martes, 7 de abril de 2009

Gran Torino: una crítica cinematográfica

Empecemos por señalar algo básico: Clint Eastwood es el mejor director vivo en estos momentos. A sus casi 79 años, Eastwood tiene un corpus fílmico difícilmente superable: películas como "El fuera de la ley", "Sin perdón", "Un mundo perfecto", "Los puentes de Madison", "Mystic River", el binomio de películas sobre la batalla de Iwo Jima (entre las cuales "Cartas desde Iwo Jima" es especialmente buena) y, sobre todo, "Million Dollar Baby", una obra maestra tan impresionante que las palabras fallan para describirla.

Este año, Eastwood ha dirigido dos películas: la magnífica "El intercambio", con Angelina Jolie, y la todavía mejor "Gran Torino", en la que Eastwood, una vez más, subvierte completamente su imagen tradicional de pistolero duro de pelar, y elabora una película sobre el amor y el sacrificio.

No quiero explicar el argumento (que de todos modos se puede encontrar en Internet o en cualquier periódico sin problemas). Sólo quiero dejar constancia de dos o tres cosas que hacen de Eastwood un director excepcional: en primer lugar, el hecho fascinante de que no tiene ningún miedo de mostrarse ante la cámara exactamente como lo que es: un viejo pellejo, más que adentrado en la tercera edad. No hay retoques, no hay photoshop, no hay cirugía estética: la cámara muestra a un señor de casi ochenta años, lleno de arrugas y de amargura.

En segundo lugar, la resistencia de Eastwood a las modas: incluso para un no creyente, resulta refrescante observar como los sacerdotes católicos en las películas de Clint Eastwood no sólo no son caricaturescos, sino que reflejan a seres humanos comprometidos con sus comunidades, gente moral pero no con moralina (otro magnífico ejemplo era el sacerdote de "Million Dollar Baby". Quien diga que esa película es una apología de la eutanasia se ha olvidado de ese personaje).

En tercer lugar, la subversión a la que lleva sometiendo Clint Eastwood a su "personaje" de tipo duro en los últimos 17 años, desde "Sin perdón", como mínimo: entre el fotógrafo romántico de "Los puentes de Madison", el policía que entiende al criminal al que persigue en "Un mundo perfecto", el entrenador de boxeo que "recupera" a una hija y luego la pierde definitivamente en "Million Dollar Baby", y ahora el viudo amargado que consigue superar sus prejuicios y da un ejemplo superior de sacrificio y amor en "Gran Torino", Eastwood lleva arriesgando cada vez más en todas sus películas, reconstruyendo (sin romperla) su imagen cinematográfica de un modo tan valiente que resulta un honor ver desarrollarse ese proceso a lo largo de los años.

Es sin lugar a dudas la última "estrella" en el sentido clásico del término que se mantiene en activo. "Estrella" en el mismo sentido que gente como Cary Grant o James Stewart, figuras arquetípicas que, por usar una frase que George Stevens decía de Stewart, "extinguen cualquier falta de credibilidad" en cuanto aparecen en pantalla.

Ahora está rodando en Sudáfrica una película sobre el libro de John Carlin "El factor humano", que será objeto de la próxima crítica literaria. El libro es magnífico, pero la película, viniendo de Clint Eastwood, probablemente será mejor si cabe.

En fin, Clint, como una vez le pidieron a Groucho Marx: "no se muera nunca, por favor. Siga viviendo siempre".

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ami me encantó la película Pedro.. Lo que snetí y pen´se al verla, estña escrito por alguien que "me leyó el pensamiento" en la Mirada de ulises, blog sobre cine que tengo incluido en el mío.
Un abrazo.

Alfonsogt dijo...

Aún no he tenido la ocasión de ver la película pero tu comentario aumenta mi interés en verla. Ahora te escribo para reclamarte que vuelvas a escribir tus comentarios sobre "la semana en Washington". Me gustaría saber tu opinión sobre la visita de Obama a Europa, análisis de sus primeros 100 días como Presidente y la mayoría suficiente lograda por los demócratas en el Senado. Ya tienes deberes para el puente de mayo!!!