domingo, 30 de agosto de 2009

La designación de Sonia Sotomayor: un análisis del voto en el Senado

El pasado 6 de agosto el Senado aprobó la designación de Sonia Sotomayor como la primera Juez hispana del Tribunal Supremo, con 68 votos a favor y 31 en contra (Ted Kennedy, gravísimamente enfermo, como se ha visto con posterioridad, no acudió a la votación).

(El listado de votos a favor y en contra se puede consultar aquí.)

Los 68 votos a favor se repartieron del siguiente modo: 59 demócratas (todos menos Kennedy) y 9 republicanos. Los 31 votos en contra fueron todos republicanos.

La votación de Sotomayor continúa un precedente muy peligroso que se está imponiendo en el Senado desde hace algunos años: votación por parte de un número muy elevado de Senadores contra candidatos evidentemente preparados que no alterarán esencialmente la línea ideológica del Tribunal, simplemente por motivos de pureza ideológica.

Las nominaciones al Tribunal Supremo han sido en los últimos años y de manera creciente un núcleo encarnizado de batalla entre los dos grandes partidos, pero habitualmente ello tan solo ha ocurrido cuando había la clara percepción de que se iba a producir una corrección ideológica fuerte en la composición y dirección del Tribunal (por ejemplo, con la retirada de Lewis Powell en 1987) unido al hecho de que el Presidente fuera de un partido y la mayoría del Senado fuera de otro (una vez más, la situación que existía ante la retirada de Powell en 1987 o durante la nominación de Clarence Thomas en 1991).

Sin embargo, llevamos tres nominaciones seguidas (Roberts, Alito y ahora Sotomayor) en las que 22, 42 y 31 Senadores han votado en contra del nominado cuando éste estaba evidentemente capacitado para el cargo, cuando el Presidente y la mayoría del Senado eran del mismo Partido y (salvo quizá en el caso de Alito) cuando la nominación no alteraba sustancialmente el equilibrio existente en el Tribunal Supremo. Es una señal más de la preocupante ideologización del Senado.

Entrando en el análisis propiamente dicho del voto, lo dividiremos en tres categorías:

1) Demócratas: los demócratas, como hemos dicho, votaron todos a favor de Sotomayor (también había ocurrido en 1998). Quizá lo más interesante en relación con éstos sea apreciar el hecho de que varios de ellos se mantuvieron en silencio hasta el último momento: en particular Ben Nelson, de Nebraska (el demócrata más conservador del Senado) y Mark Begich (que es el Senador demócrata del Estado más republicano de entre los que tienen a un Senador demócrata). La Asociación Nacional del Rifle dijo que un voto a favor de Sotomayor bajaría la nota que anualmente otorga ésta a los Senadores (lo que era una medida de presión evidente especialmente para Begich, en un Estado lleno de cazadores y armas). Sin embargo, los demócratas conservadores no cedieron a la presión y votaron unánimemente por Sotomayor (es raro, de todos modos, que un Senador vote en contra de un candidato propuesto por un Presidente de su partido: en 2006 Lincoln Chafee, republicano de Rhode Island, fue el único miembro de su partido que votó en contra de Alito (cuatro demócratas votaron a favor), y en 1991, tan solo dos republicanos liberales votaron en contra de Clarence Thomas (10 demócratas votaron a favor).

2) Republicanos que votaron a favor de Sotomayor: tan solo nueve republicanos se armaron de valor para votar en favor de Sonia Sotomayor. Los podemos dividir en las siguientes categorías:

- Los "obligados": Olympia Snowe y Susan Collins, de Maine, en un Estado en el que McCain apenas alcanzó el 40% de los votos, no estaban por la labor de votar en contra de la primera mujer hispana (para ser justo con ellas, las dos anunciaron su apoyo muy pronto y en términos inequívocos, así que es muy probable que votaran en conciencia y sin sentirse presionadas por su electorado. Además, ya habían votado por ella en 1998, cuando fue designada Juez para el Tribunal de Apelaciones del Segundo Circuito Federal).

