por lo tanto, llegados a este punto, debemos establecer dos premisas: en primer lugar, el sistema sanitario norteamericano, (sin dejar morir a la gente en las calles, por supuesto) es mediocre y, especialmente, muy caro. Gasta mucho más que ningún otro país del mundo y obtiene resultados algo peores  (en términos de mortalidad de sus usuarios) a los obtenidos por entre 25 y 30 países europeos y asiáticos.

En segundo lugar, el sistema de seguro médico norteamericano es poco competitivo, y con tendencias monopolísticas y duopolísticas muy acusadas. Como cualquier persona mínimamente versada en Económicas sabe, los monopolios y los oligopolios siempre producen incrementos de precios por encima del incremento real de los costes y son económicamente ineficientes. Eso es, en síntesis, lo que le ocurre al sistema norteamericano: es ineficiente, por cuanto no cubre al total de la población y es excesivamente costoso para la población a la que sí cubre. Y éstos son los dos ejes que pretende reformar el "Obamacare".

sábado, 21 de noviembre de 2009

La Cámara de Representantes aprueba la reforma sanitaria (versión Nancy Pelosi): un análisis del voto- demócratas "valientes" ¿o suicidas? (y IV)

Acabamos este análisis del voto de los congresistas demócratas mencionando a los demócratas "valientes" (o suicidas); esto es, a aquellos que se han atrevido a votar por el proyecto de reforma del seguro sanitario en el Congreso a pesar de representar a distritos conservadores.

Un buen análisis de los 18 "McCain Democrats" (demócratas en distritos que votaron por McCain el año pasado) se puede hallar aquí. Para quien tenga ganas de leer en castellano, aquí va el análisis del blog:

Como decimos, 18 de los 49 "McCain Democrats" se arriesgaron a votar a favor del proyecto del Congreso:

- Marion Berry y Vic Snyder, del 1º y 2º de Arkansas: Berry y Snyder tienen características comunes: elegidos en 1996 (es decir, que no vivieron el huracán de 1994), ayudados por el excelente resultado de Bill Clinton en Arkansas ese año, probablemente fueron dos de los congresistas más susceptibles a los repetidos llamamientos del expresidente a los miembros de su partido a no fracasar donde él fracasó en 1994.

- Ann Kirkpatrick, Harry Mitchell y Gabriele Giffords, del 1º, 5º y 8º de Arizona: todos estos novatos, elegidos en 2006 y 2008, han arriesgado mucho con su voto. Representan todos a distritos más bien conservadores (McCain obtuvo entre el 52 y el 54% del voto en su distrito). Imagino que su cálculo es el siguiente: en realidad mi distrito no es tan conservador, y sólo votó por McCain porque éste es de Arizona. Es posible que sea cierto, pero como esten equivocados lo van a pasar mal el año que viene.

- John Salazar, del 3º de Colorado: Salazar se ha arriesgado también, pero confía en sí mismo. Elegido en 2004 (un mal año para los demócratas), obtuvo 11 puntos más que Kerry en su distrito, y ganó su última campaña en 2008 con más del 60% de los votos. Salazar, con un distrito pobre, rural y con mucha gente no asegurada, decidió jugársela y confiar en explicárselo a sus votantes.

- Brad Ellsworth y Baron Hill, del 8º y 9º de Indiana: aunque Obama mejoró sustancialmente los resultados de los demócratas en su distrito, éste sigue siendo conservador y Ellsworth arriesgó bastante capital político al votar a favor del proyecto de reforma del seguro sanitario. Pero Ellsworth es profundamente popular en su distrito (es un exsheriff, un demócrata de ley y orden), así que posiblemente está seguro. Algo más de valor le ha echado Baron Hill, porque aunque las circunstancias de su distrito son similares, Hill sabe lo que es la derrota: elegido por primera vez en 1998, fue derrotado en 2004, aunque consiguió la revancha en 2006.

- Earl Pomeroy, del distrito único de Dakota del Norte: otro valiente, Pomeroy representa a un Estado que no vota demócrata en las presidenciales desde 1964. Aunque en los últimos años ha ganado las elecciones con mayorías muy cómodas, Pomeroy no puede confiarse, porque durante su primera década en el Congreso (fue elegido en 1992) solía ganar por poco margen (y es lógico, porque no hay muchos demócratas -o centristas- en Dakota del Norte). De todos modos, imagino que Pomeroy, tras 17 años en el Congreso, cree que tiene cierto margen para este tipo de votaciones difíciles.

- Charlie Wilson y Zack Space, del 6º y 18º de Ohio: el voto de Wilson es comprensible: aunque su distrito es más bien conservador (y de hecho, Obama obtuvo menos votos que Kerry el año pasado), lleva en manos demócratas desde 1996. Wilson, aunque novato, ha ganado con el 62% de los votos en 2006 y 2008, y supongo que piensa que puede arriesgarse un poco. Space, en cambio, está arriesgando más: su distrito rural del interior pasó a los republicanos durante el huracán de 1994, y Space lo recuperó en 2006 gracias a que el congresista republicano, Bob Ney, era un legislador corrupto y manchó a su partido. Pero no está claro que su distrito (en el que Obama apenas llegó al 45%) le vaya a seguir con alegría en su voto por la reforma del seguro sanitario. Veremos.

- Kathy Dalkhemper, Christopher Carney y John Murtha, del 3º, 10º y 12º de Pennsylvania: Dalhkemper y Carney son congresistas novatos (recién elegida la primera, en 2006 el segundo). Dalhkemper se encuentra en un distrito muy competitivo, y ganó por poco el año pasado, así que se la ha jugado seriamente con su voto. Carney, aunque ganó con cierta holgura el año pasado, tiene un distrito muy conservador, así que también se la ha jugado.

John Murtha es otra cosa. Uno de los reyes del "pork" (dinero que se asigna a los distritos en el Comité de Apropiaciones), Murtha lleva representando a su distrito de trabajadores blancos alrededor de Pittsburgh desde 1974. Cree que puede votar como le venga en gana, pero es uno de los congresistas más corruptos, y ha estado a punto de ir a la cárcel ya en un par de ocasiones. Entre eso y que su distrito se ha ido volviendo más y más conservador con los años, Murtha a lo mejor se encuentra con una sorpresa un día de estos.

- John Spratt, del 5º de Carolina del Sur: Spratt, otro veterano (lleva en el Congreso desde 1982) es, en cambio, un congresista modélico. Demócrata moderado-conservador, en un distrito moderado-conservador, Spratt sin embargo ha votado con valentía en varias ocasiones (votó a favor de la ley de control de armas en 1993, y pese a todo sobrevivió a la masacre de 1994 -por poco, todo hay que decirlo). Spratt seguramente también sobrevivirá a este voto.

- Tom Perriello, del 5º de Virginia: Perriello quizá es uno de los votos más suicidas. Joven, elegido por 700 votos por primera vez el año pasado en un distrito en el que la composición del electorado será muy distinta en 2010 que en 2008 (léase: menos negros votarán), Perriello le ha echado auténtico valor a su voto.

- Allan Mollohan y Nick Rahall, del 1º y 3º de West Virginia:  Mollohan y Rahall son congresistas parecidos a Murtha. Congresistas desde 1982 y 1976, respectivamente, más bien corruptos, con tendencia a traer mucho "pork" (dinero del Congreso) para casa, sus distritos rurales y conservadores les llevan reeligiendo con mucho margen cada dos años, pero deberían ir con cuidado, porque un día se pueden acabar llevando un susto.

Y con esto damos por terminado nuestro análisis del voto en el Congreso. Justo a tiempo, porque en unas pocas horas el Senado dará inicio al debate sobre su propio proyecto de reforma sanitaria (o no: para empezar hay una votación que precisa 60 votos a favor, simplemente para decidir si se inicia el debate).

miércoles, 18 de noviembre de 2009

El Tratado de Lisboa y la política exterior de la UE y EEUU: Solana vs Kagan

Tengo una cierta debilidad por Javier Solana. No sé por qué. Ni estamos cerca ideológicamente, ni su burocrática vida pública, primero como ministro para todo con Felipe González y luego en Bruselas, me atrae lo más mínimo. Quizás sea ese aire de profesor despistado y adormilado con el que aparece en las fotos en los últimos años. O quizás simplemente me interesa esa biografía que bascula del antiamericanismo de los años 60 a la OTAN sin que el personaje se sienta obligado a pedir perdón continuamente por algo que debería ser normal: cambiar de opinión

Por eso, leo con interés la entrevista que El País le realiza el último domingo (15/11/2009) y que titula con una pregunta a la que se supone que el ex ministro socialista debe responder. Tras la aprobación del Tratado de Lisboa, la creación de un servicio diplomático de la UE y el nombramiento de un presidente y un ministro de exteriores común: "¿Será Europa una potencia Mundial?".

El casi siempre optimista Mister PESC está convencido de que el recién creado Servicio Europeo de Acción Exterior servirá para "modificar los pies de barro del gigante económico" y pide a los países que sean "capaces de sacrificar el orgullo nacional en el altar" común. Eso sí, acepta que "debido a nuestro ADN posmoderno, la UE no está bien dotada para responder a algo que pudiera parecerse a las políticas de las grandes potencias".

Con esta cursilada del "ADN posmoderno" resonando en mis oídos me lanzo a la estantería de donde hace sólo unos meses saqué Poder y debilidad, el ensayo de Robert Kagan del que tanto se ha hablado y discutido en los últimos años y en el que recordaba expresiones similares para definir la característica pose del europeo medio ante las relaciones internacionales en el siglo XXI. Puede que muchos piensen que el socialista español y el halcón estadounidense no tienen demasiados puntos en común... pero les sorprendería lo cerca que están en algunos de sus análisis, incluso cuando no llegan a las mismas conclusiones.

