lunes, 18 de enero de 2010

'Ángulo de reposo'

Hay pocas cosas más deliciosamente gratificantes que encontrarse con una sorpresa literaria. Hay mucho que leer y muy poco tiempo disponible, así que los aficionados a la lectura suelen (solemos) intentar ir sobre seguro con sus compras.

Yo, por ejemplo, hace tiempo que decidí que mis lecturas de ficción iban a estar circunscritas, en un alto porcentaje, a la novela clásica del siglo XIX (que casi nunca me falla) y al género negro. De hecho, las obras contemporáneas me han decepcionado en tantas ocasiones (incluso entre los más famosos libros del siglo XX, hay pocos que me hayan emocionado realmente) que sólo leo aquellos títulos muy-muy recomendados por crítica o amigos. Sin embargo, muy de vez en cuando, uno acude a la librería con la intención de dejarse seducir por una portada atractiva, un título sugerente o la opinión de un buen librero (normalmente esos intentos acaban en desastre, con el libro colgado en la página 100).

Algo así me ocurrió estas Navidades. Un amigo me regaló 2666 de Roberto Bolaño, pero ya lo había leído (un ejemplo de libro actual de culto que dejé a mitad de camino). Como no iba a desperdiciar el obsequio, me planté armado con el ticket regalo ante la mesa de novedades de La Casa del Libro, dispuesto a coger algo que me llamase la atención. Había varias cosas interesantes, desde un volumen con todos los relatos del Padre Brown a Los demonios. Sin embargo, la casualidad hizo que me fijase en un grueso ejemplar naranja de Libros del Asteroide con un título que no me gustaba nada Ángulo de Reposo (de Wallace Stegner, premio Pulitzer en 1972).

En la contraportada leí que la novela está basada "en la vida de Mary Hallock Foote, una de las primeras artistas del Oeste americano" y que retrata "el esfuerzo que tuvieron que hacer las gentes del Viejo Mundo para enfrentarse a una nueva realidad geográfica, histórica y humana". Me acordé de este blog y pensé que, por aburrido que fuera el libro, al menos me daría una idea para un post.

Hace unos días lo terminé y me ha dado muchísimo más... También ha hecho que recuerde por qué admiro tanto a EEUU: porque fue creado por gente como Susan Burling y Oliver Ward (tendréis que leer el libro si queréis saber quiénes son).

Stegner, el hijo de unos escandinavos que nació en Iowa en 1909, dibuja el retrato de un país, de una sociedad y de unos soñadores que nunca volverán. Nunca más una sociedad moderna, como ya eran Europa y la costa este en 1850, se lanzará a la aventura de conquistar lo desconocido. Ya no hay lo desconocido (al menos en este planeta). Pero siempre nos quedará la historia de unos tipos apoyados en su ética, en su amor por la familia y en la palabra de los amigos; unas mujeres e hijos obligados a perder sus comodidades bostonianas o neoyorquinas a cambio de un sueño que no se sabía si existía; un código legal con un único artículo, sellado en un apretón de manos; unos miserables que no eran capaces de mirar a los ojos a sus vecinos porque temían que en el fondo de su mirada se descubrirían sus mentiras; una Costa Este que no tenía claro si debía sentir miedo o curiosidad hacia lo que se abría ante ella; un horizonte infinito en el que cabían las vidas de todos los desheredados del mundo.

Según su ficha, Wallace Stegner murió en 1993. Más o menos por las mismas fechas debería haber fallecido Lyman Ward, el alter ego del autor, que nos conduce, a través de las cartas de su abuela Susan hacia las minas de California, las haciendas mejicanas y las praderas de Idaho. Cada vez van quedando menos como Wallace-Lyman. Dentro de poco, no habrá ninguno, no sólo que viviera aquello, sino que ni siquiera haya oído a su abuelo contárselo en una tarde de verano. Nos quedarán sólo los libros como Ángulo de reposo... y la ilusión de que nosotros también conocimos a Oliver Ward y que él nos explicó un día por qué decidió que merecía la pena vivir cinco años en una cabaña, arriesgar el amor de su mujer y poner en peligro la vida de sus hijos sólo para construir un pedacito de un país que ya no recuerda bien cómo y por qué llegó a ser como es.

