Es sorprendente cómo tres semanas pueden cambiar la percepción de unas elecciones. Si en nuestra última entrada analizábamos cómo las diferencias en las encuestas de las presidenciales se habían acortado preocupantemente, los dos primeros debates y, particularmente, la revelación de que Donald Trump, de manera regular, intenta abusar sexualmente de mujeres, y, en general, mantiene un comportamiento repugnante con el sexo femenino, han puesto las cosas en su sitio. Hillary Clinton, salvo hecatombe, será la primera Presidenta de Estados Unidos:
- En RealClearPolitics, encontramos que Hillary Clinton lidera la media de las encuestas por casi siete puntos (apenas dos puntos hace tres semanas):
- En Pollster.com, la ventaja de Hillary Clinton es ahora de ocho puntos, cuando hace tres semanas era tan solo de cuatro puntos.
- Por último, FiveThirtyEight, la web de pronósticos electorales de Nate Silver, le otorga a Clinton apenas una ventaja de 6,3 puntos, cinco puntos más que hace tres semanas.
Estos resultados se trasladarían al colegio electoral del siguiente modo: Hillary ganaría con un cómodo margen de 346 a 192 votos electorales, lo que supondría perder, en comparación con los resultados de Obama en 2012, únicamente el voto electoral del segundo distrito de Maine, mientras que Trump perdería Carolina del Norte, un Estado que Mitt Romney consiguió ganar hace cuatro años:
Por una parte, este escenario resulta tranquilizador, dado que aleja a Donald Trump de la Presidencia. Sin embargo, resulta chocante que entre un 41 y un 43% de norteamericanos estén dispuestos a votar a Donald Trump. Las últimas revelaciones sobre su conducta (y aún no ha salido ninguna mujer que directamente le haya acusado de violación, pero en mi opinión es sólo cuestión de tiempo) son tan absolutamente descalificadoras que resulta increíble que conserve el apoyo de casi el 90% de los votantes republicanos habituales.
En un sentido concreto, esta elección está resultando deprimente, porque demuestra que los votantes apoyan a los candidatos del mismo modo que apoyan a su equipo de futbol americano o de beisbol (en España, son como los seguidores del Betis, que lo apoyan "manque pierda").
Si un grupo de científicos hubiera intentado destilar al candidato ideal para ver hasta qué punto las alineaciones políticas de los votantes republicanos son tribales, es dudoso que hubieran conseguido un candidato mejor que Donald Trump: un hombre que se jacta de no pagar impuestos, racista, machista hasta el punto de actuar siempre a un paso de la cárcel...
Pese a todo, cincuenta y cinco millones de norteamericanos votarán al peor candidato en los últimos cien años, contra la opinión implícita de las elites de su propio Partido (explícita en el caso de algunos valientes, como Lindsey Graham o Jeff Flake, los Senadores de Carolina del Sur y Arizona, respectivamente), contra la opinión generalizada de unos medios que ven claramente amenazadas sus libertades ante un candidato que, si pudiera, pulverizaría a su oposición en la prensa, particularmente escrita y, digámoslo sin tapujos, contra todo sentido común.
La responsabilidad del Partido Republicano es muy grave: la constante deslegitimación del sistema demócratico por parte de sus portavoces, los ataques salvajes y plagados de falsedades contra el Presidente Obama, que van mucho más allá de la crítica legítima y se adentran explícitamente en el terreno del racismo y de la incitación a la violencia han producido el fenómeno Trump.
Se ha intentado minimizar a Trump diciendo que es como Berlusconi, fruto del populismo que está invadiendo las sociedades occidentales, a resultas del miedo de las clases medias a perder su estatus socioeconómico ante el fenómeno de la globalización.
El problema es que el Presidente de Estados Unidos no es el primer ministro de Italia. O dicho de otro modo: Trump sería Berlusconi con armas nucleares (y la Casa Blanca, un picadero peor que en los tiempos de JFK).
Acabo con una reflexión personal: como padre de dos hijas, siempre he creído, al menos en abstracto, en su derecho a tener las mismas oportunidades que cualquier hombre en toda empresa que pudieran acometer. Trump me muestra, de un modo que nunca antes había tenido ocasión de ver en toda su descarnada crudeza, como una mayoría de hombres siguen viendo a las mujeres: pedazos de carne que sólo pueden ser valorados por su atractivo físico, seres humanos de segunda categoría. Yo no quiero que el líder del mundo libre sea un hombre así.
Esta es la elección más fácil de la historia de Estados Unidos.