De hecho, rápidamente encuentro una frase de Kagan que podría servir para resumir todo su libro y que estoy convencido de que haría sonreír a Solana: "La propensión de EEUU a la acción militar recuerda a un antiguo dicho: 'en cuanto se tiene un martillo todos los problemas empiezan a parecer clavos'... pero las naciones con escaso poderío militar, empiezan a correr el peligro de no querer ver nada parecido a un clavo".

Y de esta metáfora del martillo surge la pregunta sobre la que gira el libro: ¿Son las políticas exteriores de la UE y los EEUU, con su obsesión por el poder duro y blando, la simple consecuencia lógica de sus muy diferentes capacidades militares y económicas?.

Solana, quizás inconscientemente, podría estar respondiendo a esa cuestión cuando asegura que "antaño el poder se medía por las dimensiones de tus ejércitos y tu población, hoy se hace por el PIB por habitante, la reputación o la obtención de unos Juegos Olímpicos". Kagan, algo más ácido al recordar las grandes manifestaciones anti-guerra de 2003 y la actitud de los ejecutivos de Francia o Alemania, concede que "es natural que los europeos se opongan a que otros hagan lo que ellos no pueden hacer".

El drama para los sofisticados habitantes del viejo continente es que, aunque Kagan sea un neocon malvado y belicista, es posible que tengan que darle la razón cuando asegura que "la pujanza económica de Europa no se traduce en un mayor peso diplomático en Oriente Medio ni en ningún otro lugar donde las crisis tengan un componente bélico". También es posible que en su inconsciente estén de acuerdo con él cuando insinúa que "una UE menos impotente desde el punto de vista militar tendría más garra desde el diplomático".

Es curioso que el secretario general de la OTAN durante la Guerra de Kosovo, que vio como sus aviones bombardeaban Belgrado, el patio trasero de una UE que volvió a mirar a EEUU para que le resolviera un problema que nunca supo como afrontar, sea el mismo Mister Pesc que ahora reclama: "No puede haber un simple G-2 (China y EEUU) que dirija el mundo. La UE tiene que estar ahí. Se merece estar ahí".

Quizás la pregunta que el señor Solana no quiere hacerse sea, ¿qué ha hecho Europa para estar ahí?

lunes, 16 de noviembre de 2009

La Cámara de Representantes aprueba la reforma sanitaria (versión Nancy Pelosi): un análisis del voto- demócratas "irreconciliables" (III)

Los irreconciliables son aquellos demócratas en distritos tan republicanos que no pueden permitirse votar ni siquiera por la versión más conservadora que surja de la conferencia Congreso-Senado. Algunos de sus nombres se revelaron en la votación inmediatamente anterior a la del proyecto de ley demócrata, consistente en la "motion to recommit" formulada por los republicanos que es el equivalente al filibuster del Senado, pero en el Congreso (con la diferencia de que el filibuster triunfa si la mayoría no obtiene el voto de 60 Senadores, y la "motion to recommit" necesita una mayoría simple de congresistas presentes (o sea, 50% + 1)

13 demócratas votaron esta moción, pero cinco de ellos votaron acto a seguido a favor del plan Pelosi (o sea, estaban a favor al mismo tiempo de la propuesta republicana y de la demócrata: ¿esquizofrenia política?). Los irreconciliables son los otros ocho, los demócratas que votaron a favor de la propuesta republicana y contra la propuesta demócrata.

Se trata de:

- Dan Boren, congresista del 2º de Oklahoma, un distrito sureño (pero sin negros) que giró radicalmente hacia los republicanos el año pasado (Kerry lo había perdido por 18 puntos, Obama por 32). Aunque Boren es muy popular en su distrito, y tiene un número enorme de personas sin seguro médico (el 29% de su distrito), el 2º de Oklahoma es tan conservador que Boren se juega la carrera si vota a favor de cualquier reforma.

- Bobby Bright, del 2º de Alabama, otro distrito sureño muy difícil, republicano desde 1964 y que Bright ganó por los pelos en 2008 (McCain lo ganó por 26 puntos y Bright por menos de 2.000 votos). Bright, un novato, no se puede permitir bajo ningún concepto apoyar el proyecto de ley del Congreso y tampoco el que surja de una conferencia Congreso-Senado.

- Travis Childers, del 1º de Mississipi, es un caso similar: distrito sureño, republicano desde el huracán de 1994 que barrió a muchos demócratas sureños, Childers lleva representándolo desde una elección especial a principios de 2008. Childers ganó con soltura su reelección en 2008, pero no con tanto margen como para permitirse la locura de apoyar a su partido en un distrito que votó por McCain con el 62% de los votos).

- Bart Gordon, del 6º de Tennessee, es otro caso similar, aunque no es un novato: lleva representando a su distrito sureño desde 1984, nada menos, y es reelegido con cómodos márgenes. Pero su distrito rural y conservador (y poco negro) apoyó claramente a McCain el año pasado (una vez más, Obama perdió terreno respecto a Kerry). Gordon no va a jugarse 26 años de carrera en una ley impopular en su distrito.

- Parker Griffith, del 5º de Alabama, se encuentra en una situación idéntica a la de su colega Bobby Bright:  distrito sureño muy difícil, muy conservador y que Griffith ganó por los pelos en 2008 (McCain lo ganó por 23 puntos y Griffith por menos de 9.000 votos). Griffith, un novato, tampoco se puede permitir bajo ningún concepto apoyar el proyecto de ley del Congreso y tampoco el que surja de una conferencia Congreso-Senado.

- Jim Matheson, del 2º de Utah, un distrito mormón, profundamente conservador (58% de votos para McCain en un año, 2008, muy malo para los republicanos), en el que Matheson es popular, pero sin que se pueda permitir jugársela en una votación que le conduciría sin dudarlo a la derrota en 2010.

- Walt Minnick, del 1º de Idaho, un distrito aún más conservador, en el que McCain ganó por 26 puntos y en el que Minnick sólo ganó porque su oponente era un republicano más bien idiota que ofendió incluso a los muy conservadores votantes de Idaho. Minnick es el demócrata más conservador del Congreso, mucho más conservador que 70 u 80 republicanos, así que no hay ninguna opción de que apoye ninguna propuesta sobre el seguro sanitario.

- Scott Murphy, del 20º de Nueva York: Murphy es una anomalía, porque su distrito, aunque por poco, votó por Obama. No creo que sea un irreconciliable, pero hay que dejar constancia de que votó por el proyecto republicano y no por el demócrata.

Junto a estos demócratas, creo que debemos añadir a varios que, aunque no votaron por la moción republicana, no creo que puedan permitirse votar un proyecto conjunto Congreso-Senado, por mucho que se modere la reforma.

- Frank Kratovil, del 1º de Maryland: un distrito muy conservador en un Estado muy demócrata, Kratovil, recién elegido en 2008, no puede permitirse votar contra su propio distrito (que le dio el 58% a McCain).

- Chet Edwards, del 17º de Texas: Edwards tiene el dudoso honor de ser el congresista demócrata en el distrito más republicano. Edwards siempre afronta elecciones competitivas de por sí (McCain obtuvo un aplastante 67% el año pasado en su distrito), así que no le puede otorgar munición de semejante calibre a un oponente republicano, aunque lleve representando a su distrito desde 1990 (además, su distrito fue cambiado de lugar por el Congreso de Texas en 2003).

- Jim Marshall, del 8º de Georgia: un distrito sureño conservador en el que Marshall estuvo a punto de perder en 2006, aunque ganó el año pasado con cierta holgura. Para Marshall, apoyar la reforma supone probablemente demasiados riesgos.

- Lincoln Davis, del 4º de Tennessee: aunque Davis es muy popular, representa a un distrito sureño rural que se ha vuelto mucho más republicano desde que le eligieron en 2002 (Obama obtuvo un raquítico 34% el año pasado, siete puntos menos que Kerry en 2004). Davis no puede apoyar la reforma.

- Ben Chandler, del 6º de Kentucky: Chandler se encuentra en una situación similar a la de Davis: distrito sureño más bien rural, menos republicano que el de Davis, pero que todavía le dio a McCain el 55% de los votos el año pasado. Chandler es un político muy prudente (algunos dirían apocado, incluso), así que dudo mucho que se arriesgue con este voto.

- Ike Skelton, del 4º de Missouri: Skelton lleva representando a su distrito nada menos que desde 1976. Es una auténtica institución en el Congreso (es el 16º congresista más veterano). A lo mejor me equivoco, y si la reforma que surja del proyecto conjunto Congreso-Senado es más moderada, Skelton decida votarla y confíe en superar el vendaval (ya lo hizo en 1994, pero lo hizo porque votó en contra de las reformas más controvertidas de la época, así que dudo que cambie de rumbo en esta ocasión). Y su distrito es abrumadoramente republicano (McCain obtuvo el 61% el año pasado, 15 puntos más que la media nacional).

- Gene Taylor, del 4º de Mississippi: Taylor siempre ha sido un misterio para mí. Demócrata en un distrito abrumadoramente republicano, conservador, su vida sería mucho más fácil si se hiciera republicano, pero se niega (y se lo han ofrecido muchas veces). Vota siempre en conciencia y lleva representando a su distrito desde 1989. Votará en contra de la reforma porque es lo que quiere la mayoría de sus votantes (que son más republicanos que demócratas, probablemente).

- Mike Ross, del 4º de Arkansas: aunque Ross suele ganar sin oposición en su distrito, es consciente de que el año pasado sus votantes hicieron lo contrario que el resto del país y dieron un apoyo contundente a McCain. Como miembro de los Blue Dogs (conservadores fiscales), Ross emitió un comunicado muy duro criticando la legislación aprobada por el Congreso el sábado pasado. Es dudoso que vote a favor al final del proceso.

- Rick Boucher, del 9º de Virginia: Boucher lleva siendo reelegido desde 1982. Sobrevivió a la ola de 1994 en su distrito rural del sudoeste de Virginia sin grandes sufrimientos, pero eso ocurrió, entre otras cosas, porque es sensible a la realidad de un distrito que votó por McCain en un 59%. Dudo que vote a favor de la reforma al final del proceso.