Posdata: después de acabar el libro pensé que no tenía ni idea de si Stegner era demócrata o republicano (su novela no te da ninguna pista, ninguno de esos clásicos clichés que lo sitúan en uno u otro lado de la línea). No lo he buscado en internet. Me da igual.

viernes, 15 de enero de 2010

¡Es la economía, estúpido!

Existe una tesis ampliamente difundida en círculos conservadores según la cual la creciente pérdida de popularidad de Obama y del Partido Demócrata se debe a su "agenda radical", a su "socialismo", o a sus políticas de "extrema izquierda".

Dado que cualquier observador medianamente objetivo sería incapaz de definir una sola política adoptada por la Administración Obama que responda a esas características (ni siquiera la reforma sanitaria, que lo único que hace es trabajar dentro del sistema para incluir en el mismo a entre 30-35 millones de norteamericanos carentes de seguro médico), es evidente que la pérdida de popularidad del Presidente y de su Partido ha de deberse, esencialmente, a otros motivos.

Y esos "otros motivos" son muy fáciles de definir. En dos palabras: se llaman "crisis económica". U otras dos: "desempleo galopante".

Daniel Indiviglio, en The Atlantic, nos da toda la información necesaria para entender la situación económica de Estados Unidos en materia de desempleo a día de hoy.

En primer lugar, ésta es la evolución del desempleo entre Diciembre de 2007 y Diciembre de 2009:

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Como es de ver: el desempleo antes del inicio de la recesión estaba en torno al 5%. Cuando George W. Bush abandonó el cargo en enero de 2009 estaba aproximadamente en torno al 7,5%. A lo largo del año pasado aumentó hasta el 10%.

Es decir, que en apenas 20 meses el desempleo en Estados Unidos se ha duplicado.

Esas cifras ya serían preocupantes, pero en mitad del análisis de Indiviglio uno encuentra cifras todavía más preocupantes: el 10% de desempleo en el que se encuentra ahora Estados Unidos no incluye a aquellas personas ("discouraged workers") que han dejado de buscar trabajo ni a aquellos que encuentran sólo trabajo ocasional, ni a los que sólo encuentran trabajo a tiempo parcial. Si añadimos a los primeros, el desempleo asciende al 11,4%. Si añadimos a los segundos, alcanzamos el 17,3% de la población. Como dice Indiviglio en su excelente resumen, eso significa que una sexta parte de los norteamericanos carecen de un empleo a tiempo completo.

Esto nos puede parecer poco en España, donde tenemos un 18% de desempleo real (3.923.000 personas) más un 1.200.000 personas en cursos de formación (desempleados reales pero que por algún motivo ignoto no entran dentro de las listas de desempleados), pero en Estados Unidos, acostumbrado a un desempleo bajo, son cifras realmente demoledoras, no vistas desde la recesión de 1982.

Es irrelevante que la crisis se originara durante la Administración anterior. Es irrelevante que la mitad de los empleos se perdieran durante la Administración anterior. Los votantes (especialmente los votantes poco ideologizados, ese 10-15% que pueden cambiar de voto en unas elecciones presidenciales) miden el éxito o fracaso de una Administración presidencial, esencialmente, por cómo les afecta a los bolsillos y por su capacidad de conservar o recuperar su empleo.

No digo que otras circunstancias no sean relevantes: Jimmy Carter perdió las elecciones de 1980 no sólo por la recesión económica de finales de los 70, sino también por su fracaso en la crisis de los rehenes iraníes. Pero me atrevo a decir que el factor decisivo fue el primero, no el segundo. Prueba ulterior de esta tesis es que George Bush padre, uno de los Presidentes con mayores éxitos en materia de política exterior de la historia del país (la caída del comunismo en Europa del Este, la implosión de la URSS, la victoria sobre Irak en la primera Guerra del Golfo), no consiguió hacer valer esos triunfos ante la (moderada) recesión económica de 1991-1992. Y John McCain no consiguió ganar las elecciones de 2008 esencialmente porque el paro había aumentado en un 40% en los seis meses anteriores a éstas, y la culpa era de la Administración de su partido.

