sábado, 27 de marzo de 2010

Lecturas (y vídeos) recomendados para el fin de semana: David Frum y la lucha por el alma conservadora

Las reacciones conservadoras a la aprobación de la ley de reforma del sistema de seguros médicos en Estados Unidos han sido en su inmensa mayoría "negacionistas" (algo así como "no es posible que esto nos esté pasando a nosotros"). Las voces críticas dentro del movimiento conservador son escasas y se encuentran cada vez más aisladas en un movimiento que valora mucho más la uniformidad y la ortodoxia que el pensamiento crítico (a los demócratas no les pasa eso en la misma medida, aunque quizá sea la tenencia o la ausencia del poder la que determina el grado de tolerancia dentro de un movimiento político. Por eso los demócratas eran tan sectarios en los 70 y los 80).

Este blog tiene una sana tendencia a incluir entre sus lecturas a dos tipos de analistas: "dorks" (o sea, empollones interesados más en la sustancia que en la superficie de las cosas: Ezra Klein y Reihan Salam son dos buenos ejemplos) y muy especialmente conservadores y liberales críticos con sus propios segmentos ideológicos (gente como David Frum entre los primeros y Matthew Yglesias entre los segundos, por citar los dos ejemplos más conspicuos).

David Frum, en concreto, ha padecido una semana muy dura: el domingo 21, tras la votación en el Congreso, publicó en su página web, FrumForum, un excelente artículo titulado "Waterloo", que empieza con la siguiente y devastadora frase: "Conservatives and Republicans today suffered their most crushing legislative defeat since the 1960s." (cosa que, por lo demás, es totalmente cierta; se trata de la derrota más dura sufrida por los conservadores en el terreno legislativo desde la aprobación del programa de la Gran Sociedad por parte de Johnson entre 1964 y 1968; no tanto de los republicanos, muchos de los cuales votaron por las reformas de Johnson por aquel entonces).

La lectura del resto de la columna es obligada para cualquier conservador que quiera entender cuál es la situación real del movimiento conservador norteamericano hoy en día, y no la versión torticera y sesgada que emana del mundo FOX: de los Glenn Becks, Rush Limbaughs, Sean Hannitys y demás ralea que chillan y se desgañitan en busca de mayores audiencias (para eso les pagan), mientras conducen a los republicanos a una derrota tras otra.

Lamentablemente, el artículo ha sido recibido por la gran masa acritíca del movimiento conservador como una traición: David Frum ha sido insultado (aunque también defendido) a lo largo y ancho de Internet (Andrew Sullivan, otro conservador al que se acusa de apostasía, resume aquí algunos de los  mejores  -y peores- momentos de la semana).

Pero la respuesta institucional conservadora más evidente se produjo los dos días después del artículo de Frum: un editorial del Wall Street Journal atacó injustamente a Frum el lunes 23, y ese mismo día el AEI (American Enterprise Institute), el gran "think-tank" conservador, forzó la dimisión de Frum como miembro del mismo - cobraba 100.000 dólares al año, que es un dineral- por presiones de sus donantes (el AEI, claro está, lo niega; aquí está la explicación de Frum. Y aquí está un pequeño análisis de Matthew Yglesias que sospecho se acerca a la verdad.)

Lo más preocupante de todo esto es que no estamos hablando de un republicano liberal que en realidad es un DINO ("Democrat in Name Only"). Frum es un republicano de moderado a conservador dependiendo del tema (es "pro-choice" y "pro-gay", pero también es uno de los mayores halcones conservadores en política exterior y un auténtico conservador fiscal. Fue una de las primeras voces que atacó a George W. Bush por la nominación de Harriet Miers al Tribunal Supremo y, por contra, defendió la nominación de John Roberts como un auténtico modelo conservador).

Quizá lo más fácil es dejar que sea él mismo el que se defina, por escrito, y en esta magnífica entrevista (vídeo de 27 minutos de obligado visionado) que le hicieron en la televisión canadiense hace unos meses, y que resume los grandes peligros que acechan al Partido Republicano en los próximos años: la sumisión al populismo anti-intelectual (o sea, a Sarah Palin), la tentación de pensar sólo en sus votantes más fiables (los blancos mayores de 65), lo que Frum llama "Americans on their way out", y no en los "Americans on their way in" (jóvenes y especialmente hispanos), etc.

Por resumir en pocas líneas: el Partido Republicano se enfrenta hoy al mismo riesgo que el Partido Demócrata tras 1968: hablar sólo para los convencidos, y no para una mayoría. Esa táctica suicida llevó a los demócratas a sus derrotas aniquiladoras en 1972 y 1984. Palin es la garantía para repetir ese resultado (¡pero a la inversa!) en 2012.

jueves, 25 de marzo de 2010

At the end of the quest, victory

Ése era el título de la hermosa reseña que W. H. Auden, el gran poeta, publicó el 22 de enero de 1956 en el New York Times, dedicada a glosar "El Retorno del Rey", la tercera parte de "El Señor de los Anillos" de J.R.R. Tolkien.

