domingo, 7 de diciembre de 2008

Los republicanos y 2012

Como decíamos en el post anterior, la tentación del Partido Republicano en las próximas presidenciales será la siguiente:

"El problema que tuvimos en 2008 es que nuestro candidato, John McCain, no era suficientemente conservador. En 2012 ganaremos poniendo a un VERDADERO conservador en el ticket"

Por supuesto, eso es una tontería, pero un partido con un 68% de conservadores elegirá de modo casi inevitable a un conservador en sus próximas primarias (recordemos que McCain sólo fue elegido porque los conservadores dividieron sus votos entre Romney y Huckabee el Supermartes, mientras que los moderados votaron en masa a McCain).

Las posibilidades de los republicanos dependerán, por supuesto, de la ejecutoria del presidente Obama. Si Obama es un Presidente potable (ya no digamos si resulta ser un gran Presidente), los republicanos tienen muy pocas posibilidades, y recurrirán a alguno de los candidatos fallidos del 2012 como victima sacrificial: Huckabee, Romney o Sarah Palin.

La opción Palin es sin duda la más tentadora: el ala conservadora del Partido (dos tercios del mismo, no lo olvidemos) está enamorado de ella. Lamentablemente, el resto del país tiene una opinión profundamente distinta de la gobernadora de Alaska, a la que ven como simplemente inadecuada e inexperta, con unas posiciones políticas excesivamente escoradas a la derecha (incluso en un país tan poco de izquierdas como Estados Unidos).

Sarah Palin puede aprender en los próximos cuatro años, y como es una mujer muy astuta sin duda lo hará. Sin embargo, todo parece indicar que su destino es el de convertirse en una especie de Dan Quayle femenina. Si en 2012 es nominada por los republicanos y se enfrenta a un Obama popular, el resultado electoral será similar a la aplastante victoria de Reagan contra Mondale en 1984.

Sólo si Obama es un presidente incompetente a la altura de Jimmy Carter en 1980 tendrán los republicanos alguna posibilidad. Y si se da esa circunstancia, hay varios candidatos más competentes que Palin entre los republicanos para aprovecharla (Mitch Daniels, el gobernador de Indiana o el brillante Bobby Jindal, de Louisiana, pese a que es ridículamente joven).

En cualquier caso, hay una recomendación esencial para los republicanos: hay que elegir a alguien competitivo. Uno de los motivos por los que George Bush padre fue elegido en 1988, tras ocho años de administración republicana, fue que cuatro años antes Reagan había arrasado de tal manera que en 1988 había muchos votantes moderados (los "Reagan Democrats") que nunca antes de 1984 habían votado a los republicanos, pero una vez que votaron por Reagan en esa fecha, siguieron abiertos a ello cuatro años después.

Si Obama consigue una victoria "reaganesca" (en torno al 58%) en 2012, los republicanos no sólo le habrán regalado la Casa Blanca cuatro años más, sino que muy posiblemente el sucesor demócrata de Obama, al igual que el sucesor republicano de Reagan, también gane las elecciones de 2016.

martes, 2 de diciembre de 2008

¿Quo Vadis, Partido Republicano?

El Partido Republicano ha gobernado la Casa Blanca durante 28 de los últimos 40 años, y el Congreso y el Senado entre 1994 y 2006. Sin embargo, las elecciones de medio mandato de ese último año les arrebataron el control de ambas cámaras legislativas, y la victoria de Barack Obama sobre John McCain les ha hecho perder el control sobre la sede del Poder Ejecutivo. El único terreno donde los republicanos conservan el control es el Poder Judicial, dado que el Tribunal Supremo posee una mayoría conservadora de 5 a 4 (aunque el quinto conservador, Anthony Kennedy, tiende a alinearse con los liberales en algunos temas controvertidos) y sobre todo, los Tribunales de apelación federales, que se componen, tras tantos años de presidentes republicanos (que son los que designan a los Jueces federales) de una amplia mayoría de jueces conservadores.

Sin embargo, lo cierto es que tras la derrota del mes pasado, se inicia para el Partido Republicano una travesía del desierto en la oposición de duración impredecible.