Lo cierto es que el paro en Estados Unidos está en el 10%. Lejos de disminuir desde el inicio de la Presidencia de Obama, ha aumentado en un 25% (del 7,5% al 10%).

Para poner esto en vidas humanas afectadas, eso significa 15,3 millones de norteamericanos parados (y eso si una vez más no incluimos a los 2,5 millones que han dejado de buscar empleo, o a los 9 millones que sólo encuentran empleo a tiempo parcial). En total, unos 27 millones de norteamericanos están desempleados o subempleados.

No hay Presidente que resista estas cifras de desempleo incólume. Ya en su día hablamos en el blog del mito del teflón de Ronald Reagan y sus consecuencias para Obama (en particular, aquí y aquí). Voy a cometer el pecado (menor) de citarme a mí mismo en el segundo de los posts que dediqué a esa cuestión:

"No quiero decir con esto que el desempleo sea la única variable para medir la impopularidad presidencial (el Partido Demócrata sufrió una gravísima derrota en 1994 a pesar de que el desempleo estaba bajando), pero lo que sí es incontrovertible es que en un contexto de destrucción de empleo como el presente, es inevitable que la popularidad de Obama se resienta tan gravemente como le ocurrió a Reagan en 1982, o a Carter en 1980 o a George Bush Sr. en 1992. Y frente a esto no hay retórica ni carisma que valgan para mejorar la situación. La única forma de mejorar sustancialmente la popularidad del presidente es mediante la recuperación económica. Si Obama consigue reducir claramente el desempleo antes de noviembre de 2010, los demócratas no sufrirán mucho en las elecciones de medio mandato. Y si consigue reducirlo antes de noviembre de 2012, sus posibilidades de reelección son casi ciertas."

Esto se escribió en septiembre pasado. Dado que desde entonces el desempleo no sólo no ha descendido, sino que ha continuado aumentando (bien que ligeramente), las perspectivas del Partido Demócrata de cara a Noviembre son más bien ominosas (especialmente porque cuesta mucho más crear empleo que destruir empleo). Las de Obama son algo mejores, por cuanto él no se vuelve a presentar a las urnas hasta noviembre de 2012.

La única esperanza para los demócratas, realmente, es que la evolución de la destrucción de empleo parece mostrar que ésta está llegando a su fin (aunque los datos de Diciembre, en ese sentido, fueron un jarro de agua fría). Vuelvo a citar el artículo de Indiviglio:

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Del gráfico anterior parece deducirse que la economía norteamericana probablemente empiece a crear empleo a partir del segundo trimestre de este año. Sin embargo, insisto: si en noviembre de 2010 el paro no ha descendido sustancialmente (o sea, a los niveles pre-Obama, al menos, lo que creo que es absolutamente imposible), los demócratas se pegarán un buen batacazo en las elecciones de medio mandato. Y desde luego si para noviembre de 2012 Obama no ha conseguido que la economía remonte al menos a los niveles pre-Obama (7,5% de desempleo, aunque posiblemente sería necesario reducirlo aún más para que Obama tenga buenas posibilidades de reelección), éstas se encontrarán francamente comprometidas.

Es posible, sin duda, que otros eventos puedan distorsionar la popularidad presidencial (un grave atentado terrorista o la captura de Bin Laden, por citar un evento malo y uno bueno), pero debo remachar una vez más, para incredulidad de personas fuertemente ideologizadas, que la victoria o derrota de Obama en 2012 se determinará esencialmente en el terreno económico (dicho sea de paso, igual que la casi segura derrota de Zapatero en ese mismo año en nuestro país).

Para los incrédulos a quien mi argumentación (y mis datos, que es lo más importante), no les resulten convincentes, les dejo este artículo de Jonathan Chait en The New Republic, que ha sido la inspiración para este mío, y que añade todavía más datos para hacer más sólidos todavía nuestros mutuos argumentos (incluidos dos bonitos gráficos que me reafirman todavía más en todo lo que llevo escrito sobre el particular).

