jueves, 27 de febrero de 2020

El dilema de la acción colectiva en las primarias americanas


Las primarias de New Hampshire del pasado 11 de febrero y en particular los resultados de los caucuses de Nevada el 22 han revelado que el Partido Demócrata tiene un problema de acción colectiva.

Me explico: en la actualidad, los demócratas tienen una facción liberal (lo que en Europa llamaríamos más bien progresista, sin llegar siquiera a socialdemócrata), que abarca más o menos la mitad de su electorado y otra facción moderada, con una pequeña parte incluso conservadora, que abarca a la otra mitad. Pero históricamente el ala moderada solía tener más peso (sobre todo por la presencia de un gran número de demócratas blancos sureños, muy conservadores en lo social) lo que explica que la gran mayoría de los candidatos en los últimos cuarenta años fueran moderados.

Desde su instauración en 1972, y particularmente desde que el modelo se estabilizó a partir de 1980, las primarias demócratas han solido cumplir con el siguiente guion: un candidato del “establishment”, más centrista, contra un insurgente del ala liberal/progresista, que solía acabar derrotado. Los ejemplos son constantes: el presidente Carter derrotando a Ted Kennedy en 1980, el exvicepresidente Mondale haciendo lo propio con Gary Hart y Jesse Jackson en 1984, Bill Clinton derrotando a Jerry Brown y Paul Tsongas en 1992, Al Gore derrotando a Bill Bradley en 2000, Hillary Clinton venciendo a Bernie Sanders en 2016…

En ocasiones el candidato era algo más liberal, pero derrotaba al mismo tiempo a un oponente que lo era todavía más y a un demócrata sureño, más conservador (Dukakis en 1988, o Kerry en 2004), pero el patrón era claro.

Quizá el único ejemplo a contracorriente de esta teoría fue la nominación de Barack Obama frente a Hillary Clinton en 2008. Obama era generalmente visto como el candidato más progresista frente a Clinton, más centrista. Pero la explicación en este caso es sencilla: los votantes negros demócratas, que en su mayoría son moderados o conservadores, votaron al candidato más liberal por motivos “históricos” (era el primer candidato negro con posibilidades de acceder a la Presidencia), y desequilibraron la balanza.

Sin embargo, todos estos resultados se produjeron en el contexto de unas primarias en las que las dos facciones demócratas se agrupaban al principio del proceso, seleccionaban a su candidato, y lo enfrentaban con el de la facción opuesta.

Aunque este escenario puede darse todavía, existe un riesgo cierto de fragmentación del voto demócrata y con ello, de que al menos una de las dos facciones (en particular, la moderada), no aglutine sus votos y acabe derrotada por sus divisiones internas. Es preciso recordar, en ese sentido, que aunque las primarias demócratas son estrictamente proporcionales, para poder obtener delegados hay que superar un listón mínimo del 15%.

El resultado de las primarias de New Hampshire fue, en ese sentido, un claro ejemplo del riesgo del que estoy hablando:


Candidato
Votos
%
Delegados
76,355
25.6
9
72,445
24.3
9
58,774
19.7
6
27,428
9.2
0
24,911
8.3
0


(los demás candidatos obtuvieron un 3,6% o menos de los votos).


Los resultados del caucus de Nevada ahondan más todavía en esa conclusión:

Candidato
Alineación
final
Delegados a la convención nacional
Votos
%
41,075
40.5
24
19,179
18.9
9
17,598
17.3
3
11,703
11.5
0
4,120
4.1
0
7,376
7.3
0

Resultado de imagen de nevada map

Los dos candidatos más de izquierdas en estas primarias son Bernie Sanders (que directamente se autocalifica de socialista) y Elizabeth Warren. Sin embargo, su voto no se encuentra dividido de la misma manera: hasta el momento, Sanders ha demostrado una capacidad de aglutinar el voto liberal muy superior a Warren.

En cambio, en el ala moderada hay un exceso de candidatos: no sólo Buttigieg y Klobuchar, que obtuvieron un buen resultado en New Hampshire (bastante peor en Nevada) sino también Joe Biden, que aunque empezó con malos resultados en las dos primeras primarias, parece conservar cierto apoyo, especialmente en Estados con minorías, como se ha visto en Nevada. Pero por si eso fuera poco, hay dos millonarios, Mike Bloomberg y Tom Steyer, que dividen todavía más el voto moderado demócrata (especialmente Bloomberg, que está gastándose cientos de millones en anuncios, aunque su penosa intervención en los debates del día 19 y 25 probablemente le reste ímpetus).

Todo esto no tendría mucha importancia si el proceso de primarias se continuara celebrando como hasta ahora, es decir: de Estado pequeño en Estado pequeño, con candidatos abandonando la carrera después de cada primaria (en New Hampshire cayeron tres, por ejemplo). El gran problema es que después de Nevada (que ha votado el 22 de febrero) y Carolina del Sur (que lo hace el 29) llega, apenas tres días después, el Supermartes, donde catorce Estados reparten el 34% de los delegados. Si para entonces se siguen manteniendo dos candidatos liberales y cuatro o cinco moderados en la carrera, nos podemos encontrar con el siguiente escenario: Sanders obteniendo un 30% o un 40% de los votos y llevándose la mayoría de los delegados porque sólo uno o ninguno de los restantes candidatos alcanzan el 15%.

Un escenario que no es ni mucho menos descabellado si acudimos a la media de las encuestas nacionales que refleja a día de hoy, por ejemplo, la página web RealClearPolitics:


Por eso empezaba este artículo diciendo que a los demócratas se les planteaba un dilema de acción colectiva: si lo que se pretende es evitar el triunfo de Sanders (que, en opinión de muchos, este autor incluido, supone regalarle la presidencia a Trump y poner en peligro la continuidad de la democracia estadounidense), la opción lógica es agruparse en torno a un candidato moderado que sea capaz de aglutinar los votos ya no sólo de los moderados, sino de bastantes liberales que no se sienten cómodos con Sanders.

El problema es que los moderados no son capaces de ponerse de acuerdo en quién es ese candidato: ¿un veterano como Biden? ¿un multimillonario como Bloomberg -el octavo hombre más rico de Estados Unidos-? ¿una Senadora con suficiente experiencia como Warren -que no es moderada, pero sí lo es más que Sanders- o Klobuchar? ¿o un valor nuevo, sin testar, como Buttigieg?

Entre dimes y diretes, los demócratas moderados son incapaces de decantarse por un candidato, las primarias avanzan, y la ventaja le corresponde a un anciano de 78 años con problemas recientes de corazón y una querencia anormal por las dictaduras comunistas previas a la caída del Muro. Hay décadas de vídeos de Sanders alabando a la Unión Soviética, a Nicaragua, y a montones de régimenes “de izquierdas” pero no democráticos. Los anuncios de la futura campaña de Trump se escribirán solos.

Este sábado, como decía, vota Carolina del Sur. Y el 3 de marzo (¡menos de tres días después!), catorce Estados, entre ellos dos tan importantes como California o Texas. O el voto del candidato anti-Sanders empieza a aglutinarse ya, o los demócratas se encontrarán en noviembre con un caballo perdedor en sus manos.

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