- Charlie Melancon, del 3º de Louisiana: Melancon es el reverso de Anh Cao, el republicano de Nueva Orleans. Demócrata en un distrito que se ha vuelto más conservador en el ciclo 2008, Melancon, además, quiere pasarse al Senado en 2010, desafiando al Senador David Vitter. No hay forma humana de que vote por esta legislación en un Estado tan conservador como Louisiana.

- John Tanner, del 8º de Tennessee: distrito sureño, rural, crecientemente conservador, aunque Tanner lleva representándolo desde 1988, no se puede confiar (no lo hizo en 1994, y por eso sobrevivió a la gran ola que arrolló a su partido en esa ocasión). Dudo mucho que vote por esta reforma, incluso en su versión final.

jueves, 12 de noviembre de 2009

La Cámara de Representantes aprueba la reforma sanitaria (versión Nancy Pelosi): un análisis del voto- demócratas "reconciliables" (II)

The New York Times, pese al declive generalizado de la prensa escrita, sigue siendo el primer periódico por calidad del contenido de Estados Unidos, y probablemente del planeta. Sus redactores, comentaristas e  incluso informáticos siguen siendo de primera.

Baste con ver este estupendo resumen que publicó el domingo pasado en el que se incluye a los 39 demócratas que votaron en contra del proyecto de reforma del seguro sanitario en la Cámara de Representantes, incluyendo no sólo el margen de victoria con el que ganaron en las elecciones de 2008, sino el margen de victoria de McCain u Obama en sus respectivos distritos, si son congresistas novatos o no, si pertenecen a los "Blue Dogs" (demócratas fiscalmente conservadores), si su distrito era republicano hasta 2008, etcétera.

Un resumen semejante, sobre todo si se acompaña de un extraordinario mapa como el que publicó asimismo el New York Times, le facilita a cualquiera (empezando por el autor de este blog) la tarea de resumir las posiciones de los 39 demócratas congresistas el sábado pasado.

Creo que podemos agrupar a los congresistas demócratas en cuatro categorías distintas, de las que hoy comentaremos tres:

1) El que votó contra la reforma porque le parecía demasiado conservadora: un solo congresista demócrata desbordó a su caucus por la izquierda: Dennis Kucinich, del 10º de Ohio (buena parte de la ciudad de Cleveland y sus suburbios). Kucinich, perenne candidato presidencial, dijo muy claramente que la reforma le parecía insuficiente (pero todos sabemos que si su voto hubiera sido necesario, Pelosi lo hubiera tenido). Kucinich no es un voto seguro para el caso de que la reforma atraviese el filtro del Senado y un proyecto conjunto Congreso-Senado sea sometido a votación en ambas cámaras, por motivos opuestos a los que animaron a votar al republicano Cao a favor: si este proyecto le pareció demasiado conservador a Kucinich, el proyecto que salga de la combinación de los proyectos del Congreso y del Senado le parecerá todavía más conservador. De todos modos, llegados a ese punto, por lo que apostarán Obama, Pelosi y el liderazgo demócrata es por conseguir la mayoría de los 38 votos demócratas más conservadores (que pueden sentirse más cómodos votando por un proyecto más conservador). O tal vez no: Pelosi y Rahm Emmanuel, el jefe de gabinete de Obama, saben que la reforma puede pasar en el Congreso con un solo voto de diferencia, así que pueden permitirse perder 40 votos demócratas y ganar todavía.

2) Los demócratas de distritos que votaron por Obama en 2008: de los 39 demócratas que votaron en contra este sábado, 31, lógicamente, eran de distritos que votaron por McCain en 2008. Pero ocho de los 39, sin embargo, eran de distritos que habían votado por Obama. Dejando a un lado a Kucinich, cuyos motivos ya hemos explicado, nos quedan siete congresistas demócratas.

Cuatro (Scott Murphy, del 20º de Nueva York, John Adler, del 3º de Nueva Jersey, Glenn Nye, del 2º de Virginia y Larry Kissell, del 8º de Carolina del Norte) fueron elegidos en 2008 (Murphy, de hecho, fue elegido en una elección especial en marzo de 2009) por márgenes que oscilaron entre 700 votos o menos del 0,5% de diferencia (una vez más Murphy) y 30.000 votos y diez puntos de diferencia (Kissell), en distritos que votaron por Obama en 2008, pero que habían votado por Bush en 2004.

Entre los otros tres, hallamos a:

- John Barrow, del 12º de Georgia, que si bien arrasó el año pasado (ganó con un 66% de los votos), apenas ganó por 900 votos en su última elección de medio mandato (2006, que fue un buen año para los demócratas), y cuyo distrito también ganó Bush en 2004 (año en el que Barrow fue elegido);

- Brian Baird, del 3º de Washington, que representa a un distrito que votó por Obama el año pasado, pero una vez más también por Bush en 2004 (aunque Baird ha sido reelegido con más del 60% de los votos en las últimas cuatro elecciones desde el 2002 y es congresista desde 1998).

- Y por último hallamos a Artur Davis, del 7º de Alabama. Davis, congresista negro que representa a un distrito que le dio a Obama el 72% de los votos el año pasado, debería ser un voto seguro para la reforma sanitaria, pero tiene un problema: quiere ser elegido primer gobernador negro de Alabama en 2010. Aunque su distrito, de mayoría negra, es muy demócrata, el resto del Estado no lo es en absoluto (hay cuatro congresistas republicanos y dos demócratas conservadores en su delegación; los dos Senadores son republicanos, y el gobernador saliente también es republicano). Davis, si quiere tener aspiraciones a la victoria en Alabama, tiene que votar contra su propio partido, pero su dilema es notable, porque se alienará con ello a los votantes negros de Alabama.

En resumen: estos siete demócratas (menos Davis) representan a "swing districts" (distritos que votan tanto republicano como demócrata en las presidenciales) y muchos de ellos han sustituido recientemente a congresistas republicanos. En última instancia, sin embargo, y ante la responsabilidad histórica de aprobar una reforma del seguro sanitario sin parangón (y dado que el proyecto conjunto Congreso-Senado será más conservador que el aprobado el sábado), y caso de que algunos demócratas en distritos republicanos cambiaran de opinión y votaran contra la reforma, es posible que la mayoría de estos siete votasen a favor del proyecto final (cinco o seis, calculo yo- Davis seguro que votará no y quizá Murphy, que ganó su elección por un margen mínimo este año y votó a favor de la moción republicana de reenviar el proyecto de vuelta al Comité, también flaquee).

3) Los demócratas de distritos que votaron por McCain en 2008: como dijimos en el apartado anterior, 31 demócratas de los 39 que votaron contra el proyecto de ley (la mayoría, en suma) proceden de distritos conservadores que votaron por McCain el año pasado en las presidenciales (en un año especialmente malo para los republicanos). Estos son, por supuesto, los demócratas más vulnerables, los llamados "McCain Democrats" (hay 49 demócratas de los 258 en esa situación), y es lógico que 31 de los 49 votaran contra el proyecto del Congreso.

Entre esos 31, sin embargo, yo distinguiría a los reconciliables de los irreconciliables. Los "reconciliables" son aquellos que aunque votaron en contra del proyecto del Congreso el sábado pasado, pueden votar un proyecto conjunto Congreso-Senado, algo más conservador. Se trata, esencialmente, de los demócratas que llevan ganando muchos años su distrito, siempre y cuando el mismo no sea abrumadoramente conservador, o de aquellos que, aunque novatos, crean que pueden jugársela.

Entre estos, yo veo a:

- Eric Massa, del 29º de Nueva York. Congresista novato, en un distrito algo conservador, Massa se enfrentará a una reelección dura en 2010, pero sus reflexiones del sábado pasado indican que está abierto a votar por un proyecto Congreso-Senado algo más conservador.

- John Boccieri, del 16º de Ohio. Novato en un distrito algo conservador, Boccieri se encuentra en una situación idéntica a la de Massa, y al igual que éste, ya ha manifestado que espera poder votar por la propuesta conjunta Congreso-Senado

- Jason Altmire, del 4º de Pennsylvania: otro novato (elegido en 2006), en un distrito que votó menos por Obama que por Kerry. Altmire es quizá uno de los reconciliables menos reconciliables, por así decirlo, y es posible que vote en contra en cualquier caso.

- Harry Teague, del 2º de New Mexico: recién elegido, Teague está en un distrito más bien republicano (McCain lo ganó el año pasado por poco, pero lo ganó), y se enfrenta al antiguo congresista republicano del distrito, que intentó pasarse al Senado en 2008 y fracasó estrepitosamente, pero que tiene posibilidades de recuperar su escaño frente a Teague. Veremos si éste se mantiene en sus trece o se atreve a votar por una ley algo más conservadora llegado el caso.

- Betsy Markey, del 4º de Colorado (su comunicado tras la votación venía a decir que esperaba que el proyecto conjunto Congreso-Senado fuera más moderado y lo pudiera votar, aunque es una novata recién elegida en un distrito similar al de Teague.

- Suzanne Kosmas, del 24º de Florida, al parecer estuvo tentada de votar a favor, pero debió pensárselo mejor al recordar que su distrito es más bien conservador y que ella probablemente ganó en 2008 porque su rival era un congresista republicano corrupto.

- Allen Boyd, del 2º de Florida (aunque su distrito sureño del Panhandle -el mango de la sartén de Florida- votó menos por Obama de lo que lo había hecho por Kerry, Boyd suele ganar con soltura desde 1996. Pero es un distrito bastante republicano, y no sé si a Boyd le merecerá la pena jugársela habiendo otros compañeros de vocación más suicida.

- Heath Shuler, del 11º de Carolina del Norte: este exjugador de futbol americano es muy popular en su distrito (obtuvo 15 puntos más que Obama el año pasado), pero al igual que Boyd, no estoy seguro de si querrá jugársela en un distrito más bien republicano (en la punta oeste de Carolina del Norte).