- Los "retirados": ¿es acaso casualidad que cuatro de los nueve republicanos que apoyaron a Sotomayor fueran Senadores que habían anunciado ya que se retiraban en 2010? Bond, de Missouri, Gregg, de New Hampshire, Martinez de Florida y Voinovich de Ohio comparten todos ese rasgo. Liberados de la presión de afrontar unas primarias por su flanco derecho, los cuatro Senadores han podido votar en conciencia: es posible que Voinovich hubiera votado por ella de todos modos (siempre ha sido moderado y está muy centrista últimamente) y Martinez, único Senador republicano hispano, jamás hubiera votado contra la primera Juez del Tribunal Supremo hispana, pero Bond y sobre todo Gregg siempre han sido Senadores conservadores (muy conservadores en el caso de Gregg, aunque había votado por ella en 1998) y es muy posible que hubieran votado en contra de ella de haber tenido que afrontar una primaria pocos meses después (es curioso como la retirada mueve a muchos Senadores -de ambos flancos- hacia el centro).

Incidentalmente, los otros dos Senadores republicanos que se retiran son Sam Brownback, de Kansas (que no se retira: simplemente se presenta a Gobernador de Kansas, por lo que ni en sueños iba a votar por Sotomayor, contra la que ya votó en 1998) y Jim Bunning, un archiconservador de Kentucky, un Estado con muy pocos hispanos, un bocazas que ha sido obligado a retirarse por su propio partido, dado que todas las encuestas le daban como perdedor en 2010.

- Los "valientes": tres Senadores en Estados tradicionalmente republicanos y con escasa población hispana han votado a favor de Sotomayor: Dick Lugar, de Indiana, Lamar Alexander, de Tennessee y Lindsay Graham, de Carolina del Sur.

Lugar probablemente no tenga mucho que temer de su voto: Senador desde 1976, en un Estado que se movió hacia el centro en 2008, votando por un demócrata por primera vez desde 1964. Lugar e Indiana están probablemente ahora exactamente en el mismo lugar ideológico: un conservadurismo moderado dispuesto a pactar con el Presidente (Lugar suele apoyar los nombramientos presidenciales al entender que forma parte de las prerrogativas del Ejecutivo escoger a sus colaboradores; ya votó por ella en 1998). Además, no tendrá que afrontar primarias hasta 2012.

Lamar Alexander le ha echado más valor: Tennessee es un Estado sureño muy conservador (probablemente más que él) que votó menos por Obama que por Kerry (en un contexto nacional general muy distinto) y aunque él fue gobernador del Estado y Secretario de Educación con Bush padre, Alexander se ha arriesgado bastante con su voto (probablemente el hecho de que no tiene que afrontar la reelección hasta 2014 le ha permitido votar en conciencia y con la razonable tranquilidad de que dentro de cinco años habrá otros muchos temas más candentes a discutir en una eventual primaria).

Todavía más valor le ha echado al asunto Lindsey Graham: el Senador republicano de Carolina del Sur siempre ha sido muy conservador, y ha votado a favor de Sotomayor en base a un principio muy noble pero muy arriesgado: "las elecciones tienen consecuencias". Como él mismo dijo durante la audiencia pública a Sotomayor en el Senado (es miembro del Comité Judicial), él no habría designado a Sotomayor, y tampoco lo hubiera hecho un Presidente republicano, pero había que aceptar que el Presidente tenía la potestad de nombrar a un candidato que estuviera cualificado. Dado que Sotomayor lo estaba (tras 17 años en los Tribunales federales), y dado que sustituir a Souter realmente no alteraba los equilibrios de poder en el Tribunal Supremo -éste no lo dijo, pero evidentemente fue una consideración en su mente- no cabía otra opción en conciencia que votar a favor de Sotomayor.

Graham tiene que ir con cuidado: aunque tampoco se tiene que enfrentar a la reelección hasta 2014, su prominente rol en la confirmación de Sotomayor (fue el único republicano que votó a favor de ella en el Comité Judicial del Senado) ha hecho recaer sobre él la ira de muchos conservadores, y su Estado es muy conservador.