Los datos de la encuesta sobre orientación ideológica que el Pew Research Center acaba de publicar proporcionan, en mi opinión, serios motivos de preocupación para el GOP, en primer lugar, por cuanto reflejan que a día de hoy, el Partido Demócrata se parece mucho más a Norteamérica ideológicamente que el Partido Republicano.

Repasemos los datos básicos: según los datos más recientes, los norteamericanos se califican a sí mismos del siguiente modo:

- 38%: Conservadores
- 36%: Moderados
- 21%: Liberales

Sin embargo, esa distribución no se refleja en modo alguno en el Partido Republicano (32% de los votantes en las últimas elecciones), cuyos miembros se califican del siguiente modo:

- 68%: Conservadores (+ 30 sobre la media nacional)
- 25%: Moderados (-11 sobre la media nacional)
- 4%: Liberales (-17 sobre la media nacional)

Observad el contraste con los miembros del Partido Demócrata (39% de los votantes en las últimas elecciones), que se califican así:

- 25% Conservadores (-13 sobre la media nacional)
- 37% Moderados (+ 1 sobre la media nacional)
- 34% Liberales (+ 13 sobre la media nacional)

Y ya que estamos, veamos cuál es la posición de los independientes (29% de los votantes en las últimas elecciones):

- 30% Conservadores (-8 sobre la media nacional)
- 45% Moderados (+9 sobre la media nacional)
- 20% Liberales (-1 sobre la media nacional)

En resumen: para empezar, hay más demócratas que republicanos. En segundo lugar, los republicanos son desproporcionadamente conservadores en relación con la media nacional. En tercer lugar, y como consecuencia de lo anterior: los republicanos moderados son una especie en peligro de extinción y los republicanos liberales (los llamados antaño "Rockefeller Republicans") se han extinguido (se han pasado al Partido Demócrata, anunciando su apoyo a Obama en estas últimas elecciones. Ejemplos diversos: el ex-Senador de Rhode Island Lincoln Chafee, el excongresista por Iowa Jim Leach o incluso el general Colin Powell).

Por su parte, los demócratas, aunque obviamente están algo más a la izquierda de la media nacional, tienen todavía un número nada desdeñable de conservadores (una cuarta parte de los miembros del Partido), y lo que es más importante: hay más moderados que liberales en el Partido Demócrata. En otras palabras: el Partido Demócrata es un partido de centro más que de centro-izquierda, cuyos elementos más extremistas (situados en el ala izquierda) NO controlan el Partido. Lamentablemente, no se puede decir lo mismo del Partido Republicano.

Como podéis imaginar, llevo varias semanas leyendo todo tipo de análisis sobre la dirección que debe asumir el Partido Republicano en los próximos cuatro años. La mayor parte de ellos incurren en el clásico error que cometen todos los partidos políticos que llevan mucho tiempo en el poder y pierden de manera clara un ciclo electoral: confundirse sobre las causas de la derrota (lo que suele conducirles a la derrota en las siguientes elecciones generales: véase el PSOE en las elecciones de 2000, el Partido Laborista en las elecciones de 1983, etc).

En síntesis, la mayor parte de analistas conservadores (y lo que es más grave, la mayoría de los políticos republicanos, al menos en público) afirman que el Partido Republicano ha perdido las elecciones de 2006 y 2008 porque ha abandonado sus principios conservadores. La solución, por lo tanto, es "volver a las raíces", ser "verdaderamente conservadores", etc, etc.

Lamentablemente, ese es un análisis completamente erróneo. El Partido Republicano ha perdido los dos últimos ciclos electorales, como mínimo, por los siguientes motivos:

- Porque su gestión ha sido incompetente. No es necesario ser de izquierdas para admitir que George W. Bush ha sido un presidente lamentable (como siempre, hablamos de ejecutoria, no de ideología).