- Tim Holden, del 17º de Pennsylvania: Holden, elegido en 1992, lleva varias elecciones ganando con más del 60%, pero tuvo un buen susto en 2002, y su distrito es más bien de derechas. Un proyecto más conservador podría tentarle a arriesgar un poco, pero insisto: Pelosi no tiene por qué arriesgar en el Congreso: le basta con ganar 218 a 217. Se puede permitir 40 demócratas votando en contra (o 41 incluso, si Cao sigue votando con los demócratas)

- Mike McMahon, del 13º de Nueva York: este congresista de la ciudad de Nueva York (Staten Island), recién elegido en uno de los pocos distritos conservadores de la Gran Manzana, puede que al final vote por la legislación que salga del plan conjunto Congreso-Senado, pero no es seguro.

- Stephanie Herseth Sandlin, del distrito de Dakota del Sur: la adorable congresista de este Estado muy conservador probablemente no votará a favor de ningún proyecto de reforma sanitaria, porque se enfrentaría con un desafío republicano de primera línea (ya tiene varios contrincantes para 2010, alguno de ellos peligroso). Pero a lo mejor confía en su encanto (y no es broma; hay que tener encanto para ser demócrata y ganar con el 67% de los votos en tu última elección) y apoya el proyecto final. Pero lo dudo.

- Mike McIntyre, del 7º de Carolina del Norte, representa a su distrito desde 1996 y es enormemente popular en el mismo, pese a que McCain lo ganó el año pasado con el 52% de los votos. Es posible que acabe apoyando el proyecto final Congreso-Senado.

- Collin Peterson, del 7º de Minnesota (un distrito rural, más bien conservador, pero que Peterson lleva representando con márgenes crecientes y ahora ya aplastantes desde 1990. Por cierto, Peterson consiguió sobrevivir al huracán de 1994, lo cual dice algo de su capacidad de resistencia, aunque a lo mejor no tiene ganas de repetir la experiencia, lo que sería comprensible, por lo demás.

De todos modos, insisto: es perfectamente plausible que Pelosi no les exija a estos congresistas su voto favorable, porque la táctica de Pelosi, apoyado por Rahm Emmanuel desde la Casa Blanca, parece ser dejar manga ancha a sus congresistas para votar en conciencia, siempre que al final del día haya una mayoría de 218 votos por la reforma.

Lástima que Harry Reid, en el Senado, no pueda portarse con tanta generosidad: Reid necesita los 60 votos de su caucus para derrotar a una eventual maniobra de obstrucción ("filibuster") republicana. La semana que viene hablaremos de los flancos débiles del caucus demócrata en el Senado, pero en el próximo post trataremos de los congresistas demócratas irreconciliables (aquellos que bajo ninguna circunstancia votarán a favor de la reforma sanitaria de su propio partido).

lunes, 9 de noviembre de 2009

La Cámara de Representantes aprueba la reforma sanitaria (versión Nancy Pelosi): un análisis del voto- republicanos (I)

Este sábado a última hora de la noche (madrugada del domingo española), la Cámara de Representantes aprobó su versión del proyecto de ley de reforma sanitaria por 220 a 215 votos, repartidos del siguiente modo:

Votos a favor: 219 demócratas, 1 republicano
Votos en contra: 176 republicanos, 39 demócratas.

Lo primero que hay que señalar es ¡qué magnífico país éste donde los congresistas no están ligados por la disciplina de partido sino por lo que entienden que es mejor para los votantes de su distrito! (¿puede alguien imaginarse un proyecto de ley en España donde 39 diputados del partido del gobierno votaran contra éste - y uno de la oposición votara con el Gobierno-?

La primera pregunta es: ¿quién es el heroico republicano que se ha atrevido a desafiar a su propio partido y ha votado la reforma auspiciada por Nancy Pelosi? Pues no es otro que Anh Cao, congresista del 2º distrito de Louisiana, que abarca esencialmente Nueva Orleans y sus suburbios. Cao, que representa a un distrito que votó por Obama (y por Kerry en 2004) con el 75% de los votos (el distrito más demócrata representado por un republicano), simplemente no tenía opción si quería seguir aspirando a representar a su distrito en 2010 (todos los analistas indican que su distrito es el que tenía más probabilidades de cambiar de manos el año que viene). Presionado por la jefatura de su partido, por un lado y por Obama y Pelosi, por otro, Cao finalmente se decantó por los votantes de su distrito (64% negros), que apoyan de manera abrumadora la reforma sanitaria demócrata.

La segunda pregunta es: ¿qué posibilidades hay de que cuando el Congreso tenga que votar por segunda vez (si la reforma pasa el filtro del Senado y se crea un proyecto de ley combinado Congreso-Senado) otros republicanos se pasen al bando Pelosi-Obama?

En mi opinión, pocas: todo congresista republicano que, como Cao, apoye la reforma sanitaria demócrata, se expone a sufrir unas primarias por su derecha. Sólo aquellos legisladores que, como Cao, tengan más miedo a perder en las elecciones generales que en unas primarias republicanas se expondrán a votar con los demócratas en una eventual votación final.

Concretamente, hay 177 congresistas republicanos. Descartemos casi de antemano a los 144 que representan a distritos que votaron por John McCain en 2008; ninguno de esos tiene miedo a ser derrotado en 2010, en unas elecciones con un electorado más blanco, más viejo, y más conservador (en las "mid-terms" siempre vota menos gente que en los años en que las elecciones al Congreso coinciden con las presidenciales, y específicamente negros e hispanos votan en proporciones inferiores), y en cambio un voto favorable a la reforma sanitaria invitaría un desafío desde su derecha que posiblemente les haría perder su escaño. Sólo veo, y como posibilidad muy remota, a Tim Murphy, del 18º de Pennsylvania, cuyo comunicado tras la votación rechazando esta propuesta de reforma admitía que había cosas en ella que le gustaban, y al que quizá (y éste es un quizá muy hipotético) la versión conjunta Congreso-Senado, que será más conservadora, le guste lo suficiente. Pero lo dudo.

Eso nos deja a los 33 republicanos que representan a distritos que votaron por Obama en 2008 (eran 34 inicialmente, pero la semana pasada los republicanos perdieron el 23º de Nueva York en una elección especial). Una vez más, la mayor parte de estos congresistas no está atemorizado ante las elecciones de 2010. En particular, muchos de estos congresistas saben que la coalición de votantes demócratas que se unió en 2008 (con su énfasis particular en jóvenes y minorías) no se volverá a personar en las urnas en 2010 (si acaso quizá en 2012). Esto afecta, en concreto, a los 27 congresistas de distritos que votaron por Obama en 2008, pero que habían votado por Bush en 2004. Una vez más, entre este grupo sólo veo, y como posibilidad remotísima, a Frank Lo Biondo, del 2º de New Jersey, cuyo comunicado tras la votación afirmaba que veía aspectos positivos en el proyecto de ley. Pero dudo mucho que se arriesgue a unas primarias disputadas (especialmente tras las elecciones de la semana pasada en New Jersey, que pusieron a un republicano como gobernador en su Estado).

En resumen, sólo hay seis posibles votos republicanos en la Cámara de Representantes para el proyecto de reforma del seguro sanitario: los seis congresistas que representan a distritos que votaron por Obama en 2008, por Kerry en 2004 y por Al Gore en 2000: es decir, los republicanos que representan a distritos tradicionalmente demócratas.

Ya hemos hablado de Anh Cao, que con un distrito con un 75% de votantes demócratas y un 64% de negros, simplemente no puede oponerse al proyecto político más importante de Obama. Cao es el único voto republicano seguro si la reforma pasa el Senado y llega a una votación final de un proyecto combinado Congreso-Senado (que será más conservador que el aprobado el sábado: si Cao puede aprobar el proyecto de Pelosi, podrá aprobar sin duda una versión más conservadora).

Los otros cinco congresistas representan cinco historias muy distintas:

- Mike Castle, del distrito único de Delaware: a sus 70 años, Castle se encuentra en la encrucijada decisiva de su vida: gobernador de su Estado entre 1985 y 1993, congresista desde 1993, hace pocas semanas anunció que en 2010 se presentaría a la elección especial al Senado para el escaño que fue de Joe Biden hasta el año pasado. Castle fue reelegido el año pasado con un contundente 61% de los votos, pero al mismo tiempo Obama y Biden (y aquí Biden tiene su peso, dado que es su Estado) obtuvieron el 62% de los votos. Su rival el año que viene muy posiblemente será Beau Biden, el hijo del vicepresidente Biden, en lo que sería  (de producirse) una de las batallas para el Senado más interesantes de la historia.

Castle se encuentra, como decimos, en una situación muy difícil. Si vota a favor del proyecto combinado Congreso-Senado, corre el riesgo de enajenarse al ala derecha de su partido e incluso que alguien le desafíe en las primarias. Por otra parte, si vota en contra, Biden o quien sea el candidato demócrata le machacará (en Delaware, un Estado demócrata en tres quintas partes) con ese voto. ¿Qué hará Castle? Tengo una teoría: si finalmente Biden se lanza a la refriega, Castle probablemente tendrá que votar sí al proyecto, porque si no se expone a que Biden le triture en la campaña. Pero si el demócrata que se le enfrenta es un desconocido, es posible que Castle se arriesgue y vote no a pesar de su Estado. Veremos.

- Mark Kirk, del 10º Distrito de Illinois, se encuentra en un dilema similar a Castle. Kirk, que lleva desde 2001 representando a un distrito más bien demócrata (aunque no tanto como Delaware), se presenta también al Senado por Illinois en 2010 (para ocupar el escaño de Obama, nada menos). Las consideraciones de Kirk son idénticas a las de Castle: si acaba votando por el proyecto, la derecha conservadora le desafiará en las primarias (Kirk, que está preocupado por este hecho, ha pedido el apoyo nada menos que de Palin). Pero si vota en contra, su rival demócrata le machacará a anuncios recordándoles ese hecho a los votantes de la demócrata Illinois. ¿Qué hará Kirk? Tiene un as en la manga: las primarias en Illinois son muy pronto (el 2 de febrero), por lo que, dado que el voto del proyecto conjunto Congreso-Senado puede tardar todavía varios meses, si votara a favor a los conservadores no les daría tiempo para reaccionar y proponer un candidato alternativo. Es posible que Kirk se la juegue, pero es más posible que no y que vote en contra. Veremos.