3) Republicanos que votaron en contra de Sotomayor: los 31 republicanos que votaron en contra ofrecen algunos motivos de reflexión:

- Los cinco republicanos en los Estados con más hispanos votaron en contra: Hutchison y Cornyn en Texas (35,7% de hispanos), Kyl y McCain en Arizona (29,2% de hispanos) y Ensign en Nevada (24,4% de hispanos). Se trata de una decisión que requiere un cierto valor (Hutchison, Kyl y McCain, en todo caso, estaban atados probablemente porque ya habían votado en su contra en 1998, y no era justificable que una Jueza a la que no consideraban cualificada para el Tribunal de Apelaciones en 1998 lo fuera ahora para el Tribunal Supremo). Pero puestos a elegir entre el electorado republicano de las primarias (menos hispano) y el electorado general (más hispano), los Senadores republicanos, que afrontan duras primarias en 2010 (McCain y especialmente Hutchison, que se presenta a gobernadora contra Rick Perry, el gobernador republicano de Texas) y 2012 (Kyl y especialmente Ensign, que probablemente ha arruinado su carrera por un escándalo sexual), estos Senadores han preferido votar de una manera más ideológica, habida cuenta de que, salvo Ensign, todos tienen un buen índice de aprobación en sus Estados y no querían arriesgarse a posibles desafíos por su flanco derecho.

- Como hemos dicho, era lógico que los Senadores que votaron en 1998 contra Sotomayor para el Tribunal de Apelaciones votaran nuevamente contra ella en el Tribunal Supremo. Lo interesante son los casos en que ha ocurrido lo contrario: Robert Bennett y Orrin Hatch, de Utah y Thad Cochran, de Mississipi.

Cochran argumentó simplemente que no es lo mismo un Tribunal de Apelaciones (donde hay que seguir los precedentes) que el Tribunal Supremo (donde se crean los precedentes), que no es un argumento ilógico. Con su próxima reelección en 2014, Cochran, que lleva 30 años en el Senado, probablemente votó en perfecta conciencia.

Más interesante es el caso de los dos Senadores de Utah: Bennett afronta un serio desafío en las primarias republicanas (se presenta a la reelección en 2010, y el fiscal general de Utah ya ha anunciado que se enfrentará a él) y simplemente se exponía a sufrir una derrota ignominiosa si apoyaba a Sotomayor (el Partido Republicano de Utah es probablemente el más conservador de Estados Unidos, y no tiene inhibiciones en echar a sus representantes: uno de sus congresistas fue liquidado en 2008 precisamente por esta vía, por apoyar la reforma inmigratoria). Orrin Hatch probablemente temía un desafío similar, aunque no se enfrenta a la reelección hasta 2012.

(El listado de votos a favor y en contra de 1998 se puede consultar aquí.)

- Por último, de entre los Senadores republicanos elegidos con posterioridad a 1998 que votaron en contra de Sotomayor quizá la mayor sorpresa fue Lisa Murkowski, la Senadora republicana de Alaska, que en el último período de sesiones (2006-2008) había sido la octava Senadora republicana más moderada, según Voteview (muy por delante de votantes de Sotomayor como Alexander o Graham), y que ha sido tradicionalmente más centrista que su Estado (su padre, Frank Murkowski, que sí era Senador en 1998, votó a favor de Sotomayor). Murkowski afronta la reelección en 2010, y corría un serio riesgo de afrontar una primaria (liderada sin duda por Sarah Palin) si se atrevía a apoyar a Obama en esta batalla, lo que la ha llevado sin duda a negar su apoyo a la tercera mujer magistrada del Supremo (tras Sandra Day O'Connor y Ruth Bader Ginsburg).

