Las primarias de New Hampshire del pasado 11 de febrero y en particular los
resultados de los caucuses de Nevada el 22 han revelado que el Partido
Demócrata tiene un problema de acción colectiva.
Me explico: en la actualidad, los demócratas tienen una facción liberal (lo
que en Europa llamaríamos más bien progresista, sin llegar siquiera a
socialdemócrata), que abarca más o menos la mitad de su electorado y otra
facción moderada, con una pequeña parte incluso conservadora, que abarca a la
otra mitad. Pero históricamente el ala moderada solía tener más peso (sobre
todo por la presencia de un gran número de demócratas blancos sureños, muy
conservadores en lo social) lo que explica que la gran mayoría de los
candidatos en los últimos cuarenta años fueran moderados.
Desde su instauración en 1972, y particularmente desde que el modelo se
estabilizó a partir de 1980, las primarias demócratas han solido cumplir con el
siguiente guion: un candidato del “establishment”, más centrista, contra un
insurgente del ala liberal/progresista, que solía acabar derrotado. Los
ejemplos son constantes: el presidente Carter derrotando a Ted Kennedy en 1980,
el exvicepresidente Mondale haciendo lo propio con Gary Hart y Jesse Jackson en
1984, Bill Clinton derrotando a Jerry Brown y Paul Tsongas en 1992, Al Gore derrotando
a Bill Bradley en 2000, Hillary Clinton venciendo a Bernie Sanders en 2016…
En ocasiones el candidato era algo más liberal, pero derrotaba al mismo
tiempo a un oponente que lo era todavía más y a un demócrata sureño, más
conservador (Dukakis en 1988, o Kerry en 2004), pero el patrón era claro.
Quizá el único ejemplo a contracorriente de esta teoría fue la nominación
de Barack Obama frente a Hillary Clinton en 2008. Obama era generalmente visto
como el candidato más progresista frente a Clinton, más centrista. Pero la
explicación en este caso es sencilla: los votantes negros demócratas, que en su
mayoría son moderados o conservadores, votaron al candidato más liberal por
motivos “históricos” (era el primer candidato negro con posibilidades de
acceder a la Presidencia), y desequilibraron la balanza.
Sin embargo, todos estos resultados se produjeron en el contexto de unas
primarias en las que las dos facciones demócratas se agrupaban al principio del
proceso, seleccionaban a su candidato, y lo enfrentaban con el de la facción
opuesta.
Aunque este escenario puede darse todavía, existe un riesgo cierto de
fragmentación del voto demócrata y con ello, de que al menos una de las dos
facciones (en particular, la moderada), no aglutine sus votos y acabe derrotada
por sus divisiones internas. Es preciso recordar, en ese sentido, que aunque
las primarias demócratas son estrictamente proporcionales, para poder obtener
delegados hay que superar un listón mínimo del 15%.
El resultado de las primarias de New Hampshire fue, en ese sentido, un
claro ejemplo del riesgo del que estoy hablando:
Candidato
|
Votos
|
%
|
Delegados
|
76,355
|
25.6
|
9
|
|
72,445
|
24.3
|
9
|
|
58,774
|
19.7
|
6
|
|
27,428
|
9.2
|
0
|
|
24,911
|
8.3
|
0
|
(los demás candidatos obtuvieron un 3,6% o menos de los votos).
Los resultados del caucus de Nevada ahondan más todavía en esa conclusión:
Candidato
|
Alineación
final
|
Delegados a la convención
nacional
|
|
Votos
|
%
|
||
41,075
|
40.5
|
24
|
|
19,179
|
18.9
|
9
|
|
17,598
|
17.3
|
3
|
|
11,703
|
11.5
|
0
|
|
4,120
|
4.1
|
0
|
|
7,376
|
7.3
|
0
|
Los dos candidatos más de izquierdas en estas primarias son Bernie Sanders (que directamente se autocalifica de socialista) y Elizabeth Warren. Sin embargo, su voto no se encuentra dividido de la misma manera: hasta el momento, Sanders ha demostrado una capacidad de aglutinar el voto liberal muy superior a Warren.
En cambio, en el ala moderada hay un exceso de candidatos: no sólo
Buttigieg y Klobuchar, que obtuvieron un buen resultado en New Hampshire
(bastante peor en Nevada) sino también Joe Biden, que aunque empezó con malos
resultados en las dos primeras primarias, parece conservar cierto apoyo,
especialmente en Estados con minorías, como se ha visto en Nevada. Pero por si
eso fuera poco, hay dos millonarios, Mike Bloomberg y Tom Steyer, que dividen
todavía más el voto moderado demócrata (especialmente Bloomberg, que está
gastándose cientos de millones en anuncios, aunque su penosa intervención en los
debates del día 19 y 25 probablemente le reste ímpetus).
Todo esto no tendría mucha importancia si el proceso de primarias se
continuara celebrando como hasta ahora, es decir: de Estado pequeño en Estado pequeño,
con candidatos abandonando la carrera después de cada primaria (en New
Hampshire cayeron tres, por ejemplo). El gran problema es que después de Nevada
(que ha votado el 22 de febrero) y Carolina del Sur (que lo hace el 29) llega,
apenas tres días después, el Supermartes, donde catorce Estados reparten el 34%
de los delegados. Si para entonces se siguen manteniendo dos candidatos
liberales y cuatro o cinco moderados en la carrera, nos podemos encontrar con
el siguiente escenario: Sanders obteniendo un 30% o un 40% de los votos y
llevándose la mayoría de los delegados porque sólo uno o ninguno de los
restantes candidatos alcanzan el 15%.
Un escenario que no es ni mucho menos descabellado si acudimos a la media
de las encuestas nacionales que refleja a día de hoy, por ejemplo, la página
web RealClearPolitics:
Por eso empezaba este artículo diciendo que a los demócratas se les
planteaba un dilema de acción colectiva: si lo que se pretende es evitar el
triunfo de Sanders (que, en opinión de muchos, este autor incluido, supone
regalarle la presidencia a Trump y poner en peligro la continuidad de la
democracia estadounidense), la opción lógica es agruparse en torno a un
candidato moderado que sea capaz de aglutinar los votos ya no sólo de los
moderados, sino de bastantes liberales que no se sienten cómodos con Sanders.
El problema es que los moderados no son capaces de ponerse de acuerdo en
quién es ese candidato: ¿un veterano como Biden? ¿un multimillonario como
Bloomberg -el octavo hombre más rico de Estados Unidos-? ¿una Senadora con
suficiente experiencia como Warren -que no es moderada, pero sí lo es más que
Sanders- o Klobuchar? ¿o un valor nuevo, sin testar, como Buttigieg?
Entre dimes y diretes, los demócratas moderados son incapaces de decantarse
por un candidato, las primarias avanzan, y la ventaja le corresponde a un
anciano de 78 años con problemas recientes de corazón y una querencia anormal
por las dictaduras comunistas previas a la caída del Muro. Hay décadas de
vídeos de Sanders alabando a la Unión Soviética, a Nicaragua, y a montones de
régimenes “de izquierdas” pero no democráticos. Los anuncios de la futura
campaña de Trump se escribirán solos.
Este sábado, como decía, vota Carolina del Sur. Y el 3 de marzo (¡menos de
tres días después!), catorce Estados, entre ellos dos tan importantes como
California o Texas. O el voto del candidato anti-Sanders empieza a aglutinarse
ya, o los demócratas se encontrarán en noviembre con un caballo perdedor en sus
manos.