- Jim Gerlach, del 6º Distrito de Pennsylvania, es un caso similar a los anteriores. Gerlach representa a su distrito (suburbios de Philadelphia y áreas rurales) desde 2002, pero ha anunciado su intención de presentarse a gobernador de su Estado en 2010. Gerlach, si cabe, se encuentra en una posición todavía más comprometida que Castle y Kirk, ya que se encuentra metido en una primaria competitiva contra el fiscal general (republicano, claro) de su Estado, Tom Corbett, que está a su derecha. En esas circunstancias, Gerlach no se puede permitir un voto a favor de la reforma del seguro médico. Tiene que derrotar a Corbett (que está a su derecha- Gerlach siempre ha sido un republicano más bien moderado) y no le puede proporcionar artillería pesada gratis como la que supondría un voto favorable. Descartado.

- Charlie Dent, del 15º Distrito de Pennsylvania, elegido en 2004, se presenta (simplemente) a la reelección en 2010. Su distrito es competitivo (uno de esos distritos industriales castigados por la deslocalización de empresas), pero Dent hasta ahora ha resultado un congresista correoso y resistente. Su comunicado tras la votación del proyecto el sábado no parece mostrar intención alguna de votar a favor de un proyecto ulterior Congreso-Senado, aunque sea más conservador que el que se aprobó el sábado. Descartado casi al 100%.

- Dave Reichert, del 8º distrito de Washington: elegido también en 2004, Reichert se encuentra en un distrito (suburbios de Seattle) que vota tradicionalmente por presidentes demócratas y congresistas republicanos. Desde su elección ha sufrido campañas competitivas continuamente, y para el 2010 ya tiene otra en perspectiva. Pese a eso, dudo que Reichert se exponga a un desafío en las primarias y casi con total seguridad su voto final (si es que llegamos a eso) será negativo.

En resumen: entre los republicanos sólo veo, de cara a la aprobación del proyecto final de reforma del seguro sanitario, un voto razonablemente seguro (Cao) dos posibles pero dudosos (Castle y Kirk, especialmente dudoso el segundo) y dos remotos (Murphy y LoBiondo). Uno o dos votos como máximo, probablemente.

Mañana hablaremos de los demócratas.

domingo, 8 de noviembre de 2009

La semana en Washington: Alan Abramowitz y Tom Davis explican los resultados de New Jersey y Virginia y el paro alcanza los niveles de 1983

Si a alguien le quedan ganas de analizar los resultados de New Jersey y Virginia y su escaso valor predictivo de cara a las elecciones del año que viene, este excelente artículo de Alan I. Abramowitz (colaborador de la magnífica página web del excelente Larry Sabato) ofrece las claves para entender qué valor tienen dichas elecciones de cara a predecir los resultados de las "mid-term elections" del año 2010 (poco) y qué valor  (mucho) tiene el hecho de que el Partido del Presidente sea el demócrata para predecir con una razonable seguridad que los demócratas perderán escaños en el Congreso (seguro) y en el Senado (posiblemente) en 2010.

Y si después de su lectura, todavía quedan ganas de leer más, qué mejor que un análisis brillantísimo del que fuera congresista del 11º Distrito de Virginia entre 1995 y 2008, Tom Davis, con siete lecciones para demócratas y republicanos sobre las elecciones de 2009 y su (una vez más, mínima) traslación de cara a 2010. Davis, un republicano bastante moderado, considera que en 2010 los demócratas en el Congreso sufrirán inevitablemente por cuanto en las elecciones de medio mandato eso es lo que ocurre casi siempre (en los últimos 150 años, como dice Davis, tan solo en 1934, 1998 y 2002 el partido en el Gobierno ha ganado escaños en la Cámara de Representantes). El Senado es otro cantar, especialmente por cuanto hay muchos Senadores republicanos que se retiran en Estados competitivos (como mínimo, cuatro de los seis Estados en que se retira un Senador republicano podrían cambiar de manos).

Pero un dato permanece inmutable: en estos momentos el paro está en el 10,2%, el peor dato desde 1983. Si Obama y los demócratas no consiguen que la economía mejore sustancialmente de aquí a noviembre de 2010, el retroceso demócrata puede ser de grado medio (como el de los republicanos en 1982, unos 26 escaños) o catastrófico (como el de los demócratas en 1994: 54 escaños y pérdida de la mayoría en el Congreso). Si el paro no baja sustancialmente, Obama se puede encontrar con un Congreso y un Senado si no republicanos (es casi imposible que el Senado cambie de manos), si mucho más hostiles a sus políticas que los actuales.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Bloomberg y los riesgos de ser titular de un cargo en 2010 (coda a las elecciones de 2009)

Nos dejamos ayer en el tintero el resultado más sorprendente de la jornada electoral del martes: la reelección de Bloomberg como alcalde de Nueva York para un tercer mandato. Lo sorprendente no es la reelección, que se daba por descontada, sino el raquítico margen de victoria (50,6% frente al 46% del candidato demócrata), después de que Bloomberg se gastara la increíble cifra de 85 millones de dólares en su campaña electoral.

La primera reflexión que me ha suscitado el pobre resultado de Bloomberg es que las perspectivas para los distintos jefes ejecutivos (especialmente gobernadores) de cara al año 2010 no son especialmente brillantes.

Las elecciones de medio mandato (en el segundo año del mandato presidencial) incluyen la elección del 100% de la Cámara de Representantes (435 congresistas), un tercio del Senado (34 de 100, en este caso, más dos elecciones especiales en Nueva York y Delaware, o sea que 36 en total) y 39 gobernadores (38 más una elección especial en Utah).

Los Senadores y los congresistas, por supuesto, sufrirán (moderadamente, tampoco nos llevemos a engaño; normalmente menos del 10% de los congresistas cambian cada dos años, sea porque se retiran o porque son derrotados. Lo mismo ocurre en el Senado, en el que además el mandato de cada Senador es de seis años, salvo que haya sido elegido por defunción o retirada de su antecesor).

Pero los que sufrirán en particular serán los gobernadores: en 2002, nada menos que 24 de los 36 Estados que tenían elecciones a gobernador cambiaron de gobernador (en algunos casos porque los titulares estaban afectados por la limitación de mandatos), pero aún así, la gobernaduría de 20 de los 36 Estados cambió de manos (11 demócratas sustituyeron a republicanos, y 9 republicanos sustituyeron a demócratas).

Ahora, ocho años después, muchos de los gobernadores elegidos en 2002 están limitados (la mayoría de los Estados tienen como límite máximo para el gobernador dos mandatos de cuatro años), por lo que se producirá un nuevo carrusel de elecciones de nuevos gobernadores. Para mayor inri, varios gobernadores que sí pueden presentarse a la reelección son sumamente impopulares (entre los demócratas, David Patterson, en Nueva York o Deval Patrick, en Massachusetts -espectacularmente impopulares-, y entre los republicanos, Jim Gibbons, de Nevada -increíblemente impopular también), y otros, que se retiran obligados o voluntariamente, dejan una pesada losa al candidato de su partido (Schwarzenegger, en California, que según la última encuesta tiene una popularidad del 24%, con un 74% en su contra, o Jennifer Granholm, en Michigan, que está sufriendo una depresión dentro de la recesión).

Las elecciones a gobernador son como una mini-elección presidencial, y al igual que en ésta, los factores que comentamos hace un año deciden quién será el ganador: cuántos años lleva tu partido al mando (cuántos más lleve, más posibilidades hay de que pierdas las elecciones), la popularidad o impopularidad de tu antecesor (cuánto más impopular sea, peor para ti si eres de su partido y mejor para ti si eres del partido contrario), y el estado general de la economía (cuánto peor vaya, peor para ti si eres del partido del gobernador, y mejor si eres del partido contrario al del gobernador).

Una coda final sobre la reelección de Bloomberg: Sean Trende argumenta de manera persuasiva (por desgracia, ya veréis por qué), que en el pobre (en un sentido relativo) resultado de Bloomberg ha influido sustancialmente el hecho de que el voto negro e hispano de Nueva York ha votado en masa por el candidato demócrata (negro) frente al independiente (blanco). Los distritos subrayados en el mapa envían a congresistas negros e hispanos, y no por coincidencia son aquellos en los que Thompson obtuvo sus mejores resultados.

Trende probablemente tiene razón al pensar que algo de elemento racial hay en esta votación (es muy sospechoso que Bloomberg haya sido derrotado justamente en los distritos en los que las minorías negra e hispana son mayoritarias), aunque hay dos argumentos que permiten matizar algo este juicio:  en primer lugar, en el Séptimo Distrito al Congreso, con un 45% de blancos, y con un congresista más blanco que la leche Bloomberg también perdió. Y dos: un multimillonario blanco que aunque ahora es independiente, fue republicano hasta 2008, quizá no es el candidato más adecuado para las masas pobres negras e hispanas de Nueva York. Pero eso no quita que parece evidente que algún posible elemento de racismo haya podido existir en el escaso margen de victoria de Bloomberg.

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jueves, 5 de noviembre de 2009

Las elecciones de 2009 (y IV): un análisis de los resultados

No suelo estar de acuerdo con David Paul Kuhn, pero su tesis en este artículo es eminentemente razonable: no debemos leer mucho en los resultados de las elecciones de 2009.

Por supuesto, los republicanos tienen motivos para estar contentos con la noche del martes: recuperaron las gobernadurías de Virginia y New Jersey, que habían perdido en 2001, y en Virginia, además, consiguieron aumentar su mayoría en la Cámara de Representantes de manera sustancial (el Senado continúa con una mínima mayoría demócrata, pero no creo que le oponga mucha resistencia al nuevo gobernador. Muchos de los demócratas de Virginia son moderados o incluso conservadores).