Bush sufrió el ataque terrorista más grave de la historia de Estados Unidos (aunque la responsabilidad en estos casos siempre es compartida, y parte de la culpa debe recaer sobre la Administración Clinton), respondió lanzando una guerra (en mi opinión, absolutamente necesaria) contra Afganistán, pero cometió el gravísimo error de no finalizar la tarea iniciada, no capturar al personaje que ideó los atentados (Osama bin Laden), e iniciar una segunda guerra contra Irak, por motivos que se han revelado completamente ajenos a los objetivos fijados en la llamada "Guerra contra el Terror". Y lo que es más grave: Bush carecía evidentemente de un plan para el "día después" de la victoria en Irak.

Al atacar Irak, Bush alienó a sus aliados, estimuló a sus enemigos, debilitó el esfuerzo militar en Afganistán, convirtió Irak en un nido de terroristas y desequilibró y recalentó la economía norteamericana. En todos estos errores, Bush contó con la aquiescencia prácticamente entera del Partido Republicano (y de una minoría significativa del Partido Demócrata).

En materia económica, la obsesión desreguladora de George W. Bush y del Partido Republicano ha permitido generar una burbuja inmobiliaria y financiera de primera magnitud, que ha terminado explotando, creando una crisis económica de dimensiones enormes, que confíamos no alcance las cimas de la Gran Depresión, pero que puede quedársele cerca (el Viernes 5 de diciembre se supo que en Noviembre se había destruido el mayor número de empleos desde 1974, cuando la crisis del petróleo dañó gravemente la economía norteamericana).

Para mayor desgracia, el Partido Republicano (que suele llamarse a sí mismo "el Partido fiscalmente responsable") ha permitido que el déficit público se dispare en los últimos ocho años a niveles desconocidos, limitando con ello la capacidad del nuevo Presidente electo de recurrir al déficit público para estimular la economía. Bill Clinton consiguió reequilibrar el presupuesto tras los excesos del período Reagan-Bush. Ahora a Obama le corresponde una tarea mucho más ardua, a la vista del monumental déficit existente.

- Lejos de no haberse sido suficientemente conservador, parece evidente que el Partido Republicano, en algunos temas, ha sido excesivamente conservador. En los últimos ocho años, los republicanos han renegado del legado de Reagan en un punto a mi entender crucial: Reagan era un optimista que hacía campaña en positivo (una de sus frases mejores, que cito más o menos de memoria: "espero que, si me recordáis, lo sea porque siempre apelé a vuestras esperanzas y no a vuestros temores", y otra, para que veáis que hasta criticar al adversario se puede hacer con gracia (debate presidencial de 1980): "La recesión se produce cuando tu vecino pierde su empleo. La depresión, cuando tú pierdes tu empleo. Y la recuperación se iniciará cuando Jimmy Carter pierda el suyo".

En los últimos ocho años, en cambio, el Partido Republicano ha destacado por su tono constantemente negativo e intolerante: es un Partido antihispanos (y antiminorías en general), antigays, antimusulmanes, anti-todo lo que no se corresponda a su imagen preconcebida de América. Veamos algunos ejemplos:

a) Antihispanos: la propuesta (que hizo el presidente George W. Bush en 2007) de aprobar una ley comprensiva en materia de inmigración (que permitía adquirir la residencia a los inmigrantes ilegales siempre y cuando acreditaran un nivel de inglés aceptable y pagaran severas multas) fue fulminada en el Senado no por los demócratas (aunque algunos hubo), sino por una mayoría de republicanos. El Partido Republicano tiene un solo Senador hispano (Mel Martinez de Florida, que para colmo ya ha anunciado que se retira en 2010) y tan solo tres congresistas hispanos (los tres cubanos de Miami, anticastristas), cuando deberían tener como mínimo 5 y 25, respectivamente, para reflejar el peso hispano en el país (13% de la población). Pese a colocar en el ticket a John McCain (que apoyó el Plan Bush, perdiendo casi la nominación por esa causa), los hispanos no mordieron el anzuelo esta vez, asqueados por los constantes insultos de congresistas republicanos como Tom Tancredo o comentaristas radiofónicos como Russ Limbaugh.

b) Antigays: los republicanos han impulsado a lo largo de los últimos ocho años referendums a lo largo de todo el país para constitucionalizar en cada Estado la prohibición del matrimonio homosexual, y en 2005 intentaron hacerlo a nivel federal (se quedaron a un solo voto de lograrlo). Este año, han conseguido repeler en referéndum el matrimonio homosexual en California (algo más diremos sobre esto).

c) Antimusulmanes: la campaña contra Obama en ese sentido bastaría para demostrar la profunda intolerancia que anima a grandes sectores del Partido Republicano contra sus compatriotas musulmanes. También los comentarios insultantes que se produjeron cuando el congresista musulmán Keith Ellison, de Minnesota, quiso jurar en 2007 su cargo sobre el Corán.