Poll
|
Date
|
Clinton (D)
|
Trump (R)
|
Spread
|
RCP
Average
|
10/3 - 10/14
|
48.1
|
41.4
|
Clinton +6.7
|
10/8 - 10/14
|
44
|
44
|
Tie
|
|
10/10 - 10/12
|
49
|
41
|
Clinton +8
|
|
10/8 - 10/10
|
50
|
40
|
Clinton +10
|
|
10/6 - 10/10
|
44
|
37
|
Clinton +7
|
|
10/7 - 10/8
|
48
|
43
|
Clinton +5
|
|
10/5 - 10/9
|
49
|
38
|
Clinton +11
|
|
10/5 - 10/6
|
50
|
44
|
Clinton +6
|
|
10/3 - 10/9
|
51
|
44
|
Clinton +7
|
- En Pollster.com, la ventaja de Hillary Clinton es ahora de ocho puntos, cuando hace tres semanas era tan solo de cuatro puntos.
- Por último, FiveThirtyEight, la web de pronósticos electorales de Nate Silver, le otorga a Clinton apenas una ventaja de 6,3 puntos, cinco puntos más que hace tres semanas.
Estos resultados se trasladarían al colegio electoral del siguiente modo: Hillary ganaría con un cómodo margen de 346 a 192 votos electorales, lo que supondría perder, en comparación con los resultados de Obama en 2012, únicamente el voto electoral del segundo distrito de Maine, mientras que Trump perdería Carolina del Norte, un Estado que Mitt Romney consiguió ganar hace cuatro años:
Por una parte, este escenario resulta tranquilizador, dado que aleja a Donald Trump de la Presidencia. Sin embargo, resulta chocante que entre un 41 y un 43% de norteamericanos estén dispuestos a votar a Donald Trump. Las últimas revelaciones sobre su conducta (y aún no ha salido ninguna mujer que directamente le haya acusado de violación, pero en mi opinión es sólo cuestión de tiempo) son tan absolutamente descalificadoras que resulta increíble que conserve el apoyo de casi el 90% de los votantes republicanos habituales.
En un sentido concreto, esta elección está resultando deprimente, porque demuestra que los votantes apoyan a los candidatos del mismo modo que apoyan a su equipo de futbol americano o de beisbol (en España, son como los seguidores del Betis, que lo apoyan "manque pierda").
Si un grupo de científicos hubiera intentado destilar al candidato ideal para ver hasta qué punto las alineaciones políticas de los votantes republicanos son tribales, es dudoso que hubieran conseguido un candidato mejor que Donald Trump: un hombre que se jacta de no pagar impuestos, racista, machista hasta el punto de actuar siempre a un paso de la cárcel...
Pese a todo, cincuenta y cinco millones de norteamericanos votarán al peor candidato en los últimos cien años, contra la opinión implícita de las elites de su propio Partido (explícita en el caso de algunos valientes, como Lindsey Graham o Jeff Flake, los Senadores de Carolina del Sur y Arizona, respectivamente), contra la opinión generalizada de unos medios que ven claramente amenazadas sus libertades ante un candidato que, si pudiera, pulverizaría a su oposición en la prensa, particularmente escrita y, digámoslo sin tapujos, contra todo sentido común.
La responsabilidad del Partido Republicano es muy grave: la constante deslegitimación del sistema demócratico por parte de sus portavoces, los ataques salvajes y plagados de falsedades contra el Presidente Obama, que van mucho más allá de la crítica legítima y se adentran explícitamente en el terreno del racismo y de la incitación a la violencia han producido el fenómeno Trump.
Se ha intentado minimizar a Trump diciendo que es como Berlusconi, fruto del populismo que está invadiendo las sociedades occidentales, a resultas del miedo de las clases medias a perder su estatus socioeconómico ante el fenómeno de la globalización.
El problema es que el Presidente de Estados Unidos no es el primer ministro de Italia. O dicho de otro modo: Trump sería Berlusconi con armas nucleares (y la Casa Blanca, un picadero peor que en los tiempos de JFK).
Acabo con una reflexión personal: como padre de dos hijas, siempre he creído, al menos en abstracto, en su derecho a tener las mismas oportunidades que cualquier hombre en toda empresa que pudieran acometer. Trump me muestra, de un modo que nunca antes había tenido ocasión de ver en toda su descarnada crudeza, como una mayoría de hombres siguen viendo a las mujeres: pedazos de carne que sólo pueden ser valorados por su atractivo físico, seres humanos de segunda categoría. Yo no quiero que el líder del mundo libre sea un hombre así.
Esta es la elección más fácil de la historia de Estados Unidos.
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