Bob McDonnell, en Virginia, superó todas las expectativas y consiguió una rotunda victoria sobre Creigh Deeds (59 a 41), que arrastró, como digo, a algunos congresistas demócratas estatales consigo. McDonnell hizo una buena campaña, sobria, centrada, positiva, mientras que Deeds fracasaba con una campaña negativa y mal enfocada. La participación fue muy inferior a la del año pasado (1.842.000 votantes frente a los 3.723.000 votantes de 2008), y el porcentaje de votantes blancos pasó del 70 al 78% (es decir, que hispanos y sobre todo negros votaron mucho menos). Por eso digo que más vale no hacer extrapolaciones ambiciosas como las que se leen en toda la prensa hoy ("los electores rechazan las políticas de Obama", etc). Las elecciones a gobernador, en Estados Unidos, son asuntos muy locales (sólo así se puede explicar que Jim Douglas, republicano, sea gobernador de la demócrata en dos terceras partes Vermont, o que Dave Freudental, demócrata, sea gobernador de la archirepublicana Wyoming).

En New Jersey, finalmente la impopularidad de Jon Corzine pudo con él. Fue irrelevante que se gastara 24 millones de dólares frente a los 9 de su oponente republicano Chris Christie. Fue irrelevante que Obama acudiera a defenderlo. Finalmente, el apoyo al candidato independiente, Daggett, se hundió y sus votantes se fueron en masa a Christie, que consiguió ganar por 49 a 44. La crisis económica y la incapacidad de Corzine para atajar los gravísimos problemas de New Jersey (entre otros, la corrupción rampante en el Estado) son motivos más que suficientes para explicar la derrota de éste sin necesidad de echarle la culpa a Obama (que por lo demás, tiene en New Jersey a día de hoy exactamente la misma popularidad que tenía hace un año: el 57%).

Pero insisto: globalmente, fue una buena noche para los republicanos, que hacía cuatro años (precisamente desde que en 2005 perdieron una vez más estas mismas elecciones) no hacían más que padecer noches electorales nefastas. Pero es vital no hacer lecturas equivocadas de estos comicios: en 1993, el Partido Republicano ganó estas mismas elecciones, y en 1996 Bill Clinton fue reelegido cómodamente (aunque en 1994 los republicanos arrasaron en las elecciones de medio mandato). En 2001, el Partido Demócrata le arrebató Virginia y New Jersey al GOP, pero George W. Bush fue reelegido en 2004.

El sistema político norteamericano es contracíclico: cuando un partido obtiene una victoria contundente como la de los demócratas en 2008, en los años siguientes el sistema se suele reequilibrar (los ganadores se vuelven complacientes, y los perdedores quieren -y suelen obtener- la revancha).

Y aún así no todos los resultados de las elecciones del martes responden a la narrativa triunfal del retorno del Partido Republicano: la elección del Distrito 23º de Nueva York para la Cámara de Representantes terminó con una gran sorpresa: el candidato demócrata ganó el distrito (¡por primera vez desde mediados del siglo XIX!).

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(hermoso mapa cortesía de The Albany Project)

Recordemos brevemente: el Partido Republicano de Nueva York se saltó el proceso de primarias y nominó a una republicana moderada. El ala conservadora del Partido se enfureció, y aprovechando que en Nueva York existe un Partido Conservador, dieron su apoyo al candidato de éste, lo cual drenó a la candidata republicana oficial, que se quedó sin dinero y perdiendo apoyos a pasos agigantados, hasta el punto de que abandonó este pasado sábado y dio su apoyo (en un acto de resentimiento político de primer nivel) al candidato demócrata. Sus electores le hicieron caso, y el demócrata ganó 50-45 al conservador -en un distrito que el año pasado reeligió a su congresista republicano con un 65% de los votos -aunque también votó a Obama con un 52% de los votos, así que no es un distrito muy conservador).

Es cierto que las elecciones de medio mandato de 2010 pintan mal para el Partido Demócrata (ya iremos analizando a lo largo del año que viene las expectativas a la baja para los demócratas, pero baste con decir que el cuerpo electoral no será el del año pasado: será más blanco, más conservador, y más viejo, lo cual, por pura lógica debería llevar a los demócratas a sufrir un retroceso el año que viene). Pero si los republicanos conservadores deciden emprender una cruzada por la pureza ideológica del partido, situaciones como la del 23º de Nueva York se pueden repetir y costarles varios escaños que de otro modo mantendrían o incluso ganarían.

En todo caso, y en última instancia, lo esencial lo resume, una vez más, un magnífico artículo de Jay Cost. Parafraseando, se trata de la famosa frase con la que se atacaba a George Bush padre durante las presidenciales de 1992: ¡es la economía, estúpido! Si en 2010 la economía sigue en el lamentable estado en que está hoy, los demócratas, por ser el partido que están en el poder, sufrirán. Y si en 2012 las cosas no han mejorado, Obama perderá las elecciones contra casi cualquier republicano (menos Sarah Palin). Los votantes en las presidenciales (los que no votan en las elecciones de medio mandato) suelen estar menos ideologizados que los que sí votan en ellas, y tienden a votar en función de resultados. Si Obama tiene algo que ofrecer en términos de recuperación económica en 2012, ganará. Si no, no hay "Yes we can" ni "Hope and Change" que valgan.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Better a Russky on top than a Yank overhead (y II)


La frase que he elegido para esta primera entrada del blog, Better a Russki on top than a Yank overhead, esta sacada del diario anónimo de una de las miles de mujeres que sufrieron las violaciones cometidas por los soviéticos. Traducido a numerosos idiomas y llevado al cine, Eine Frau in Berlin es un escalofriante relato de los primeros días de ocupación soviética en la capital del Tercer Reich. Y deja como frase lapidaria ese “prefiero a un ruso encima que a un americano por encima”. Nadie recuerda nunca a las víctimas civiles provocadas por los ejércitos aliados. Parece como si las elegantes tropas británicas, los valientes americanos y los justicieros franceses sólo se hubieran enfrentado a las sanguinarias tropas alemanas sin dejar huella en la población civil, salvo las que salían a la calle a recibirles con flores por liberarles de la ocupación alemana.

Van apareciendo en los últimos años trabajos de historiadores alemanes, principalmente, que dejan de un lado el sentimiento de culpabilidad imperante en Alemania desde la guerra y acometen los datos que no han aparecido en las monografías “oficiales”. No hablo de historiadores revisionistas (a los que hay que escuchar también para poder darse uno cuenta de cuánta razón tenía Einstein al afirmar que lo único que era infinito es la estupidez humana), si no de investigadores con acceso a los archivos que se van desclasificando y a los que se han dejado “olvidados”.

“… a Yank overhead”. Aunque la fama se la llevado la Batalla de Inglaterra (donde fue cierto que nunca tantos debieron a tan pocos), la utilización masiva de la aviación contra la población civil corresponde a las fuerzas aliadas, a la RAF y la USAAF. En 1943 toma forma la Operación Gomorra (¿demasiado puritanos para utilizar también a Sodoma?) por la que la ciudad de Hamburgo quedaría arrasada entre finales de julio y principios de agosto durante día y noche (los británicos, tan caballerosos ellos, cedieron el bombardeo diurno a sus camaradas americanos, a mayor gloria de las fuerzas aéreas norteamericanas). Podríamos quedarnos con que Hamburgo era el principal puerto de Alemania y con una importante industria, pero la utilización de bombas incendiarias y su utilización sobre las zonas de población civil indican lo contrario. ¿Venganza por los bombardeos alemanes sobre Gran Bretaña?, ¿desquite por las víctimas causadas por las V1 y V2? ¿o “apliquemos las mismas técnicas de terror que estamos denunciando de nuestro enemigos alemanes pero que a lo mejor nos convienen para ir abriendo un segundo frente en Europa”?

Si dejo el cinismo de lado me quedo con la sensación de que poca utilidad tuvieron estas acciones. La producción de tanques continuó, y la población estaba ya mentalizada sobre su situación de víctima. Y lo peor quedaba por llegar. Dresde, desaparecida del mapa a mediados de febrero de 1945. Decenas de miles de alemanes muertos en un par de días. Y esta vez no era un enclave estratégico, a no ser que se entienda por punto clave una de las ciudades más ricas culturalmente hablando. Una ciudad en la que se utilizaron bombas dirigidas a quemar la madera de las edificaciones (los búnkeres, incluso entonces, no estaban hechos de roble o pino), y se buscó las condiciones climatológicas idóneas para poder aprovechar al máximo el poder destructivo de la munición utilizada.

Pero dejemos descansar al inglés. Las tropas francesas han pasado casi sin pena ni gloria por los campos de batalla de la segunda guerra mundial. Desde su derrota inicial, los restos de la Francia Libre estuvieron encuadradas como parte de los ejércitos aliados (mención especial a los republicanos españoles que se alistaron en sus filas continuando una lucha que creían necesaria y que también se ha visto eclipsada. Cierto es que en los últimos años se comienza a reconocer su valía, siendo los primeros en entrar en París o participando de manera muy activa en el desembarco de Normandía). Pero tampoco de Gaulle haría ascos a los excesos de sus tropas. Aunque excusadas por ser “africanas”, ahí queda la actuación de su Legión Extranjera y los Goumiers (tropas irregulares) en la batalla de Italia, donde cerca de 7000 mujeres fueron violadas, las conocidas posteriormente como Marocchinate (de nuevo el cine nos ayuda y para quien quiera ver ahí tiene “La Ciociara”, con Sofía Loren a las órdenes de Vittorio de Sica).

Pero ¿y los americanos? De los bombardeos (sobre Europa) poco más decir que lo comentado sobre sus primos ingleses. De las venganzas llevadas a cabo por el fragor de la batalla en suelo europeo… Ahí están Dachau, Biscari y las batallas en las que las tropas SS ya rendidas eran objeto de ejecuciones sumarias. Pero para EEUU lo importante quedaba en el Pacífico. Después del duro golpe recibido en Pearl Harbour, todo buen americano debía combatir al demonio amarillo. Campos de concentración comenzaron a aparecer por todo el territorio americano para retener a sus propios ciudadanos, eso sí, de origen oriental. Pero era por prevención y respetando siempre las libertades constitucionales que los padres fundadores se preocuparon por darles, no como medida punitiva. No, eso no.