En resumen: el Partido Republicano lleva varios años alienando a una serie de grupos minoritarios (pero crecientes, como los hispanos) con medidas insultantes y que responden a una concepción intolerante y anacrónica del conservadurismo. Al actuar así, el Partido Republicano se está convirtiendo en un partido homogéneamente blanco, envejecido y rural, en otras palabras: en una estupenda máquina de perder elecciones.

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Todo lo cual nos conduce inexorablemente una vez más a la pregunta del título: ¿qué rumbo ha de tomar el Partido Republicano en el futuro?

En primer lugar, lo que hay que hacer es volver al concepto que tenía Ronald Reagan de que el Partido Republicano sea "una gran tienda" en la que quepan más tendencias que las actualmente existentes.

Todos los partidos políticos tienden inevitablemente a intentar depurar a sus elementos más "centristas" (así, Ruiz Gallardón en el PP, José Bono en el PSOE, Kenneth Clarke en los conservadores británicos, etc). El Partido Republicano no ha sido una excepción: en los últimos cuatro años, los republicanos moderados han sido literalmente exterminados en el Senado y el Congreso, a veces por los demócratas, pero en demasiadas ocasiones por los propios republicanos en primarias estúpidas que sólo han servido para regalarle el escaño al Partido Demócrata (por ejemplo, en 2006, el Senador republicano de Rhode Island, Lincoln Chafee, se tuvo que gastar un dineral para frenar a un conservador, para luego ser derrotado, por culpa entre otras cosas de la falta de dinero, por un demócrata en las generales. En 2008, el congresista republicano del Distrito 1º de Maryland, Wayne Gilchrest, que se había mostrado cada vez más contrario a la guerra de Irak, fue derrotado en las primarias republicanas por un conservador ortodoxo que fue posteriormente derrotado a su vez por un demócrata moderado (en un distrito más bien conservador).

El Partido Demócrata también sufre en ocasiones esa tentación, pero suele controlarla mejor (aplicándola en distritos tan demócratas que no se pueden perder). Y sobre todo, en los últimos dos ciclos electorales se ha esforzado por ajustar a sus candidatos a sus Estados o distritos, y no a un supuesto "test de ortodoxia". Así, demócratas conservadores como Travis Childers en Mississipi o Bobby Bright en Alabama han conseguido ganar su escaño en distritos muy conservadores. Demócratas moderados como Mark Warner en Virginia o Mark Begich en Alaska han ganado sus escaños obteniendo diez puntos más que Obama en sus respectivos Estados.

El Partido Demócrata es así cultural, étnica e ideológicamente más variado, más tolerante, y más representativo de la realidad norteamericana, a día de hoy, que el Partido Republicano.

Por lo tanto, el Partido Republicano tiene que aceptar que para ganar en lugares como la ciudad de Nueva York o la costa de California necesita nominar a republicanos moderados o incluso liberales, y no a conservadores ortodoxos que jamás serán elegidos.

Pero esto no deja de ser una cuestión táctica. A largo plazo, lo que se impone es una revisión en profundidad sobre la noción de qué significa ser conservador, eliminando diversas excrecencias que se han incrustado en dicha noción, contaminándola y pervirtiéndola.

No quiero decir con ello que los conservadores tengan que dejar de serlo para pasar a ser de izquierdas. Hay cuestiones en los que no hace falta ser conservador para mantener una postura como mínimo prudente frente a ellas, como algunos de los temas más candentes en materia de bioética: aborto, eutanasia, clonación...