En resumen: mucho cálculo y poco valor están llevando al Senado a un terreno peliagudo en cuanto a las nominaciones en el Tribunal Supremo. Y la tendencia no tiene visos de mejorar, sino todo lo contrario. Veremos que ocurre en 2011, cuando se retire John Paul Stevens, el magistrado más liberal. Si Obama pierde los 60 votos que tiene ahora, y si escoge a un candidato muy liberal, podría producirse incluso un intento de filibusterismo por parte de la minoría republicana.

jueves, 27 de agosto de 2009

En la muerte de Ted Kennedy

Ted Kennedy era la viva prueba de que el ser humano (como tantas otras cosas en el mundo) no es simplemente blanco o negro, sino una paleta muy matizada de grises.

Hijo de una familia multimillonaria, con un hermano Presidente, otro Fiscal General y él mismo Senador por Massachusetts, fue durante muchos años un hombre dominado por sus debilidades (el alcohol y las mujeres), hasta el punto de que las mismas muy probablemente provocaron la muerte de una mujer en el incidente de Chappaquidick en 1969, el fracaso de su matrimonio (se divorció en 1982) y coadyuvaron a que uno de sus sobrinos fuera acusado de violación en 1991 (aunque fue absuelto).

Frente a esto, queda el legado en el Senado de un legislador incomparable, que contribuyó a una mejora constante en la educación y la sanidad especialmente de las clases más desfavorecidas, frente a las cuales el sistema social norteamericano, tan descarnado, es demasiadas veces cruel e injusto. También merece especial mención su triunfante batalla desde el Senado contra la nominación de Robert Bork para el Tribunal Supremo en 1987, cuyas consecuencias todavía se sienten a día de hoy (especialmente dado que Anthony Kennedy, el sustituto de Bork, es hoy el voto decisivo en el Alto Tribunal). Fue una de las pocas victorias de Kennedy contra Reagan (los críticos afirman que inyectó una dosis de ideología en las batallas por el Tribunal Supremo que se está revelando letal en los últimos años, pero lo cierto es que Bork era un jurista excesivamente deferente hacia el Poder Ejecutivo que hubiera debilitado en exceso al Poder Judicial). 

Curiosamente, el último vástago de los Kennedy probablemente hizo más por sus conciudadanos que sus hermanos más famosos (es justo decir que a éstos se les segó su vida en flor, así que nunca sabremos hasta donde podían haber llegado), derivado del hecho de que, finalmente, entendió que su destino no era ser Presidente, sino Senador, y a ello dedicó sus mejores años una vez que se percató de la realidad.

Kennedy fue, en todo caso, la viva prueba de que los seres humanos pueden madurar: el joven ignorante e inmaduro de los años sesenta empezó a madurar claramente en los setenta, y tras fracasar finalmente en sus aspiraciones presidenciales en 1980, mejoró y mejoró (especialmente a raíz de su segundo matrimonio en 1992, que le dio la estabilidad emocional que le faltaba hasta entonces) hasta convertirse en un Senador serio y trabajador, forjador de alianzas bipartidistas (como las que le ligaron habitualmente a su amigo Orrin Hatch, el Senador republicano de Utah).

Kennedy debe estar agradecido a su nombre, pese a todo, puesto que le permitió salir adelante en circunstancias en las que quizá otros no habrían podido hacerlo, y al electorado de Massachusetts, que nunca le dio la espalda, ni siquiera en las elecciones de 1970 (tras Chappaquidick) o de 1994 (en las que afrontó su único desafío serio, contra Mitt Romney, curiosamente) y que le permitió, tras un comienzo muy desigual, redimirse a través del trabajo duro en el Senado de Estados Unidos, en el que era, a día de hoy, el Senador más destacado.

Para quien tenga ganas de leer más (desde una óptica generalmente pro-Kennedy, pero sin ocultar los muchos errores del personaje):

Y el National Journal ha recopilado una conmovedora lista de reminiscencias de Kennedy por parte de sus amigos (muchos de ellos Senadores republicanos) aquí.

domingo, 23 de agosto de 2009

(Otro) magnífico artículo de Jacinto Antón sobre la Segunda Guerra Mundial

Jacinto Antón es un excelente periodista de El País cuyos artículos de fondo son una delicia. Ajeno al comentario político actual, su especialidad más bien es el artículo sobre temas históricos (con especial énfasis en el Egipto faraónico y la Segunda Guerra Mundial, y en particular en episodios históricos poco conocidos).