Y ya metidos en batalla, pues la lucha en la jungla estresa más que en campo abierto. Eso es cierto, lo reconozco. Son muchos los estudios realizados en los que se afirma que el estrés al que se vieron sometidos las tropas estadounidenses en las múltiples islas en las que tuvieron que luchar hicieron mella en la moral de la tropa (y en la mente). Pocos han caído en la cuenta de que prisioneros japoneses apenas había. ¿Eran todos kamikazes y se suicidaban antes de caer en manos enemigas? Puede que sí (otros que tienen un puesto especial en barbarie militar son los hijos del Sol Naciente, compitiendo en capacidad de exterminio con sus aliados alemanes), o puede que no.

Y llegamos al punto de Hiroshima y Nagasaki. Acto de guerra o crimen de guerra. No sé si valen las razones aportadas hasta hace poco en las que se afirmaba que se salvaron miles de vidas que se perderían en una hipotética invasión de Japón. Pero como al final todo sale a luz, se sabe de las conversaciones previas de rendición y de las invitaciones a militares y científicos japoneses para ver el poder destructivo de las bombas en zonas despobladas. Más de 200.000 muertos directos para ¿evitar más muertos?

No voy a entrar en discusiones filosóficas y morales sobre las bombas (dirigidas contra la URSS), pero creo que pocos apoyan ya su uso militar justificado. Y nadie ha respondido por ello.

30.000.000 de desplazados y 60.000.000 de muertos (que los ceros asustan más que las palabras) en una guerra donde los malos (el Eje) realizaron barbaridades, con una de las mayores pesadillas de la Historia, el Holocausto. Pero lo que fue, así lo pienso aunque suene bíblico, del bien contra el mal, todos debemos mirarnos ante el espejo y ver que no hay héroes impolutos (aunque sí asesinos sin escrúpulos) y que, principalmente, ni todo es negro ni todo es blanco. Es todo una gran mancha gris.

martes, 3 de noviembre de 2009

Las elecciones de 2009 (III): El 23º Distrito de Nueva York y la guerra civil republicana

Todo lector de este blog sabe que el fundador del mismo es un enamorado de la política norteamericana. Uno de los motivos es que, con todos sus defectos, se trata de un sistema más demócratico que el español. Véase como ejemplo el caso que vamos a comentar ahora: la elección parcial al 23º Distrito de Nueva York a la Cámara de Representantes.

Como muchos lectores ya sabrán, la Cámara de Representantes de Estados Unidos tiene 435 representantes, divididos de manera más o menos proporcional entre los 50 Estados de la Unión (a Nueva York le corresponden 29 distritos), que se someten a elecciones como mínimo cada dos años, a menos que un congresista fallezca o abandone su escaño, en cuyo caso se celebran elecciones parciales.

Eso es lo que ha ocurrido en el 23º Distrito de Nueva York, un distrito más bien rural que abarca el Norte del Estado y que lleva votando al Partido Republicano desde la fundación del mismo en 1854:



La situación acabó siendo tan humillante para Scozzafava, abandonada por su propio partido (con la notable excepción de Newt Gingrich), que el sábado Scozzafava anunció que abandonaba la carrera electoral, y el domingo (y aquí está la bomba), recomendó a sus votantes que apoyaran al candidato demócrata, Bill Owens.

Se trata de una situación fascinante: las bases conservadoras del Partido Republicano han obligado a un candidato moderado a abandonar en favor de un candidato mucho más conservador (dicho sea de paso: es lo que hubiera pasado de haberse celebrado unas primarias). Para ser justos, Hoffman, aunque es muy conservador, todavía puede ser un candidato adecuado para su distrito (aunque sospecho que no sacará nunca el 65% de votos que solía sacar su antecesor, que era algo más moderado que él -como lo prueba el hecho de que ahora trabaja para Obama).

¿Qué nos dice esto de cara a las elecciones del año que viene? Los pocos republicanos moderados que quedan a nivel federal (las dos Senadoras de Maine, y especialmente los 5 a 10 congresistas republicanos moderados que se enfrentan a la reelección el año que viene) se encuentran en una situación crecientemente difícil: presionados por una base muy conservadora que no quiere negociar con Obama y los demócratas, sino que se les plante cara, pero representando a Estados y distritos demócratas, se hallan ante un equilibrio sumamente precario de mantener.

Mi opinión personal, conocida por los lectores del blog, es que creo que es un error intentar que todos los candidatos republicanos en todos los distritos de Estados Unidos sean conservadores ortodoxos, simplemente por cuanto eso conducirá a mantener a los republicanos en un estado de minoría perpetua. Durante los gloriosos años de Reagan, el caucus republicano incluía, por supuesto, a una mayoría de conservadores, pero también a algunos republicanos moderados e incluso liberales de peso (Senadores como Lowell Weicker, de Connecticut, William Roth, de Delaware, Alan Simpson, un republicano sorprendentemente moderado de Wyoming, o el propio Barry Goldwater, de Arizona, que tras sus inicios como conservador furibundo se moderó profundamente en los 80, y congresistas como Jim Leach, del Distrito 1º de Iowa o Connie Morella, del 8º Distrito de Maryland).

El esfuerzo por alcanzar la uniformidad ideológica perjudica al Partido Republicano incluso en una nación tan conservadora como Estados Unidos, porque las encuestas muestran que sólo un 40% de los norteamericanos se califican como conservadores, y con un 40% no se ganan elecciones. Evidentemente, el Partido Republicano siempre tendrá más conservadores que moderados, igual que el Partido Demócrata tendrá más liberales que centristas, pero aún así una de las claves del éxito demócrata en 2006 y 2008 fue el rechazo a efectuar tests de pureza ideológica a sus candidatos (con alguna excepción, como Joe Lieberman, y ahora lo están pagando con sangre), y un esfuerzo profundo en conseguir que los candidatos se ajustaran a los distritos a los que representan (gente como Bobby Bright, del 2º Distrito de Alabama o Ben Nelson, el Senador de Nebraska que se presentó a la reelección en 2006). Por supuesto, el hecho de que el Partido  Demócrata tenga más diversidad ideológica hace que sea más difícil establecer políticas coherentes, pero eso es inevitable en un sistema político como el norteamericano, donde es imposible gobernar con una mayoría ideológicamente monolítica, porque el país simplemente no lo permite, ni siquiera para los conservadores).

En fin, veremos. El día puede acabar muy mal para los demócratas (perdiendo Virginia, New Jersey, y fracasando en el intento de conquistar por primera vez el 23º de Nueva York) o moderadamente mal (perder Virginia, salvar New Jersey y conquistar el 23º). Obama se ha empeñado personalmente en salvar New Jersey, ha enviado a Biden para la batalla del 23º y hace semanas que dio por perdida Virginia. Veremos qué tal les va a unos y a otros, cuál es la participación y qué grado de enfado tienen los republicanos conservadores y si les hace acudir a las urnas más que a los demócratas.

(N.B.- Por completar: Bloomberg será reelegido sin problemas alcalde de Nueva York por tercera vez consecutiva, el vicegobernador de California pasará a ser congresista por el 10º Distrito de California y no sabemos si el matrimonio gay será ilegalizado por los votantes en Maine. Ésas son las otras tres elecciones de interés este año. Bueno, y varias alcaldías de peso, como Atlanta, Boston, Los Ángeles, etc. Pero tampoco vamos a entrar en la micropolítica).

lunes, 2 de noviembre de 2009

Las elecciones de 2009 (II): New Jersey

Siguiendo con nuestro análisis de las elecciones de 2009, pasamos a examinar la otra gran batalla del martes, la pelea por el cargo de gobernador del Estado de New Jersey:


New Jersey es un Estado bastante escorado hacia los demócratas a nivel federal (el último candidato presidencial republicano que ganó el Estado fue George Bush padre en 1988), pero a nivel estatal es algo más competitivo (los republicanos ganaron las elecciones a gobernador en 1981, 1985, 1993 y 1997, con dos candidatos moderados: Thomas Kean y Christine Todd Whitman).

En principio, las perspectivas republicanas para 2009 eran muy buenas: los últimos ocho años de gobierno demócrata han sido tremendamente convulsos: el gobernador elegido en 2001, Jim McGreevey, tuvo que dimitir por un escandalazo: tuvo una aventura homosexual (McGreevey estaba casado con una mujer y tenía una hija) con un israelí al que nombró asesor de seguridad del Estado. Como se pueden imaginar los lectores, la que se armó en New Jersey fue algo para recordar (la combinación aventura homosexual + tráfico de influencias fue pasto de la prensa del Estado durante meses).

Para salvar la mansión del gobernador de los republicanos, el entonces Senador demócrata (en el Senado federal), Jon Corzine, un banquero multimillonario, se presentó a las elecciones de 2005, en las que triunfó, aunque gastando una cantidad desorbitada de dinero.

Sin embargo, los cuatro años de Corzine no han sido mejores: el Estado de New Jersey ha sufrido como el que más la crisis económica, la corrupción endémica del Estado (no olvidemos que Los Soprano son de allí) ha llevado a redadas cómicas (como el arresto de un grupo de rabinos involucrados en tráfico ilegal de órganos). Corzine mismo ha sido un gobernador mediocre y con un estilo más bien despótico (tuvo un accidente de tráfico tremendo que casi lo mata por no llevar cinturón de seguridad, que nadie se atrevió a sugerirle que se pusiera). Sus antecedentes como banquero de Wall Street no le hacen exactamente el candidato más adorable en una economía tan mala como la actual.