Ahora bien, ¿desde cuándo la postura manifiestamente hostil ante la inmigración es una posición "conservadora"? Desde el punto de vista estadounidense, la venenosidad de los republicanos conservadores frente a los inmigrantes ilegales es incongruente históricamente (en última instancia, el 99% de los norteamericanos es descendiente de inmigrantes) y religiosamente (por cuanto es una postura manifiestamente anti-cristiana).

El Partido Republicano necesita matizar imperiosamente su postura hostil frente a los gays (sintetizada en los infames anuncios en los que se insinúa que hay que impedir el matrimonio y la adopción gay porque hay que proteger a los niños de los gays, como si los homosexuales fueran todos pederastas). Si un mero argumento de tolerancia y decencia no bastara para convencer a los republicanos, me permito hacer notar que están en este asunto en el lado equivocado de la historia, y que la equiparación de derechos entre heterosexuales y homosexuales es cuestión de tiempo.

Esto no es una opinión, sino una estadística: como recordaréis, el 4 de noviembre los votantes de California aprobaron incluir la definición de matrimonio en la Constitución del Estado como exclusivamente la "unión entre hombre y mujer". El resultado fue 52,3% a favor, 47,7% en contra. El problema es que las encuestas a pie de urna reflejan que entre los votantes de 18 a 29 años, el resultado fue 39% a favor, 61% en contra. En otras palabras: que los votantes más viejos son los que están en contra y los votantes más jóvenes están en su mayoría a favor del matrimonio gay (en California). Es una mera cuestión de tiempo (¿10, 15 años?) para que se empiecen a enmendar las Constituciones de los distintos Estados que han prohibido el matrimonio gay para revocar dichas medidas. Y el Partido Republicano tiene dos opciones: atrincherarse en una postura equivocada (porque la condición homosexual no está reñida con el conservadurismo) o, una vez más, alienar a una minoría importante (entre el 7 y el 10% de la población).

Si los republicanos no son capaces de aceptar la noción de matrimonio homosexual, al menos deberían ser capaces de aceptar la posibilidad de uniones de hecho (prohibidas constitucionalmente en 14 Estados que votaron por McCain -y 5 que votaron por Obama-).

La desesperante costumbre del Partido Republicano de calificar de desleales y traidores a los que no votan como ellos (eso que Sarah Palin llama "la América real", una Arcadia rural que jamás existió, frente a las grandes ciudades malvadas y liberales) ha acabado desgastando la marca republicana de una manera atroz.

Y por último, es esencial que los republicanos empiecen a ser un Partido serio en materia económica. La realidad demuestra que el Partido Republicano, hoy en día, es el partido del déficit, de las bajadas de impuestos a los ricos, y de la crisis económica, y que la retórica de los republicanos está a años luz de su ejecutoria.

Este correo es ya demasiado largo, así que en el siguiente correo hablaremos de las perspectivas republicanas de cara a 2012.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Las otras elecciones: los resultados en el Congreso

Como los lectores del blog sin duda recuerdan, el 4 de noviembre se celebraron asimismo las elecciones a la Cámara de Representantes, el Congreso de Estados Unidos.

El Congreso se compone de 435 representantes, que representan de manera moderadamente proporcional a los Estados de la Unión. Los Estados menos poblados (como Alaska, Vermont, Dakota del Sur) tienen un representante, mientras que California, por ejemplo, tiene 53, y Texas, 32. Los 435 distritos se renuevan en su totalidad en elecciones que se celebran cada dos años.

Éste es un mapa con la composición de los distritos electorales a día de hoy:



La composición del Congreso inmediatamente después de las elecciones de 2006 era de 233 demócratas y 202 republicanos. Sin embargo, debido a fallecimientos y dimisiones varias, hubo diversas elecciones parciales en distintos distritos que hicieron que el día antes de las elecciones, la composición de la Cámara baja fuera de 235 demócratas, 199 republicanos y 1 vacante.

Y éste es el mapa resultante de la elección: en rojo los distritos que conservaron los republicanos, en rojo claro los que consiguieron ganar a los demócratas, en azul oscuro los que conservaron los demócratas, y en azul claro los que los demócratas les ganaron a los republicanos. En gris, tres distritos en los que todavía no se ha declarado un ganador.

