Hace unas semanas se celebró la reunión del Comité Nacional Republicano, con la misión de elegir a un nuevo Presidente del Partido.
Las votaciones del Comité funcionan de un modo vagamente similar a las de la elección de las ciudades candidatas para los Juegos Olímpicos: es decir, se celebran distintas rondas de votaciones entre los 168 miembros del Comité hasta que uno de los candidatos obtiene la mitad más uno de los votos (84, en este caso).
Las votaciones fueron muy emocionantes: el Presidente saliente, Mike Duncan, se presentó a la reelección y ganó la primera votación, pero quedando muy lejos de la mayoría. Steele, por su parte, quedó segundo en esa votación, con más votos de los esperados. Katon Dawson, el presidente del Partido en Carolina del Sur quedó tercero.
Duncan se retiró un par de votaciones después, y pronto se hizo evidente que la lucha final iba a darse entre Steele, el antiguo vicegobernador de Maryland, telegénico, buen comunicador, y negro, y Dawson, que venía a ser el candidato del establishment (la mayoría de los votantes de Duncan se pasaron a Dawson cuando el primero se retiró).
Ganó Steele, 91 a 77 en la sexta ronda, evitando al Partido Republicano un serio bochorno (dado que Dawson había sido durante 10 años miembro de un club que no permitía el acceso a los negros). Resultó evidente que la mayoría de los miembros del Comité entendían, aunque fuera de manera difusa, que el Partido Republicano no podía tener como imagen durante dos años más a un hombre blanco de mediana edad (y encima, posiblemente racista).
Steele ha entrado en el Comité pisando fuerte, disolviendo varios de los subcomités y despidiendo a todos los empleados. Como decíamos, habla bien y tiene buena imagen. Es carismático y un conservador bastante ortodoxo. Desde luego, al Partido Republicano no le hace ningún daño que su líder sea negro (aunque pueda dar una cierta imagen de seguidismo respecto de los demócratas, siempre es mejor que no cambiar nada).
La gran cuestión es si, además de un cambio en las formas, Steele va a intentar cambios de fondo, y si algunos de los grandes dogmas del Partido Republicano en los últimos ocho años van a ser puestos en cuestión (especialmente lo que, en mi modesta opinión, es el gran defecto republicano: su política inmigratoria, que es contraria a la minoría hispana, contraria a los propios principios fundacionales del país y contraria a la evolución de los tiempos). En sus declaraciones públicas, Steele ha dicho que no hay que cambiarla un ápice, pero es evidente que el Partido Republicano no se puede permitir que la minoría en más rápido ascenso del país vote en más de dos tercios al Partido Demócrata. Y no basta, como dijo ayer Steele, con intentar un acercamiento "hip-hop" a negros y a hispanos. Lo que toca, moral y estratégicamente, es reconocer el error y enmendarlo (por cierto, George W. Bush, con todos sus defectos, entendía esto mucho mejor que la mayoría de su partido).
De todos modos, Steele puede llegar hasta donde puede llegar: el Presidente del Partido Republicano no es exactamente el líder de la oposición en Estados Unidos. Howard Dean fue elegido en 2005 Presidente del Comité Nacional Demócrata, pero eso no le convirtió en el jefe de la oposición, sino en el "organizador" del Partido Demócrata en la oposición. Hay opiniones encontradas sobre la efectividad de los presidentes de partido en el sistema norteamericano. Dean, sin ir más lejos, parece haber sido un buen organizador (esforzándose en que el Partido Demócrata plantara cara en los 50 Estados de la Unión), pero no parece haber efectuado aportaciones ideológicas de peso al Partido (y el equipo de Obama no ha hecho ningún esfuerzo por incorporarlo a la Casa Blanca, cuando el puesto de Ministro de Salud -Dean es médico- continúa estando vacante a día de hoy).
Así que ya veremos qué tal le va a Steele. Su objetivo a medio plazo es ganar elecciones: este año las más interesantes son las elecciones a gobernador en Virginia y Nueva Jersey, de las que ya hablaremos de aquí a unos meses.