Siempre interesante, muchas veces brillante, este domingo Antón ha alcanzado uno de sus cenits con un emotivo artículo sobre soldados alemanes y austriacos que combatieron en el bando británico durante la Segunda Guerra Mundial. Éste es el enlace.

La constante fascinación por la Segunda Guerra Mundial, reflejada en la avalancha que no cesa de libros de historia sobre mil aspectos diferentes de la misma (las grandes batallas como Stalingrado, El Alamein, el desembarco de Normandía, las biografías de sus personajes relevantes, con especial énfasis en Hitler y Churchill) resulta explicable en un hecho esencial: es una rara guerra en la que está muy claro quienes eran los buenos (Inglaterra y Estados Unidos) y los malos (Alemania y Japón). Por supuesto, un análisis serio de la participación de la URSS obliga a admitir que al menos dentro del bando "bueno" había una mitad liderada por un tipo muy malo (Stalin), pero eso no obvia que, habida cuenta lo poco edificantes que han sido algunos conflictos bélicos posteriores (como la guerra de Vietnam y la segunda guerra de Irak en el caso de Estados Unidos), volver a la Segunda Guerra Mundial y emocionarse hasta el tuétano con los asombrosos discursos de Churchill en defensa de la democracia resulta refrescante.

Incidentalmente, estos días he estado hojeando la monumental biografía oficial de Churchill por Martin Gilbert (la versión condensada en un solo volumen, de 1991) centrándome en los años de preguerras, y a uno le llena de auténtico estupor, cuando no de pura rabia, la ceguera incomprensible del gobierno Chamberlain. Ya sé que es fácil efectuar juicios de valor a toro pasado, pero es preciso tener en cuenta dos cosas: a) que Churchill (y muchos contemporáneos) veían con perfecta claridad lo que Chamberlain y su ministro de Exteriores, Lord Halifax, cerrilmente se negaban a aceptar, esto es, que Hitler era esencialmente inapaciguable, y b) que para mayor escarnio, o bien los servicios secretos británicos estaban completamente a ciegas, o bien Chamberlain se negaba a aceptar la información que recibía de estos. ¿Cómo se justifican, si no, las increíbles palabras de Chamberlain al afirmar pocos días antes del avance nazi sobre Praga, que "la situación internacional ofrece menos motivos para la ansiedad que en el pasado"?

Dicho esto, quizá la mejor defensa de Chamberlain la pronunció Churchill en el elogio fúnebre que hizo del mismo ante la Cámara de los Comunes a raíz de su fallecimiento en noviembre de 1940:
"It fell to Neville Chamberlain in one of the supreme crises of the world to be contradicted by events, to be disappointed in his hopes, and to be deceived and cheated by a wicked man. But what were these hopes in which he was disappointed? What were these wishes in which he was frustrated? What was that faith that was abused? They were surely among the most noble and benevolent instincts of the human heart—the love of peace, the toil for peace, the strife for peace, the pursuit of peace, even at great peril, and certainly to the utter disdain of popularity or clamour. Whatever else history may or may not say about these terrible, tremendous years, we can be sure that Neville Chamberlain acted with perfect sincerity according to his lights and strove to the utmost of his capacity and authority, which were powerful, to save the world from the awful, devastating struggle in which we are now engaged. This alone will stand him in good stead as far as what is called the verdict of history is concerned."

domingo, 16 de agosto de 2009

Explorando a Tchaikovsky: Mark Reizen a los 79 años

En el último post comentábamos que la producción vocal de Tchaikovsky, muy poco conocida en Occidente, esconde varias perlas. Podemos escuchar algunas de ellas en los tres vídeos que adjunto. El cantante es Mark Reizen (1895-1992), bajo favorito de Stalin (pese a ser ucraniano y judío) que reinó en el Bolshoi hasta su retirada en 1954.