Y sin embargo..., sin embargo Corzine está teniendo mucha suerte en esta campaña. Los republicanos nominaron a un fiscal del Departamento de Justicia, Chris Christie, que en principio tenía un currículum excelente para hacerle competitivo en esta campaña. Pero Christie ha resultado ser un mal candidato: ha tenido diversos pequeños escándalos sobre mal uso de fondos de campaña, y se ha dejado enredar por la campaña de Corzine sobre una cuestión tan trivial como el hecho de que es gordo (y ya sabemos, como hemos dicho muchas veces en este blog, que los gordos no suelen ser elegidos a nada).

Pero aún con todo, Christie hubiera sido el claro favorito para la victoria de no haber sido por la presencia de una rareza: un candidato independiente relevante: Chris Daggett, un consultor en materia medioambiental que ha conseguido colarse en la campaña y llegar a la recta final con posibilidades de obtener un resultado que le hará decisivo. Daggett, un republicano más bien liberal, se dio cuenta de que con un gobernador demócrata impopular, y un candidato republicano algo más conservador de lo habitual para poder ganar en New Jersey, un centrista podía tener una oportunidad de ganar. Eso no se ha revelado cierto (básicamente porque a Daggett le ha faltado dinero para poder hacer que su nombre fuera conocido en el Estado), pero sí se puede ver cómo Daggett ha tenido un claro impacto en las encuestas:



Daggett (que recibió el apoyo del principal periódico de New Jersey, el Star-Ledger) ha subido durante las últimas semanas a costa principalmente de Christie. En la recta final parece haberse desinflado un poco, y habrá que ver si sus seguidores llegan a votarle en las urnas o si finalmente le abandonan en favor de uno de los dos candidatos con posibilidades de ganar.

Por otra parte, las encuestas reflejan que Corzine no tiene mucho margen de subida: incluso si los indecisos se decantan por él, es difícil que sobrepase el 45% de los votos. Su única esperanza es que Daggett aguante y le quite votos republicanos de centro a Christie (necesita como mínimo que Daggett se mantenga en el 10%, si no más), y que la tendencia general demócrata del Estado le empuje a una victoria por la mínima.

Obama, que sabe que Virginia está perdida para los demócratas, está dando el do de pecho en New Jersey, a donde ha acudido ya a apoyar a Corzine, lo que hará al menos una vez más antes del martes. Obama necesita una vez más estimular al mayor número posible de votantes (el año pasado 3.877.000 personas votaron en las presidenciales, mientras que en 2005 sólo 2.173.000 personas votaron en las elecciones a gobernador) a fin de conseguir que la mayoría demócrata del Estado salve los muebles reeligiendo a un gobernador impopular, de manera tal que la prensa se trague que los resultados del martes son un empate (lo que no es cierto: los demócratas ostentan el cargo de gobernador tanto en Virginia como en New Jersey, así que "ganar", técnicamente, sólo puede ser mantener ambas mansiones. Perder una es ya una derrota).

Otra cosa interesante es el hecho de que haya una escisión cada vez más profunda entre la rama conservadora y la rama moderada del Partido Republicano. Pero un comentario extenso sobre esta cuestión lo reservamos para el próximo post, donde hablaremos del extraño caso de las elecciones al 23º Distrito de Nueva York en la Cámara de Representantes, donde hay una auténtica guerra civil republicana.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Las elecciones de 2009 (I): Virginia

Los años impares son electoralmente más bien aburridos en Estados Unidos, porque se celebran comparativamente pocas elecciones. En el año posterior a unas elecciones presidenciales, se celebran, de hecho, tan solo dos elecciones relevantes: las elecciones a gobernador de Virginia y de New Jersey, que este año se celebrarán el primer martes después del primer lunes de noviembre, esto es, este martes 3 de noviembre. También se celebran ese mismo día las elecciones a la alcaldía de Nueva York, que son importantes aunque sólo sea porque New York es una ciudad con más población que muchos de los Estados norteamericanos.

Por último, ese mismo día se celebran, por pura coincidencia, dos elecciones parciales a la Cámara de Representantes, motivadas por el nombramiento para puestos en el Gobierno de dos congresistas (una demócrata y un republicano) que han dejado, por lo tanto, sus escaños vacantes. Los Gobernadores de California y el Estado de Nueva York han fijado como fecha para la celebración de dichas elecciones parciales el día de las elecciones de Virginia y New Jersey.

Éstas últimas reciben tradicionalmente un interés desmesurado por parte de la prensa política norteamericana porque son las únicas elecciones de cierto peso que llevarse a la boca entre las presidenciales y las primeras elecciones de medio mandato, y porque se trata de Estados relativamente importantes. Este año, como cada ocho años, estas elecciones se van a utilizar para medir el grado de contento o descontento de los ciudadanos con el Presidente por parte de los "pundits" (los comentaristas políticos), aunque como veremos, en realidad pocas conclusiones se pueden extraer de las mismas a nivel nacional.

Empecemos por Virginia:

El candidato republicano es el exfiscal general del Estado, Bob McDonnell, y el candidato demócrata es un Senador estatal (es decir, un miembro del Senado de Virginia), llamado Creigh Deeds.

Antes de analizar a los candidatos en sí, repasemos algunos datos muy interesantes y/o pintorescos:

1) Virginia no había votado por un candidato demócrata a la Presidencia desde 1964 hasta que Obama volvió a ganar el Estado en 2008, lo que hizo que numerosos comentaristas dijeran que el Estado había pasado de "red" (republicano) a "purple" (en disputa). Sin embargo, la victoria de Obama se basó en una participación masiva de la minoría negra (20% de la población de Virginia) y un fuerte incremento de los votantes jóvenes, factores que simplemente no se van a reproducir en estas elecciones, en las que la participación va a ser mucho más reducida, y lo más importante es el grado de entusiasmo de los votantes de uno y otro bando (para hacerse una idea: en las elecciones del año pasado votaron 3.723.000 personas en Virginia, y en las últimas elecciones a gobernador del Estado votaron tan sólo 1.984.000 personas).

2) Por si ello fuera poco, Virginia lleva más de 30 años mostrando una característica muy peculiar: desde las elecciones de 1977, Virginia lleva eligiendo como gobernador de manera sistemática a un candidato del partido opuesto al que gobierna la Casa Blanca. En efecto, por increíble que parezca, en 1977, con Carter en el Gobierno, los virginianos eligieron a un republicano como gobernador, mientras que en 1981, 1985 y 1989 (durante los años triunfantes de la revolución conservadora de Reagan), los virginianos eligieron a  anda menos que tres gobernadores demócratas distintos -Virginia tiene una peculiaridad adicional: sus gobernadores sólo pueden ejercer mandatos de cuatro años no consecutivos-. En su afán por llevar la contraria al resto del país, en 1993 y 1997, durante los años de Clinton los virginianos eligieron a dos republicanos como gobernadores. Y ya en el colmo de los colmos, en 2005 y, de manera increíble, en noviembre de 2001 (tras el atentado del 11-S, y con un presidente Bush con una popularidad de casi el 90%), los virginianos eligieron una vez más a sendos demócratas como gobernadores. En otras palabras: con un presidente demócrata en la Casa Blanca, lo normal es que los virginianos escojan a un republicano, porque es lo que llevan haciendo en las últimas ocho elecciones desde 1977.

3) Y eso es lo que va a pasar: todas las encuestas indican que Bob McDonnell va a derrotar a Deeds con gran claridad. McDonnell, con una familia modélica, y que ha realizado una campaña digna y sobria, se ha visto beneficiado, por supuesto, del hecho de que la base republicana está más entusiasmada en infligirle una derrota a los demócratas que lo contrario (es un fenómeno humano curioso pero cierto que en política, siempre parece haber un momento en que las victorias dejan ahíto al bando vencedor, y eso es lo que parece haberle pasado a los demócratas tras el ciclo 2006-2008). McDonnell no se ha visto perjudicado por la publicación de la tesis doctoral que escribió en 1989, a los 35 años, en la que abogaba por la legalización del "covenant marriage" (un tipo de matrimonio que hace más restrictivas las causas de divorcio) y argumentaba que "las mujeres trabajadoras y las feministas son perjudiciales (detrimental) para la familia" (sé lo que quería decir: el hecho de que los dos progenitores trabajen es un reto para que la familia funcione -aunque no sé que tienen que ver las feministas en esto-, pero la forma de expresarlo parece sumamente torpe).

Por su parte, Creigh Deeds ha hecho una campaña mediocre. Deeds, que es un demócrata bastante moderado (pro-armas, pro-pena de muerte) y del oeste del Estado (es decir, del área conservadora de Virginia) no sólo no ha conseguido hacer mella en su oponente, sino que ha perdido impulso de manera muy visible en las últimas semanas (cuando le preguntaron sobre si subiría o bajaría los impuestos como gobernador dio una respuesta muy floja, que le ha hecho mucho daño en spots publicitarios republicanos). Basta con observar la evidente evolución de las encuestas en las últimas semanas para ver quién va a ganar:




La Casa Blanca, con notable mala leche, ha filtrado ya al Washington Post una historia explicando que Deeds ha fracasado por no conectar con la base de votantes de Obama del año pasado. Con franqueza, no sé si Deeds tenía algún camino para la victoria: el hecho evidente de que su Estado lleva tantos años votando como gobernador al candidato contrario al del partido ocupante de la Casa Blanca pesa como una losa, y en todo caso, Virginia llevaba ocho años eligiendo a demócratas para el cargo.

Esta derrota de Deeds supondrá el final de su carrera política al máximo nivel (supongo que seguirá en el Senado de Virginia), porque hace cuatro años ya perdió las elecciones a fiscal general de Virginia por 323 votos contra cierto republicano llamado... Bob McDonnell (sí, el mismo republicano que le va a ganar ahora).

Pero lo importante es que la reconquista de la mansión del gobernador de Virginia será la primera victoria republicana en la era de Obama. Veremos si los demócratas consiguen salvar los muebles en New Jersey y una victoria en el 23º Distrito electoral de Nueva York para compensar. De ellos hablaremos en los siguientes posts.