United States House of Representatives elections, 2008

Los demócratas consiguieron ganar 26 escaños, y los republicanos cuatro, para un saldo neto positivo para los demócratas de + 22 escaños. Puestos a encontrar algo positivo que decir para los republicanos, quizá merezca la pena indicar que los resultados fueron algo mejor de lo temido por éstos, puesto que se había especulado con pérdidas de entre 30 y 40 escaños.

En cualquier caso, los resultados fueron muy malos para el Partido Republicano, que perdió distritos a lo largo y ancho de la geografía norteamericana. Especialmente graves fueron las pérdidas del último escaño de Nueva Inglaterra, tres escaños en el Estado de Nueva York, otros tres en Virginia o los dos escaños de Nuevo México (e increíble que en el Distrito 1º de Idaho, en el que McCain obtuvo más del 60% de los votos, el congresista republicano Bill Sali, conocido como Bill "Idiota" Sali entre los liberales, consiguiera perder su escaño). El Partido Demócrata una vez más consiguió presentar candidatos perfectamente adaptados a su distrito electoral (podéis comprobar que ganaron varios distritos rurales de gran tamaño, como el mencionado de Idaho), lo cual tiene el efecto beneficioso adicional de que el caucus demócrata en el Congreso tiene casi 50 centristas (los llamados "Blue Dog Democrats"), sin los cuales no se puede ganar las votaciones y que inevitablemente moderarán al Partido Demócrata.

Las victorias del Partido Republicano fueron rayanas en lo anecdótico: consiguieron recuperar un escaño en Florida por escándalos sexuales del congresista demócrata, otro en Louisiana porque el congresista demócrata era blanco y un demócrata negro resentido por perder en las primarias se presentó como independiente y obtuvo el 10% de los votos, otro en Texas porque es uno de los distritos más conservadores del país (donde Bush tiene su rancho), y otro en Kansas porque la congresista demócrata cometió el error de rechazar que el Comité Demócrata para el Congreso emitiera anuncios en su favor (en un distrito también muy conservador). En cualquier caso, los republicanos no consiguieron recuperar ningún escaño urbano o suburbano moderado.

Por ahora, y a la espera de que concluyan los recuentos en sendos distritos de California y Ohio, y de que se celebren dos elecciones en Louisiana retrasadas por el huracán Katrina, en el Congreso que se constituya en Enero habrá como mínimo 256 demócratas (y un máximo de 259) y 175 republicanos (con un máximo de 178). Con el matiz ya expuesto de que entre esos casi 260 demócratas hay un mínimo de 50 que no son liberales sino centristas e incluso conservadores, Obama tendrá una mayoría bastante sólida con la que trabajar.

El affaire Lieberman

Joe Lieberman fue elegido en 1988 como Senador demócrata por el Estado de Connecticut. Reelegido sin grandes problemas en 1994 y 2000 (el mismo año en que fue candidato a la vicepresidencia acompañando en el ticket electoral a Al Gore), en el año 2006, tras seis años de apoyo incondicional a la política exterior de George W. Bush (no a su política interior), Lieberman, que es judío y un acérrimo partidario del Estado de Israel, se encontró con un verdadero desafío en las primarias de su partido: el ala izquierda del mismo lanzó a un candidato, Ned Lamont, un millonario radicalmente opuesto a la guerra de Irak, que consiguió derrotarle en las primarias demócratas, por la mínima (52% a 48%).

Lieberman, pese a la derrota, no renunció a su deseo de continuar siendo Senador. Fundó un partido propio, "Connecticut for Lieberman", y se presentó como candidato independiente. Finalmente, en una carrera a tres bandas, Lieberman consiguió derrotar al candidato demócrata a su izquierda, Lamont, y a un débil candidato republicano a su derecha (50%-40%-10%).

