Tras un largo hiato por el que pido disculpas, voy a intentar en los próximos dos meses hasta las elecciones mantener informados a mis sufridos lectores sobre las cuestiones claves en las elecciones presidenciales que se celebran el próximo día 6 de noviembre.
Las primeras entradas van a ir dedicadas a valorar pequeños detalles y apuntes que me resultan especialmente llamativos en este ciclo electoral.
Hoy quiero comentar brevemente una auténtica anomalía en lo que respecta a esta elección respecto a las celebradas en los últimos 100 años: el hecho de que, salvo cataclismo, no se va a ajustar a ninguno de los dos patrones en materia de reelecciones presidenciales.
Me explico: cuando se presentan a la reelección, los presidentes norteamericanos suelen acabar de dos formas: o siendo reelegidos con un resultado bastante o incluso muy superior al que obtuvieron en su primera elección, o siendo derrotados, con un clarísimo retroceso respecto a los resultados de su primera elección.
Ésta es una dinámica que se puede ver claramente, como digo, a lo largo del último siglo:
En cuanto a los presidentes victoriosos:
- Eisenhower obtuvo un rotundo 55,18% de los votos en 1952, pero consiguió superarse a sí mismo en su reelección en 1956, con un espectacular 57,37%.
- Nixon obtuvo un raquítico 43,42% de los votos en 1968 (George Wallace le arrebató muchos votos a él y a los demócratas) pero consiguió una de las victorias más aplastantes que se recuerdan en su reelección en 1972: 60,67%.
- Ronald Reagan batió en 1980 a Carter con menos margen del que hoy se tiende a recordar (50,75% de los votos), porque hubo un tercer candidato, John Anderson, con cierto impacto electoral, pero su reelección en 1984 fue otro de los grandes triunfos electorales: 58,77% de los votos.
- Bill Clinton ganó en 1992 con un porcentaje todavía más paupérrimo que Nixon en 1968 (43,01% de los votos) pero en 1996 mejoró notablemente sus resultados, aunque no llegó a obtener más de la mitad de los votos: 49,23% (en ambas elecciones Ross Perot obtuvo un número muy significativo de votos, especialmente en 1992).
- Por último, recordemos que George Bush hijo perdió en número de votos frente a Al Gore en 2000(obtuvo el 47,87%), aunque le batiera en el Colegio Electoral, pero en 2004, a pesar de una campaña muy disputada, consiguió mejorar bastante sus resultados (50,73%)
(Si retrocedemos en el tiempo, la primera reelección de Franklin D. Roosevelt en 1936 o la reelección de Wilson en 1916 nos ofrecen ejemplos idénticos de este fenómeno).
En cuanto a los presidentes fracasados:
- Jimmy Carter, que había ganado las elecciones de manera muy ajustada en 1976 (50,08%), se desfondó completamente en 1980 y acabó con un resultado electoral muy inferior al de cuatro años atrás (41,01%)
- George Bush padre, que había obtenido una victoria muy sólida en 1988 frente a Dukakis (53,37% de los votos), padeció un hundimiento todavía más brutal en 1992 (37,45%), provocado por la presencia, como hemos dicho, de Ross Perot.
(Una vez más, si retrocedemos en el tiempo, la derrota en la reelección de Hoover en 1932 o la de Taft en la suya de 1912 nos ofrecen otros dos ejemplos todavía más tremendos de este patrón que invoco).
En resumen: los presidentes o bien son reelegidos y mejoran sus resultados sustancialmente, o son rechazados a patadas por los electores. No hay término medio.
Hasta este año: Obama ganó en 2008 con un sólido 52,87% de los votos. A día de hoy, ni una sola encuesta le augura una mejora en ese resultado. Por el contrario, en líneas generales, las encuestas señalan que 2012 será una elección muy disputada, pero en la que Obama es ligeramente favorito.
Es decir, que nos podemos encontrar con un escenario históricamente inusitado: Obama puede ser reelegido, pero con un resultado peor del que obtuvo hace cuatro años y que oscilará, muy probablemente, entre el 50 y el 51% de los votos. Si ese escenario se llega a dar, a mi modo de ver provocará dos reacciones en el Partido Republicano:
- En primer lugar, la convicción de que se han equivocado nombrando a un "moderado" como Romney, lo que posiblemente les llevará a nombrar a un conservador "de verdad" en 2016.
- En segundo lugar, la creencia de que Obama será un presidente históricamente débil en su segundo mandato, y la continuación de la política de "tierra quemada" que han practicado contra el Presidente en los últimos cuatro años, y que tan buen resultado les dio en las elecciones de medio mandato de 2010.
(Todos los resultados electorales proceden del im-pres-cin-di-ble Atlas sobre elecciones presidenciales de Dave Leip)
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