lunes, 23 de febrero de 2009

Michael Steele: un paso en la dirección correcta

Hace unas semanas se celebró la reunión del Comité Nacional Republicano, con la misión de elegir a un nuevo Presidente del Partido.

Las votaciones del Comité funcionan de un modo vagamente similar a las de la elección de las ciudades candidatas para los Juegos Olímpicos: es decir, se celebran distintas rondas de votaciones entre los 168 miembros del Comité hasta que uno de los candidatos obtiene la mitad más uno de los votos (84, en este caso).

Las votaciones fueron muy emocionantes: el Presidente saliente, Mike Duncan, se presentó a la reelección y ganó la primera votación, pero quedando muy lejos de la mayoría. Steele, por su parte, quedó segundo en esa votación, con más votos de los esperados. Katon Dawson, el presidente del Partido en Carolina del Sur quedó tercero.

Duncan se retiró un par de votaciones después, y pronto se hizo evidente que la lucha final iba a darse entre Steele, el antiguo vicegobernador de Maryland, telegénico, buen comunicador, y negro, y Dawson, que venía a ser el candidato del establishment (la mayoría de los votantes de Duncan se pasaron a Dawson cuando el primero se retiró).

Ganó Steele, 91 a 77 en la sexta ronda, evitando al Partido Republicano un serio bochorno (dado que Dawson había sido durante 10 años miembro de un club que no permitía el acceso a los negros). Resultó evidente que la mayoría de los miembros del Comité entendían, aunque fuera de manera difusa, que el Partido Republicano no podía tener como imagen durante dos años más a un hombre blanco de mediana edad (y encima, posiblemente racista).

Steele ha entrado en el Comité pisando fuerte, disolviendo varios de los subcomités y despidiendo a todos los empleados. Como decíamos, habla bien y tiene buena imagen. Es carismático y un conservador bastante ortodoxo. Desde luego, al Partido Republicano no le hace ningún daño que su líder sea negro (aunque pueda dar una cierta imagen de seguidismo respecto de los demócratas, siempre es mejor que no cambiar nada).

La gran cuestión es si, además de un cambio en las formas, Steele va a intentar cambios de fondo, y si algunos de los grandes dogmas del Partido Republicano en los últimos ocho años van a ser puestos en cuestión (especialmente lo que, en mi modesta opinión, es el gran defecto republicano: su política inmigratoria, que es contraria a la minoría hispana, contraria a los propios principios fundacionales del país y contraria a la evolución de los tiempos). En sus declaraciones públicas, Steele ha dicho que no hay que cambiarla un ápice, pero es evidente que el Partido Republicano no se puede permitir que la minoría en más rápido ascenso del país vote en más de dos tercios al Partido Demócrata. Y no basta, como dijo ayer Steele, con intentar un acercamiento "hip-hop" a negros y a hispanos. Lo que toca, moral y estratégicamente, es reconocer el error y enmendarlo (por cierto, George W. Bush, con todos sus defectos, entendía esto mucho mejor que la mayoría de su partido).

De todos modos, Steele puede llegar hasta donde puede llegar: el Presidente del Partido Republicano no es exactamente el líder de la oposición en Estados Unidos. Howard Dean fue elegido en 2005 Presidente del Comité Nacional Demócrata, pero eso no le convirtió en el jefe de la oposición, sino en el "organizador" del Partido Demócrata en la oposición. Hay opiniones encontradas sobre la efectividad de los presidentes de partido en el sistema norteamericano. Dean, sin ir más lejos, parece haber sido un buen organizador (esforzándose en que el Partido Demócrata plantara cara en los 50 Estados de la Unión), pero no parece haber efectuado aportaciones ideológicas de peso al Partido (y el equipo de Obama no ha hecho ningún esfuerzo por incorporarlo a la Casa Blanca, cuando el puesto de Ministro de Salud -Dean es médico- continúa estando vacante a día de hoy).