Actualización: Jonathan Chait insiste en su argumento aquí y aquí (me complace decir que Chait y yo hemos pensado al mismo tiempo pero por separado en Carter y Bush Sr. como buenos ejemplos de nuestra tesis)

lunes, 11 de enero de 2010

La semana en Washington: retiradas demócratas- de lo malo a lo peor

Resulta curioso como cambian las cosas en un año: a principios de 2009 el Partido Demócrata estaba a pocas semanas de la inauguración de Barack Obama, y acababa de inaugurar expandidas mayorías tanto en el Congreso como en el Senado. Los demócratas estaban exultantes y optimistas.

Por contra, el Partido Republicano acababa de salir de serias derrotas en las presidenciales y en las elecciones al Congreso y al Senado y sus ánimos, ante la perspectiva de cuatro años de Obama, eran muy bajos.

Un año después, las tornas han cambiado: los republicanos, empujados por sus victorias en las elecciones a gobernador de Virginia y New Jersey y aupados por una crisis económica que se inició bajo su mandato pero que cada día más y más ciudadanos consideran responsabilidad, cuanto menos compartida, del actual Presidente y del Congreso y Senado demócratas, encaran 2010, y en particular las elecciones de medio mandato de noviembre de 2010, con singular optimismo.

Prueba de que los demócratas consideran que sus perspectivas para noviembre son sombrías está en el ominoso hecho de que este miércoles pasado nada menos que cuatro primeros espadas demócratas anunciaron su retirada: los senadores Christopher Dodd, de Connecticut, y Byron Dorgan, de Dakota del Norte, el gobernador Bill Ritter, de Colorado, y el vicegobernador de Michigan, John Cherry (que aspiraba a ser gobernador este año).

Hay tres lecturas diferentes que hacer sobre estas cuatro retiradas:

1) En primer lugar, el efecto óptico que produce en el seno del propio partido el hecho de que estas cuatro personas, todas las cuales aspiraban a la reelección (o en el caso de Cherry, al ascenso) en noviembre, se retiren a sus casas, es nefasto para otros congresistas, senadores o candidatos en general que se presenten este noviembre. Revela que todos estos políticos sentían que sus posibilidades de ganar en 2010, en el actual clima, eran mínimas, y que en líneas generales, de cara a dichas elecciones es mejor ser republicano que demócrata, lo que puede conducir a otros demócratas a retirarse anticipadamente.

Las elecciones de medio mandato tienden a ser malas, por sistema, para el Partido en la presidencia (en especial en el Congreso, donde hay elecciones cada dos años y los congresistas se ven gravemente afectados por los vaivenes de la opinión pública). En las 25 elecciones de medio mandato de los últimos cien años, el partido que ocupaba la Presidencia ha ganado escaños en el Congreso exactamente en tres (1934, 1998 y 2002, para quien tenga curiosidad). En el Senado la correlación no es tan acusada pero sigue siendo muy significativa (el partido que ocupaba la Presidencia ha ganado escaños en cinco de las últimas veinticuatro elecciones de medio mandato- 1914, 1934, 1962, 1970 y 2002), así que las perspectivas para los demócratas en 2010 son más bien malas.

2) Dicho esto, y analizando las retiradas en concreto, algunas de ellas no son tan malas para los demócratas. En concreto, la retirada de Dodd en Connecticut es una buena noticia. Dodd era notablemente impopular en Connecticut por una serie de corruptelas (favores financieros que había recibido en su hipoteca, en particular) que se descubrieron entre 2007 y 2009 y todas las encuestas mostraban que Dodd iba por detrás en las encuestas frente a sus posibles rivales republicanos. Retirado Dodd, ha sido sustituido como candidato inmediatamente (no exagero: a las pocas horas) por Richard Blumenthal, el "eterno" fiscal general de Connecticut (lo es desde 1990, nada menos), un político extremadamente popular en su Estado, y que, salvo catástrofe, será elegido cómodamente (las primeras encuestas muestran a Blumenthal ganando por un mínimo de 23 puntos, incluso en Rasmussen, que últimamente tiene un sesgo republicano algo acusado).