Lieberman volvió a Washington con un fuerte grado de resentimiento respecto a sus excompañeros demócratas, de los que entendía que le habían dejado tirado durante su campaña en las primarias (esto era una crítica razonable respecto de algunos Senadores del ala izquierda del Partido), y también posteriormente, cuando fue derrotado en las primarias (aunque ¿qué otra cosa podían hacer?- para eso están las primarias). Pero las elecciones de 2006 habían producido una situación fascinante: los demócratas habían ganados varios escaños en el Senado, hasta alcanzar los 50. Los republicanos conservaban 49 senadores. Pero el escaño 51, el que daba o quitaba la mayoría a los demócratas, era el de Lieberman.

Harry Reid, el líder demócrata en el Senado, le prometió a Lieberman que continuaría siendo Presidente de las comisiones que encabezaba en el Senado y que se respetaría su "seniority" en caso de que continuara como miembro del caucus demócrata. Lieberman aceptó la oferta, y pasó a denominarse a sí mismo "Independiente Demócrata", continuando en el grupo parlamentario demócrata.

Sin embargo, los lazos de Lieberman con el Partido Demócrata habían quedado muy dañados, hasta el punto de que cuando se planteó la campaña presidencial de 2008, Lieberman anunció que apoyaría al candidato republicano a la Presidencia, John McCain (que, por lo demás, es amigo de Lieberman desde hace años). Y no sólo eso, sino que hizo campaña por él de manera acusadísima, habló en la Convención Nacional Republicana, acompañó a McCain durante las últimas semanas de campaña, lanzó varios ataques contra el patriotismo de Obama y de hecho, era la primera opción de McCain para la vicepresidencia (antes de que le convencieran para que eligiera a Palin).

La derrota de McCain y el nuevo varapalo republicano en el Senado dejaron a Lieberman en una posición muy desairada. Ya no era el escaño 51, y, por lo tanto, no era decisivo para la mayoría (los demócratas tenían ahora como mínimo 57 escaños, además de Lieberman). Las bases demócratas pedían sangre, y en concreto querían la cabeza de Lieberman: no que se le expulsara del caucus, pero sí que se le despojara de la presidencia del Comité de Seguridad Interior (que, como su propio nombre indica, es un Comité del Senado de la máxima importancia en Estados Unidos).

Lieberman ya anunció que si se le despojaba de la Presidencia del Comité, se pasaría a los republicanos. Harry Reid anunció que el destino de Lieberman se decidiría en una votación secreta del caucus demócrata en el Senado.

Y en ese momento Obama anunció, a través de un portavoz, que no creía que Lieberman tuviera que ser castigado. Los demócratas en el Senado captaron rápidamente el mensaje, y cuando llegó el momento de votar, los 55 Senadores demócratas presentes (todos menos Obama y Biden, que ya anunciaron que no participarían en la votación, y Begich de Alaska, que todavía no era oficialmente Senador electo) se dividieron 42 a favor de mantener a Lieberman en el Comité, 13 partidarios de destituirlo.

Lieberman, por lo tanto, salió razonablemente indemne (perdió tan sólo la Presidencia de una Subcomisión de Medio Ambiente, menos importante).

El "affaire Lieberman" demuestra exactamente que los republicanos van a tener en Obama un rival de mucho cuidado: lejos de permitirse a sí mismo un sentimiento de ofensa por los insultos que Lieberman lanzó en su contra durante la campaña, calculó que iba a necesitar a Lieberman en los próximos cuatro años (lo que hagan los votantes de Connecticut con él en 2012 ya es otra historia), especialmente por cuanto los demócratas no disponen de una mayoría de bloqueo de 60 en el Senado.

Cada voto cuenta, por lo tanto, y Obama no estaba dispuesto a perder a Lieberman por un quítame allá esas insinuaciones sobre el patriotismo del candidato demócrata.

De este modo, Obama se ha ganado el agradecimiento (no eterno, pero sí duradero) de Lieberman, probablemente consiga que Lieberman vote más a la izquierda de lo que lo estaba haciendo en los últimos dos años, y ha conseguido dar una imagen de moderación y centrismo que no le hace ningún daño. Una jugada perfecta del presidente electo (que la verdad, está llevando a cabo una transición impecable hasta el momento).