Así que ya veremos qué tal le va a Steele. Su objetivo a medio plazo es ganar elecciones: este año las más interesantes son las elecciones a gobernador en Virginia y Nueva Jersey, de las que ya hablaremos de aquí a unos meses.

domingo, 22 de febrero de 2009

La semana en Washington

Con un poquito de disciplina, vamos a ver si consigo manteneros informados semanalmente de lo que se va cociendo en Washington:

- Presidencia: Obama ha cumplido un mes en el cargo, y tras la aprobación del plan de estímulo económico, sus índices de popularidad oscilan entre el 60% (Rasmussen, Fox News) y el 67% (CNN). RealClearPolitics tiene una media del 63% de aprobación para el Presidente. En cualquier caso, son buenos resultados para Obama, que no parece haberse dejado muchos pelos en la gatera en la aprobación del plan económico más importante desde el New Deal (y lo que es más sorprendente, en el hecho de que cuatro miembros del Gabinete estén pendientes de aprobar por el Senado o incluso de designar por parte del Presidente).

- Senado: La aprobación del plan en el Senado demostró que los tres miembros más importantes del mismo son las dos Senadoras republicanas de Maine y el Senador republicano de Pennsylvania, que fueron los únicos republicanos que apoyaron a Obama en el asunto. Ni Snowe ni Collins deberían tener excesivos problemas por su voto en Maine (ninguna de las dos ha tenido que afrontar primarias, ni parecen haber sido castigadas excesivamente por los conservadores por su voto). Cuestión distinta es la de Arlen Specter, que ya estuvo a punto de perder unas primarias en 2004, y que podría afrontar un desafío muy fuerte el año que viene en Pennsylvania.

En otro orden de cosas: la presión sobre Roland Burris, el Senador negro de Illinois, para que dimita (tras admitir que había omitido varias conversaciones con el entorno de Blagojevich cuando declaró ante el Congreso de Illinois) se está haciendo abrumadora: ayer el nuevo gobernador de Illinois lo pidió expresamente, y Robert Gibbs, el portavoz de la Casa Blanca, también lo pidió en términos elusivos pero fáciles de leer entre líneas.

Por último, una nota sobre el estado de salud de Ted Kennedy, que desde que se inició el período de sesiones ha participado en una sola votación. Parece evidente que Kennedy está muy enfermo, y es muy posible que se vea obligado a dimitir o que fallezca en los próximos meses.

- Congreso: la votación del plan de estímulo ha elevado algo el índice de aprobación del Congreso por parte de los norteamericanos (un 31%, contra el menos del 20% que tenían a finales del año pasado). Lógicamente, la subida no es uniforme: los demócratas y los independientes han mejorado su opinión acerca de la actuación del Congreso y el Senado (no así los republicanos, que han visto derrotadas sus propuestas). Al mismo tiempo, cuando se pregunta a los norteamericanos qué les ha parecido la actuación de demócratas y republicanos en relación con el plan de estímulo, las encuestas reflejan aprobación respecto de los demócratas y desaprobación respecto de los republicanos (a los que se tilda de obstruccionistas- en este sentido, quizá no fue una buena idea que todos los congresistas republicanos votarán contra el estímulo, especialmente algunos que están en distritos muy demócratas, como Mike Castle en Delaware, o Anh Cao, en Nueva Orleans).

De todos modos, esto no refleja más que la realidad habitual de un inicio de legislatura. La popularidad de Obama y los demócratas en el Congreso depende exponencialmente del éxito o fracaso del plan de estímulo económico. Si a finales de 2010 éste no ha empezado a dar frutos, los republicanos podrán decir que ellos no lo apoyaron y que la culpa del fracaso es exclusivamente de los demócratas.

sábado, 21 de febrero de 2009

Las elecciones israelíes y su impacto en las relaciones con Estados Unidos

El pasado día 18 se certificaron oficialmente los resultados de las elecciones israelíes del día 10 de febrero:


Partidos
Votos % Escaños

Kadima
758,032 22.47 28

Likud
729,054 21.61 27

Yisrael Beiteinu
394,577 11.70 15

Partido Laborista

334,900 9.93 13

Shas
286,300 8.49 11

Unidad del Judaismo y la Torah

147,954 4.39 5

Lista Árabe Unida-Ta'al
113,954 3.38 4

Union Nacional

112,570 3.34 4

Hadash
112,130 3.32 4

Meretz
99,611 2.95 3

La Casa Judía

96,765 2.87 3

Balad
83,739 2.48 3

Lo primero que llama la atención en unas elecciones israelíes es la extremada división del electorado (¡11 partidos políticos en un Parlamento de 120 escaños!). Y lo segundo es la gran atomización del voto (cosa que es un fenómeno relativamente reciente: hasta las elecciones de 1996, al menos uno de los grandes partidos solía obtener más del 30% y era mayoritario dentro de su coalición de Gobierno. Eso no ha ocurrido ya en las últimas cinco elecciones).