Las votaciones del Comité funcionan de un modo vagamente similar a las de la elección de las ciudades candidatas para los Juegos Olímpicos: es decir, se celebran distintas rondas de votaciones entre los 168 miembros del Comité hasta que uno de los candidatos obtiene la mitad más uno de los votos (84, en este caso).
Las votaciones fueron muy emocionantes: el Presidente saliente, Mike Duncan, se presentó a la reelección y ganó la primera votación, pero quedando muy lejos de la mayoría. Steele, por su parte, quedó segundo en esa votación, con más votos de los esperados. Katon Dawson, el presidente del Partido en Carolina del Sur quedó tercero.
Duncan se retiró un par de votaciones después, y pronto se hizo evidente que la lucha final iba a darse entre Steele, el antiguo vicegobernador de Maryland, telegénico, buen comunicador, y negro, y Dawson, que venía a ser el candidato del establishment (la mayoría de los votantes de Duncan se pasaron a Dawson cuando el primero se retiró).
Ganó Steele, 91 a 77 en la sexta ronda, evitando al Partido Republicano un serio bochorno (dado que Dawson había sido durante 10 años miembro de un club que no permitía el acceso a los negros). Resultó evidente que la mayoría de los miembros del Comité entendían, aunque fuera de manera difusa, que el Partido Republicano no podía tener como imagen durante dos años más a un hombre blanco de mediana edad (y encima, posiblemente racista).
Steele ha entrado en el Comité pisando fuerte, disolviendo varios de los subcomités y despidiendo a todos los empleados. Como decíamos, habla bien y tiene buena imagen. Es carismático y un conservador bastante ortodoxo. Desde luego, al Partido Republicano no le hace ningún daño que su líder sea negro (aunque pueda dar una cierta imagen de seguidismo respecto de los demócratas, siempre es mejor que no cambiar nada).
La gran cuestión es si, además de un cambio en las formas, Steele va a intentar cambios de fondo, y si algunos de los grandes dogmas del Partido Republicano en los últimos ocho años van a ser puestos en cuestión (especialmente lo que, en mi modesta opinión, es el gran defecto republicano: su política inmigratoria, que es contraria a la minoría hispana, contraria a los propios principios fundacionales del país y contraria a la evolución de los tiempos). En sus declaraciones públicas, Steele ha dicho que no hay que cambiarla un ápice, pero es evidente que el Partido Republicano no se puede permitir que la minoría en más rápido ascenso del país vote en más de dos tercios al Partido Demócrata. Y no basta, como dijo ayer Steele, con intentar un acercamiento "hip-hop" a negros y a hispanos. Lo que toca, moral y estratégicamente, es reconocer el error y enmendarlo (por cierto, George W. Bush, con todos sus defectos, entendía esto mucho mejor que la mayoría de su partido).
De todos modos, Steele puede llegar hasta donde puede llegar: el Presidente del Partido Republicano no es exactamente el líder de la oposición en Estados Unidos. Howard Dean fue elegido en 2005 Presidente del Comité Nacional Demócrata, pero eso no le convirtió en el jefe de la oposición, sino en el "organizador" del Partido Demócrata en la oposición. Hay opiniones encontradas sobre la efectividad de los presidentes de partido en el sistema norteamericano. Dean, sin ir más lejos, parece haber sido un buen organizador (esforzándose en que el Partido Demócrata plantara cara en los 50 Estados de la Unión), pero no parece haber efectuado aportaciones ideológicas de peso al Partido (y el equipo de Obama no ha hecho ningún esfuerzo por incorporarlo a la Casa Blanca, cuando el puesto de Ministro de Salud -Dean es médico- continúa estando vacante a día de hoy).
Así que ya veremos qué tal le va a Steele. Su objetivo a medio plazo es ganar elecciones: este año las más interesantes son las elecciones a gobernador en Virginia y Nueva Jersey, de las que ya hablaremos de aquí a unos meses.