Los tres vídeos en cuestión forman parte de un recital que dio Reizen en 1974, es decir, veinte años después de retirarse, cuando ya contaba con la edad de ¡79 años!

Se trata de una grabación increíble: no recuerdo haber visto u oído jamás a un cantante de 79 años que mantuviese sus medios vocales esencialmente intactos: la media voz exquisita, con el vibrato justo, los pianos absolutamente conmovedores, y, ya de manera absolutamente increíble, los agudos y los bajos todavía ricos y plenos. La voz de Reizen, por lo demás, poseía uno de los colores tonales más hermosos de la historia, mantenido milagrosamente hasta la senectud.

Reizen de hecho siguió cantando durante la década siguiente, aunque sus grabaciones de canciones de Rachmaninov en 1980 y el recital en conmemoración de sus 90 años en el Bolshoi en 1985 (en el que cantó el aria del principe Gremin del "Evgeni Oneguin" de Tchaikovsky) ya muestran un desgaste vocal más pronunciado (a fin de cuentas, tenía 85 y 90 años respectivamente).

Todo ello hace más maravilloso si cabe este mini-recital que se puede encontrar en YouTube. Empezamos por una de las canciones más extraordinarias de Tchaikovsky: "Sred' shumnovo bala" ("Entre el bullicio del baile"), opus 38, número 3, con letra del conde Alexei Tolstoi (primo del Tolstoi de "Guerra y Paz"). Al piano, A. Makarov. Debajo del vídeo, el texto en ruso y una traducción al español:

Sret' shumnava bala, sluchajna,
F trevoge mirskoj sujety,
Tebja ja uvidel, no tajna
Tvaji pakryvala cherty.

Lish ochi pechal'na gljadeli,
A golas tak divna zvuchal,
Kak zvon addaljonnaj svireli,
Kak morja igrajushchij val.

Mne stan tvoj panravilsa tonkij
I ves’ tvoj zadumchivyj vit,
A smekh tvoj, i grusnyj i zvonkij,
S tekh por v majom serttse zvuchit.

F chasy adinokije nochi
Ljublju ja, ustalyj, prilech,
Ja vizhu pechal’nyje ochi,
Ja slyshu vesjoluju rech.

I grusna ja, grusna tak zasypaju
I v grjozakh nevedamykh splju…
Ljublju li tebja, ja ne znaju,
No kazhetsa mne, shto ljublju!

En un bullicioso baile, por casualidad,
entre el ruido mundano,
te vislumbré, pero un misterio
me ocultaba tus rasgos

Sólo tus ojos miraban con tristeza,
y tu voz era divina
como notas tocadas por una flauta distante,
como las olas jugando en el mar.

Me gustó tu delgada figura
y tu mirar pensativo;
tu risa, triste y musical
todavía resuena en mi corazón.

Durante las solitarias horas de la noche,
cansado, me tiendo a descansar,
veo tus tristes ojos,
y oigo tu alegre voz.

y triste, tristemente caigo dormido
y sueño sueños misteriosos...
No sé si esto significa que te amo-
¡pero me parece que estoy enamorado!.

La segunda canción es la no menos maravillosa "Strashnaya minuta" ("El momento aterrador") opus 28 nº 6, con letra del propio Tchaikovsky. Una vez más, Makarov al piano y el texto y su traducción debajo:



Ty vnimajesh, vnis sklanif galofku,
ochi apustif i tikha vzdykhaja!
Ty ne znajesh, kak mgnaven’ja eti
strashny dlja menja i polny znachen’ja,
kak menja smushchajet eta malchan’je.
Ja prigavor tvoj zhdu, ja zhdu reshen’ja —
il’ nosh ty mne f serttse vanzish,
il’ raj mne atkrojesh.
Akh, ne terzaj menja, skazhy lish slova!