El resultado electoral resultó un tanto engañoso: aunque Tzipi Livni, la líder del Kadima, obtuvo más escaños que Benjamin Netanyahu, el líder del Likud, lo cierto es que será Netanyahu el que forme Gobierno, dado que las fuerzas de derecha y extrema derecha (Likud, Yisrael Beitenu, Shas, Unidad del Judaísmo y la Torah, Unión Nacional y la Casa Judía) han obtenido un total de 65 escaños, mientras que las fuerzas de centro e izquierda (Kadima, Partido Laborista y Meretz) apenas han obtenido 44 escaños (los 11 escaños de los tres partidos árabes no cuentan a la hora de formar coaliciones de gobierno desde 1977; un grave error- hasta esa fecha los partidos árabes formaban parte habitualmente de las coaliciones de gobierno israelíes).

El nuevo Gobierno (si es que Netanyahu consigue poner de acuerdo a los seis partidos políticos de la coalición) tendrá dos problemas esenciales: en primer lugar, la difícil compatibilidad entre la extrema derecha laica de Yisrael Beitenu (un partido compuesto mayoritariamente por inmigrantes judíos de la ex-Unión Soviética, furibundamente antisocialistas, pero al mismo tiempo nada religiosos) con los partidos ultraortodoxos (Shas, Unidad del Judaísmo, etc). Para empezar, Yisrael Beitenu quiere que el matrimonio civil sea válido en Israel, cosa a la que los ultraortodoxos se oponen con todas sus fuerzas. Además, Yisrael Beitenu aboga por el intercambio de territorios con los árabes, mientras que los ultraortodoxos se oponen totalmente a ello. Netanyahu tendrá verdaderos problemas para equilibrar a estos dos elementos de su coalición, y lo más probable es que tengamos elecciones anticipadas en un par de años (básicamente una repetición del escenario resultante de las elecciones de 1996, cuando Netanyahu formó esencialmente la misma coalición, y su gobierno duró dos años y medio).

El segundo problema es que la coalición resultante de las elecciones no es del agrado de la nueva Administración norteamericana, que obviamente hubiera preferido la victoria del Kadima, y la formación de un gobierno de "unidad nacional" Kadima-Likud-laboristas. Veremos si Obama presiona a Netanyahu para alcanzar acuerdos con los palestinos (lo que inevitablemente causará tensiones dentro del Gobierno israelí).

sábado, 7 de febrero de 2009

Obama: ¿el anti-Bill Clinton?

Un último post sobre el resultado electoral de noviembre, y sobre un aspecto del mismo que me resultó interesante en los días posteriores a las elecciones: la coalición geográfica de Obama es algo distinta a las últimas coaliciones electorales vencedoras del Partido Demócrata (esto es, las de Carter en 1976 y las de Bill Clinton en 1992 y 1996).

Carter ya queda algo lejos para efectuar comparaciones que tengan sentido, pero las dos elecciones de Clinton son interesantes, y especialmente la de 1996, en la que Clinton obtuvo una victoria relativamente clara, y la presencia de Ross Perot en el ticket no fue tan distorsionadora como lo había sido en 1992 (y en todo caso, en esta ocasión la gran mayoría de sus votantes eran republicanos, más que demócratas, lo que no estaba tan claro en 1992).

Veamos los dos mapas: victoria de Clinton en 1996 (porcentaje de voto- 49,23%):

EVote Map

Y ahora comparémoslo con la victoria de Obama en 2008 (porcentaje de voto- 52,87%):

EVote Map

Como es de ver, algunas cosas se repiten: dominio de ambos demócratas en la Costa Oeste, en el Medio Oeste y en el Noreste del país, así como en Florida.

Pero en cambio, hay diferencias muy importantes en otros aspectos:

- Bill Clinton tuvo un tremendo éxito en el área de los Apalaches y entre los votantes sureños blancos de clase media-baja, que resultaron ser los votantes "menos receptivos" hacia Obama, por decirlo de algún modo.

