jueves, 25 de marzo de 2010

At the end of the quest, victory

Ése era el título de la hermosa reseña que W. H. Auden, el gran poeta, publicó el 22 de enero de 1956 en el New York Times, dedicada a glosar "El Retorno del Rey", la tercera parte de "El Señor de los Anillos" de J.R.R. Tolkien.

Y estos eran mis sentimientos al ver ayer a Barack Obama, 44º Presidente de los Estados Unidos de América, al firmar la ley que reforma el sistema de seguros médicos en Estados Unidos. Obama, en un noble discurso, ensalzó las virtudes de la ley y subrayó el titánico esfuerzo que ha supuesto la aprobación de la misma para el Partido Demócrata, que por primera vez en la historia se ha visto obligado a aprobar una ley de este calibre sin un solo voto del Partido Republicano, cosa que resulta más sorprendente, si cabe, por cuanto:

- La ley finalmente aprobada es muy similar al plan ofrecido por el Senador republicano John Chafee en 1994 (y mi fuente es Norm Ornstein, del American Enterprise Institute, que no es precisamente un nido de peligrosos comunistas, aunque es cierto que Ornstein es posiblemente la persona más "de izquierdas" del AEI).

- El modelo del "Obamacare" no es otro que el "Romneycare", es decir, el sistema de seguro médico cuasiuniversal diseñado en Massachusetts durante el mandato (2003-2007) de Mitt Romney como gobernador republicano de dicho Estado (por eso resulta increíble oír ahora a Romney criticar una ley inspirada en la que él auspició en su Estado; con un matiz: la ley de Obama es fiscalmente responsable, puesto que no sólo no aumentará el déficit, sino que lo reduce. La ley de Romney no lo era).

- La ley finalmente aprobada es el proyecto de ley que salió del Senado, que a su vez es muy similar al proyecto de ley que salió del Comité de Finanzas del Senado, que en su día votó Olympia Snowe. La postura de ésta (y de su compañera Susan Collins de Maine) ha sido sorprendentemente incoherente a lo largo de los últimos meses. Digámoslo claramente: los demócratas ajustaron su proyecto de ley al centro de modo tal que las dos Senadoras republicanas de Maine (y el Senador demócrata más conservador, Ben Nelson, de Nebraska) pudieran votar por la ley. Finalmente, las presiones del liderazgo republicano en el Senado (y en el Congreso) y el temor a que los elementos más extremos de su electorado las derrotaran en unas primarias hicieron que Snowe y Collins se arriesgaran con un voto negativo muy peligroso en su Estado (recordemos que Obama ganó en Maine con el 57,7 % de los votos en 2008, y Snowe se presenta a la reelección en 2012, otro año presidencial).

Lo cierto es, sin embargo, que la ley tuvo que pasar sólo con el voto de los demócratas del Congreso, para un total de 219 a 212. Los 219, como digo, eran todos demócratas, mientras que los 212 eran 178 republicanos y 34 demócratas.

Nate Silver ha explicado de manera muy convincente (como suele) la dinámica del voto demócrata. Como se puede ver en el artículo, hay dos variables determinantes en el voto de los congresistas demócratas:

1) El porcentaje de voto obtenido por Obama en las elecciones de 2008:

[hcpvi7[1]]

Lógicamente, los congresistas en distritos donde Obama obtuvo un pobre resultado han votado en contra de la reforma del seguro sanitario en su mayoría, y viceversa.

2) La segunda variable, por supuesto, es la ideología: los demócratas más liberales han votado masivamente a favor y los moderados y conservadores han votado en contra en números mayores:

[hcpvi3[1]]

En el próximo artículo, analizaremos el porqué de muchos de estos votos. En cualquier caso, hay que señalar y felicitar la extraordinaria tenacidad que han mostrado los tres líderes demócratas: Obama (que se entrevistó con todos los congresistas dudosos, en varios casos más de una vez, para explicarles los beneficios del proyecto y asegurarse su voto), Nancy Pelosi, la Presidenta de la Cámara de Representantes (que una vez más ha mostrado su impresionante capacidad para conseguir ganar los votos de un caucus que a menudo muestra la consistencia del "ejército de Pancho Villa", por usar una frase aznariana), y el gran héroe desconocido de este asunto, Harry Reid, el anticarismático líder demócrata del Senado, que consiguió milagrosamente la unanimidad de su caucus de 60 votos en diciembre para sacar adelante el proyecto de ley que, en definitiva, fue el que se votó en el Congreso este domingo.

Treinta y dos millones de personas (sí, 32.000.000) dispondrán de un seguro médico en los próximos años. Y por una vez, se trata de una reforma que no sólo se paga, sino que servirá para reducir el déficit. Dicho esto, merece la pena señalar que el problema de los costes en el sistema de salud norteamericano es tan grave que sólo una reforma bipartidista podrá afrontarlo. Para ello es necesario que el Partido Republicano vuelva a la senda de la responsabilidad fiscal, que empezó a abandonar con Reagan y que abandonó definitivamente con Bush hijo, que financió dos guerras y una reforma del Medicare con un coste idéntico a la presente exclusivamente a través del déficit (ruego a todos los conservadores la lectura del artículo adjunto, escrito por Bruce Bartlett, que es republicano, y lo que es más importante, conservador de verdad, especialmente en el sentido fiscal).

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