Atchevo zhe ropkaje priznan’je
f serttse tak tebe zapala gluboka?
Ty vzdykhajesh, ty drazhysh i plachesh —
il’ slava ljubvi v ustakh tvajikh nemejut,
ili ty menja zhalejesh, ne ljubish?
Ja prigavor tvoj zhdu, ja zhdu reshen’ja —
il’ nosh ty mne f serttse vanzish,
il’ raj mne atkrojesh!
Akh, vnemli zhe mal’be majej,
atvechaj, atvechaj skarej!
Ja prigavor tvoj zhdu, ja zhdu reshen’ja.

Me escuchas, tu querida cabeza inclinada,
tus ojos bajos, suspirando en silencio.
No sabes cómo estos momentos
me asustan, cuán llenos de sentido están,
como me perturba este silencio.
Espero tu veredicto, tu decisión-
me apuñalarás en el corazón
o me mostrarás el cielo.
¡Oh, no me tortures, di tan solo una palabra!

¿Como puede mi tímida confesión
haberse hundido tan profundamente en tu corazón?
Suspiras, tiemblas y lloras-
¿estás conteniendo palabras de amor,
o me tienes lástima, y no me amas?
Espero tu veredicto, tu decisión-
me apuñalarás en el corazón
o me mostrarás el cielo.
Oh, escucha entonces mi ruego,
contéstame, contéstame ahora.
Espero tu veredicto, tu decisión.

Por último, "Uzh gasli v komnatakh ogni" ("Las luces se estaban apagando"), opus 63, nº 5, con letra del Gran Duque de Rusia Konstantin Konstantinovich Romanov (primo del zar Alejandro III):



Uzh gasli f komnatakh agni:
Blagaukhali rozy:
My seli na skam’ju f teni
Razvesistaj berjozy.

My byli molody s taboj!
Tak shchastlivy my byli
Nas akruzhafsheju vesnoj,
Tak garjacho ljubili!

Dvuorgij mesjats navadil
Na nas svajo sijan’je;
Ja nichevo ne gavaril,
Bajas’ prervat’ malchan’je;

Bezmolvna sinikh glas tvajikh
Ty apuskala vzory:
Krasnarechivej slof inykh
Nemyje razgavory.

Chevo ne smel paverit’ ja,
Shto f serttse ty tajila,
Fsjo eta pesnja salav’ja
Za nas dagavarila.

Las luces se apagaban en las habitaciones…
Las rosas olían tan fragrantes…
Nos sentamos en un banco a la sombra
de un abedul de amplias ramas.

¡Tú y yo eramos jóvenes!
¡Éramos tan felices
en la primavera que nos rodeaba,
cuán ardientemente amábamos!

La creciente luna envió
su luz sobre nosotros;
No dije nada,
temeroso de interrumpir el silencio;

Sin decir nada bajaste
tus profundos ojos azules:
Más elocuentes que cualquier palabra
son las conversaciones sin ellas.

Lo que no me atreví a creer,
Lo que escondías en tu corazón,
todo ello la canción del ruiseñor
terminó diciéndonoslo.

domingo, 9 de agosto de 2009

Tchaikovsky- The Man and his Music: una crítica literaria

David Brown es el biógrafo de Tchaikovsky por antonomasia. Autor de una monumental biografía en cuatro tomos y 600.000 palabras, escrita entre 1974 y 1990 (dirigida especialmente a musicólogos y músicos amateur), quince años después volvió al objeto de sus amores, beneficiándose (moderadamente) de la apertura de los archivos soviéticos a raíz de la glasnost para preparar una biografía-resumen (todavía bastante ambiciosa: el libro abarca 480 páginas de letra más bien pequeña) del máximo compositor ruso, dirigida, ahora sí, al público en general y al aficionado a la música clásica más casual (o sea, a mí mismo).

La estructura del libro es curiosa: se trata de una biografía más o menos al uso, expuesta cronológicamente, pero que se ve interrumpida por análisis bastante concienzudos de las principales obras del autor, a medida que fueron creadas (el primer análisis en profundidad le corresponde a la Primera Sinfonía, y el último a la Sexta, la Patética).