- Obama, por su parte, tuvo un éxito mucho mayor que el de Clinton en ganar Estados que los demócratas habitualmente perdían como Indiana, Virginia y Carolina del Norte.

Sin embargo, lo realmente interesante ocurre cuando vemos en qué Estados Clinton obtuvo un mayor porcentaje de votos que Obama (recordemos que a nivel nacional Clinton obtuvo 3,5 puntos menos que Obama, lo cual hace más destacables aquellos Estados en los que Obama obtuvo peores resultados que el anterior presidente demócrata):

Generated Map

Los Estados están agrupados en tres gradaciones de azul:

- En azul más claro, Estados en los que Clinton superó a Obama por menos de dos puntos (Arizona, Texas y Mississipi).
- En azul, Estados en los que Clinton superó a Obama por entre 4 y 6,5 puntos (Wyoming, Oklahoma, Alabama, Tennessee y Kentucky).
- En azul oscuro, Estados en los que Clinton superó a Obama por más de 8,75 puntos (Arkansas, Louisiana y West Virginia)

Obsérvese que con dos excepciones, todos los Estados en los que Bill Clinton obtuvo mejores resultados que Obama están apiñados en y alrededor de la cordillera de los Apalaches.

Despachemos las excepciones en primer lugar: Arizona es una anomalía simplemente porque el candidato republicano de 2008 era de ese Estado. De no haber sido así, no cabe la menor duda de que Obama hubiera mejorado los resultados de Clinton y posiblemente hubiera ganado el Estado. Wyoming, en cambio, es un resultado peculiar: el único Estado no sureño (aparte de Arizona) en el que Clinton obtuvo mejores resultados que Obama. Por lo demás, se trata de un Estado muy conservador, que parece haberse vuelto todavía más conservador en los últimos diez años.

En cuanto a los Estados sureños: se trata de todos los Estados sureños del "interior" (entendiendo esto como Estados sureños no lindantes con la costa atlántica). En Texas y Mississipi la diferencia fue relativamente escasa, porque los votantes demócratas blancos sureños de clase media baja y racistas (los llamados tradicionalmente "dixiecrats") que votaron por Clinton pero no estaban dispuestos a hacerlo por Obama fueron compensados en buena parte por hispanos (en Texas) y negros (en Mississipi, que es el Estado con más negros del país- 37% del total del Estado).

Donde no había semejantes porcentajes de negros para compensar la fuga masiva de los antiguos dixiecrats al Partido Republicano (como en Kentucky, Oklahoma, Alabama, etc, que oscilan entre un 8 y un 27% de población negra), el desplome de Obama con respecto a Clinton fue más acusado.

En West Virginia, con menos de un 4% de negros, el fenómeno anteriormente expuesto se exacerbó (además, Clinton era especialmente popular en el Estado, que siempre ha apreciado a demócratas centristas populistas).

En Louisiana, donde muchísimos negros abandonaron el Estado tras el huracán Katrina, y donde los blancos tradicionalmente demócratas se negaron a votar por Obama, vio un giro todavía más dramático (en 1996, Clinton había ganado el Estado con más del 52% del voto. Obama no llegó al 40%).

Y por último, Arkansas, donde a todas las coordenadas anteriores (población blanca de clase media baja racista, población negra no tan abundante) hay que añadir el hecho de que Clinton era de allí, lo que lógicamente convirtió al Estado en el de mayor diferencia entre uno y otro.

miércoles, 4 de febrero de 2009

Resbalones a corto plazo, victorias a largo

Uno de los pecados que tengo percibido en la prensa norteamericana (y en líneas generales, en la prensa de todo el mundo) es la tendencia natural a concentrarse en la noticia del día, y una escasa voluntad de intentar escarbar en profundidad e intentar ver las cosas a medio o largo plazo.

Esto viene a cuento a raíz de la humillante renuncia de Tom Daschle como candidato a ser Ministro de Salud en el gobierno Obama. Vaya por delante que la renuncia de Daschle era inevitable, especialmente desde el momento en que Nancy Killefer, la candidata a Secretaria de Control Presupuestario, dimitiera por impagar apenas 750 Euros de impuestos derivados de una empleada del hogar (Daschle había dejado de pagar 140.000 Euros en impuestos, al "entender" que el coche y chófer que su empleador le habían puesto en el trabajo eran un "regalo", y no, en realidad, una retribución en especie).