La retirada de Ritter en Colorado es similar a la de Dodd en cuanto al hecho de que su popularidad se ha resentido gravemente en 2009 (en general, ha ocurrido con la mayoría de gobernadores, demócratas o republicanos, debido a las pésimas circunstancias económicas en los distintos Estados). Las encuestas mostraban una vez más que Ritter perdía en todas las posibles permutaciones con los distintos candidatos republicanos, así que ha decidido retirarse antes que sufrir una derrota. Queda por ver si su posible sustituto, el alcalde de Denver, John Hickenlooper, tendrá mejores posibilidades de victoria, aunque es muy posible que así sea (el área metropolitana de Denver alberga al 50% de la población del Estado). La retirada de Ritter es, al menos por ahora una noticia neutra, ni positiva ni negativa, para los demócratas.

Nota al margen: es sorprendente el número de retiradas no forzosas que se están produciendo de cara a noviembre de 2010- hasta ahora cuatro gobernadores republicanos (Minnesota, Vermont, Connecticut y Florida) y tres demócratas (Colorado, Kansas y Wisconsin) han anunciado que no se presentarán a la reelección cuando podían hacerlo.

En cuanto a Cherry, el anuncio del vicegobernador de Michigan de que renuncia a su campaña para ser elegido Gobernador del Estado es otra noticia ambigua: Cherry se ve lastrado por la gran impopularidad de la gobernadora saliente, la demócrata Jennifer Granholm (hay que recordar que Michigan es el Estado más castigado por la Gran Recesión- Detroit lleva una década sumida en la recesión por la crisis de la industria automovilística). Cherry iba a perder de todos modos, pero lo que yo no acabo de ver es qué demócrata puede ganar en Michigan. Los ocho años de gobierno demócrata en el Estado han sido espantosos, y el Estado tiene el desempleo más elevado de todo el país. Obama ganó en Michigan porque los votantes le echaron la culpa a los republicanos del desastre de los últimos ocho años a nivel federal, pero a nivel estatal la responsabilidad es de los demócratas. Así que Michigan es una de las dos o tres mejores oportunidades que tienen los republicanos para ganar una gobernaduría este noviembre (de aquí a unos meses dedicaremos un post entero a la apasionante cuestión de las elecciones a gobernador de 2010).

3) Lo que es una catástrofe sin paliativos para los demócratas es la retirada de Byron Dorgan en Dakota del Norte. Dorgan lleva cuarenta años en la política de su Estado: Comisario de Impuestos desde 1969, congresista (único) entre 1980 y 1992, y Senador desde entonces, Dorgan es más liberal que su Estado (que no ha votado demócrata en unas presidenciales desde 1964), y será sustituido sin lugar a dudas por el popular gobernador republicano del Estado, John Hoeven, este noviembre, por lo que los demócratas ya pueden dar por perdido este escaño (salvo milagro).

La retirada de Dorgan es terrible por cuanto cómo se puede leer en diversos blogs políticos, la conclusión que un demócrata que se encuentre en un distrito o Estado conservador y afronte una elección en 2010 sólo puede ser la siguiente :¿si un hombre como Dorgan, honesto, trabajador, y que es popular en su Estado, al que lleva sirviendo cuarenta años, cree que iba a perder las elecciones este noviembre, qué me puede acabar pasando a mí?.

En resumen: el año empieza con perspectivas verdaderamente ominosas para los demócratas, y como ya hemos dicho varias veces en este blog, todo depende de la economía: si el paro no empieza a descender muy significativamente a lo largo de este año, las elecciones de noviembre serán muy malas para los demócratas. Y si, como predicen algunos de los economistas más pesimistas, la recuperación económica de los próximos años no se traduce en crecimiento de empleo, y para 2012 continuamos en torno al 10% de desempleo, Obama no será reelegido.

Esta reflexión es tan trascendental que le hemos de dedicar un post específico en los próximos días.