Brown hace algo todavía más curioso: utiliza un sistema de puntuación para las obras similar al de las Guías Michelín (otorgando de dos a cinco estrellas a las mismas en función de su calidad -según el autor, claro, aunque realmente Brown no incurre en ninguna gran herejía-).

Dejando a un lado estas simpáticas peculiaridades, el libro de Brown es una biografía anglosajona canónica: bien redactada, rica en detalles, en una palabra: magnífica. El compositor es revelado en todos sus aspectos, los simpáticos (que son muchos) y los menos agradables (que también los hay).

Especial interés reviste el análisis de Brown de la homosexualidad de Tchaikovsky (aunque Brown, con un pudor muy inglés, deja al lector que alcance sus propias conclusiones sobre el tema, éstas no pueden ser más que unívocas: Tchaikovsky era homosexual, y sólo los esfuerzos de su hermano Modest, que también lo era, por ocultar este hecho, censurando incluso las cartas que mostraban la inclinación de su hermano en la biografía que sobre éste redactó a principios de siglo, ha permitido sembrar la duda en este aspecto. Una vez examinadas las cartas en su integridad y sin la censura soviética de por medio, no puede haber más dudas).

Las extrañas circunstancias de la muerte de Tchaikovsky no son resueltas con certidumbre por parte de Brown, pero parece evidente que la versión novelesca del suicidio inducido por un "tribunal de honor" que se difundió en 1979 desde la entonces URSS, según la cual Tchaikovsky había sido forzado a suicidarse por sus excompañeros de la Academia de Jurisprudencia para evitar que sus relaciones -homosexuales- con un miembro de la aristocracia fueran sacadas a la luz pública, ha sido completamente triturada por las investigaciones de Alexander Poznansky, el cual, por lo demás, aboga claramente por la tesis de la muerte natural en la excelente biografía resumida que cualquier lector interesado puede consultar en la web "Tchaikovsky Research" (absolutamente excepcional y recomendable).

Pero en cualquier caso lo que importa es la música, y en el análisis de la misma, Brown, profesor de Musicología, se revela insuperable: obras tan oídas como "Romeo y Julieta" o la Sexta Sinfonía son prácticamente redescubiertas a raíz de las brillantes observaciones de Brown, cuyo contagioso amor por la música del compositor ruso se revela en cada página. Las óperas y los ballets son analizados con especial cuidado, demostrando la excepcional calidad de la música de Tchaikovsky una y otra vez.

Al final, la sucesión de obras maestras analizadas deja al lector literalmente sin aliento, con ganas de escuchar las piezas que todavía no conoce y de escuchar con oídos nuevos las obras que sí conoce. Tchaikovsky acaba revelado como un auténtico titán de su época, posiblemente el compositor más importante de su generación junto a Brahms (y quizá por encima de éste a la vista de la capacidad del ruso de descollar en más géneros que el alemán).

El desafecto crítico que la obra de Tchaikovsky ha sufrido a lo largo del siglo XX (desafecto que Poznansky, por ejemplo, atribuye al estigma de la condición homosexual del compositor) ha acabado dejando paso, a medida que los tiempos se han vuelto más tolerantes, a una reevaluación profunda de la obra de Tchaikovsky, un compositor con una ética del trabajo muy pronunciada, y con una proporción de obras maestras realmente sorprendente (cuatro sinfonías como mínimo, dos conciertos, seis o siete obras orquestales adicionales, dos óperas, los tres ballets esenciales del repertorio clásico, una docena de canciones magníficas, y unas cuantas obras de cámara de gran nivel).

El público ya había percibido mucho antes el genio del compositor ruso, como lo prueba el hecho de que sus obras sólo se encuentran por debajo de las de Mozart o Beethoven en cuanto a número de interpretaciones en las temporadas de las distintas orquestas. Pero libros como el de Brown son necesarios para situar a Tchaikovsky como lo que fue: el máximo compositor de la segunda mitad del siglo XIX, del Romanticismo pleno.