Joe Lieberman fue elegido en 1988 como Senador demócrata por el Estado de Connecticut. Reelegido sin grandes problemas en 1994 y 2000 (el mismo año en que fue candidato a la vicepresidencia acompañando en el ticket electoral a Al Gore), en el año 2006, tras seis años de apoyo incondicional a la política exterior de George W. Bush (no a su política interior), Lieberman, que es judío y un acérrimo partidario del Estado de Israel, se encontró con un verdadero desafío en las primarias de su partido: el ala izquierda del mismo lanzó a un candidato, Ned Lamont, un millonario radicalmente opuesto a la guerra de Irak, que consiguió derrotarle en las primarias demócratas, por la mínima (52% a 48%).
Lieberman, pese a la derrota, no renunció a su deseo de continuar siendo Senador. Fundó un partido propio, "Connecticut for Lieberman", y se presentó como candidato independiente. Finalmente, en una carrera a tres bandas, Lieberman consiguió derrotar al candidato demócrata a su izquierda, Lamont, y a un débil candidato republicano a su derecha (50%-40%-10%).
Lieberman volvió a Washington con un fuerte grado de resentimiento respecto a sus excompañeros demócratas, de los que entendía que le habían dejado tirado durante su campaña en las primarias (esto era una crítica razonable respecto de algunos Senadores del ala izquierda del Partido), y también posteriormente, cuando fue derrotado en las primarias (aunque ¿qué otra cosa podían hacer?- para eso están las primarias). Pero las elecciones de 2006 habían producido una situación fascinante: los demócratas habían ganados varios escaños en el Senado, hasta alcanzar los 50. Los republicanos conservaban 49 senadores. Pero el escaño 51, el que daba o quitaba la mayoría a los demócratas, era el de Lieberman.
Harry Reid, el líder demócrata en el Senado, le prometió a Lieberman que continuaría siendo Presidente de las comisiones que encabezaba en el Senado y que se respetaría su "seniority" en caso de que continuara como miembro del caucus demócrata. Lieberman aceptó la oferta, y pasó a denominarse a sí mismo "Independiente Demócrata", continuando en el grupo parlamentario demócrata.
Sin embargo, los lazos de Lieberman con el Partido Demócrata habían quedado muy dañados, hasta el punto de que cuando se planteó la campaña presidencial de 2008, Lieberman anunció que apoyaría al candidato republicano a la Presidencia, John McCain (que, por lo demás, es amigo de Lieberman desde hace años). Y no sólo eso, sino que hizo campaña por él de manera acusadísima, habló en la Convención Nacional Republicana, acompañó a McCain durante las últimas semanas de campaña, lanzó varios ataques contra el patriotismo de Obama y de hecho, era la primera opción de McCain para la vicepresidencia (antes de que le convencieran para que eligiera a Palin).
La derrota de McCain y el nuevo varapalo republicano en el Senado dejaron a Lieberman en una posición muy desairada. Ya no era el escaño 51, y, por lo tanto, no era decisivo para la mayoría (los demócratas tenían ahora como mínimo 57 escaños, además de Lieberman). Las bases demócratas pedían sangre, y en concreto querían la cabeza de Lieberman: no que se le expulsara del caucus, pero sí que se le despojara de la presidencia del Comité de Seguridad Interior (que, como su propio nombre indica, es un Comité del Senado de la máxima importancia en Estados Unidos).
Lieberman ya anunció que si se le despojaba de la Presidencia del Comité, se pasaría a los republicanos. Harry Reid anunció que el destino de Lieberman se decidiría en una votación secreta del caucus demócrata en el Senado.
Y en ese momento Obama anunció, a través de un portavoz, que no creía que Lieberman tuviera que ser castigado. Los demócratas en el Senado captaron rápidamente el mensaje, y cuando llegó el momento de votar, los 55 Senadores demócratas presentes (todos menos Obama y Biden, que ya anunciaron que no participarían en la votación, y Begich de Alaska, que todavía no era oficialmente Senador electo) se dividieron 42 a favor de mantener a Lieberman en el Comité, 13 partidarios de destituirlo.
Lieberman, por lo tanto, salió razonablemente indemne (perdió tan sólo la Presidencia de una Subcomisión de Medio Ambiente, menos importante).
El "affaire Lieberman" demuestra exactamente que los republicanos van a tener en Obama un rival de mucho cuidado: lejos de permitirse a sí mismo un sentimiento de ofensa por los insultos que Lieberman lanzó en su contra durante la campaña, calculó que iba a necesitar a Lieberman en los próximos cuatro años (lo que hagan los votantes de Connecticut con él en 2012 ya es otra historia), especialmente por cuanto los demócratas no disponen de una mayoría de bloqueo de 60 en el Senado.
Cada voto cuenta, por lo tanto, y Obama no estaba dispuesto a perder a Lieberman por un quítame allá esas insinuaciones sobre el patriotismo del candidato demócrata.
De este modo, Obama se ha ganado el agradecimiento (no eterno, pero sí duradero) de Lieberman, probablemente consiga que Lieberman vote más a la izquierda de lo que lo estaba haciendo en los últimos dos años, y ha conseguido dar una imagen de moderación y centrismo que no le hace ningún daño. Una jugada perfecta del presidente electo (que la verdad, está llevando a cabo una transición impecable hasta el momento).
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