Vaya por delante también que Obama ha quedado en muy mal lugar por apoyar a Daschle durante demasiado tiempo (especialmente una vez que se había dejado bastante capital político al apoyar a Tim Geithner, que también se había dejado impuestos por pagar), y lo que es peor: Obama tuvo que pasarse varias horas en las televisiones pidiendo disculpas por el fiasco Daschle en lugar de promocionando el plan de estímulo que está en el Senado, que era lo que tocaba.

Dicho esto, éste es un típico caso de árboles que no dejan ver el bosque: Daschle será una nota a pie de página en la historia de la presidencia Obama (tanto Clinton como Bush designaron a miembros del Gabinete que tuvieron que renunciar por problemas fiscales, y el éxito o fracaso de sus presidencias no se juzgan precisamente por esos hechos).

(Incidentalmente, me hubiera gustado a George W. Bush decir alguna vez, como hizo ayer Obama: "metí la pata y la responsabilidad es mía", especialmente cuando hubo errores suyos mucho más graves).

Obama sigue siendo un presidente muy popular, con más del 60% de apoyo en todas las encuestas, y las perspectivas para él y su Partido siguen siendo buenas. Y a los hechos me remito:

- Si los republicanos están esperanzados con el futuro, y en particular con las elecciones de medio mandato del 2010, ¿por qué hay ya cinco Senadores republicanos, no especialmente ancianos, que han anunciado que no se presentarán a la reelección en dichos comicios (y un solo demócrata- amigo de Joe Biden que le está calentando el escaño a su hijo)? Es muy sencillo: muchos republicanos en el Senado esperan seguir siendo el partido minoritario en los próximos años y sencillamente no quieren ser parte de la minoría (a lo que se añade, en casos como los de Ohio y Florida su impopularidad personal). Si los Senadores republicanos creyeran que podían tomar el poder de nuevo como consiguieron -contra Clinton- en 1994, ¡vaya si se volverían a presentar!

- Y muy especialmente: a raíz del drama Daschle, ha quedado algo tapado el nombramiento del republicano Judd Gregg como Secretario de Comercio, y su sustitución como Senador de New Hampshire por una republicana llamada Bonnie Newman.

El ala izquierda del Partido Demócrata está enfadada con Obama, porque éste ha aceptado un trato con Gregg, según el cual éste aceptaría ser Secretario de Comercio sólo si el gobernador de New Hampshire (que es demócrata) nombraba a un republicano para sustituirla. Según los bloggers de izquierdas, ésta era la ocasión de alcanzar los 60 Senadores en el Senado.

Obama, que es bastante más listo, me parece, que todos estos especuladores, ha hecho una apuesta a largo plazo: Bonnie Newman no se presentará, al parecer, a las elecciones de 2010, mientras que uno de los dos congresistas demócratas del Estado, Paul Hodes, ya ha anunciado que sí lo hará. Gregg hubiera sido un oponente formidable (excongresista, exgobernador, Senador, hijo de gobernador: lo ha sido todo en New Hampshire), y Obama lo ha retirado de la circulación (dice mucho de la situación real que Gregg, que apenas tiene 62 años, haya querido abandonar su escaño- ¡otro republicano que no veía nada claras sus perspectivas en 2010!).

E incluso en el corto plazo, se trata de una mejora clara: salvo que Bonnie Newman sea una rara avis, en igualdad de condiciones una mujer republicana será más moderada que un hombre republicano (¿será casualidad que tres de los cuatro votos republicanos más de fiar para Obama sean femeninos? No). Así que incluso en ese sentido Obama sale probablemente ganando.

Con todo esto sólo quiero decir que llevamos tres semanas de Presidencia y que Obama está empezando. Especular sobre cómo le va a ir en los próximos cuatro años por sus resbalones iniciales es un ejercicio inútil (digo más: ¿quien hubiera podido predecir que Bill Clinton saldría reelegido en 1996 cuando su reforma sanitaria fracasó espectacularmente en 1994 y como consecuencia, su Partido perdió las elecciones de medio mandato de ese año, adquiriendo los republicanos el control de ambas Cámaras?).