Y estos eran mis sentimientos al ver ayer a Barack Obama, 44º Presidente de los Estados Unidos de América, al firmar la ley que reforma el sistema de seguros médicos en Estados Unidos. Obama, en un noble discurso, ensalzó las virtudes de la ley y subrayó el titánico esfuerzo que ha supuesto la aprobación de la misma para el Partido Demócrata, que por primera vez en la historia se ha visto obligado a aprobar una ley de este calibre sin un solo voto del Partido Republicano, cosa que resulta más sorprendente, si cabe, por cuanto:

- La ley finalmente aprobada es muy similar al plan ofrecido por el Senador republicano John Chafee en 1994 (y mi fuente es Norm Ornstein, del American Enterprise Institute, que no es precisamente un nido de peligrosos comunistas, aunque es cierto que Ornstein es posiblemente la persona más "de izquierdas" del AEI).

- El modelo del "Obamacare" no es otro que el "Romneycare", es decir, el sistema de seguro médico cuasiuniversal diseñado en Massachusetts durante el mandato (2003-2007) de Mitt Romney como gobernador republicano de dicho Estado (por eso resulta increíble oír ahora a Romney criticar una ley inspirada en la que él auspició en su Estado; con un matiz: la ley de Obama es fiscalmente responsable, puesto que no sólo no aumentará el déficit, sino que lo reduce. La ley de Romney no lo era).

- La ley finalmente aprobada es el proyecto de ley que salió del Senado, que a su vez es muy similar al proyecto de ley que salió del Comité de Finanzas del Senado, que en su día votó Olympia Snowe. La postura de ésta (y de su compañera Susan Collins de Maine) ha sido sorprendentemente incoherente a lo largo de los últimos meses. Digámoslo claramente: los demócratas ajustaron su proyecto de ley al centro de modo tal que las dos Senadoras republicanas de Maine (y el Senador demócrata más conservador, Ben Nelson, de Nebraska) pudieran votar por la ley. Finalmente, las presiones del liderazgo republicano en el Senado (y en el Congreso) y el temor a que los elementos más extremos de su electorado las derrotaran en unas primarias hicieron que Snowe y Collins se arriesgaran con un voto negativo muy peligroso en su Estado (recordemos que Obama ganó en Maine con el 57,7 % de los votos en 2008, y Snowe se presenta a la reelección en 2012, otro año presidencial).

Lo cierto es, sin embargo, que la ley tuvo que pasar sólo con el voto de los demócratas del Congreso, para un total de 219 a 212. Los 219, como digo, eran todos demócratas, mientras que los 212 eran 178 republicanos y 34 demócratas.

Nate Silver ha explicado de manera muy convincente (como suele) la dinámica del voto demócrata. Como se puede ver en el artículo, hay dos variables determinantes en el voto de los congresistas demócratas:

1) El porcentaje de voto obtenido por Obama en las elecciones de 2008:

[hcpvi7[1]]

Lógicamente, los congresistas en distritos donde Obama obtuvo un pobre resultado han votado en contra de la reforma del seguro sanitario en su mayoría, y viceversa.

2) La segunda variable, por supuesto, es la ideología: los demócratas más liberales han votado masivamente a favor y los moderados y conservadores han votado en contra en números mayores:

[hcpvi3[1]]

En el próximo artículo, analizaremos el porqué de muchos de estos votos. En cualquier caso, hay que señalar y felicitar la extraordinaria tenacidad que han mostrado los tres líderes demócratas: Obama (que se entrevistó con todos los congresistas dudosos, en varios casos más de una vez, para explicarles los beneficios del proyecto y asegurarse su voto), Nancy Pelosi, la Presidenta de la Cámara de Representantes (que una vez más ha mostrado su impresionante capacidad para conseguir ganar los votos de un caucus que a menudo muestra la consistencia del "ejército de Pancho Villa", por usar una frase aznariana), y el gran héroe desconocido de este asunto, Harry Reid, el anticarismático líder demócrata del Senado, que consiguió milagrosamente la unanimidad de su caucus de 60 votos en diciembre para sacar adelante el proyecto de ley que, en definitiva, fue el que se votó en el Congreso este domingo.

Treinta y dos millones de personas (sí, 32.000.000) dispondrán de un seguro médico en los próximos años. Y por una vez, se trata de una reforma que no sólo se paga, sino que servirá para reducir el déficit. Dicho esto, merece la pena señalar que el problema de los costes en el sistema de salud norteamericano es tan grave que sólo una reforma bipartidista podrá afrontarlo. Para ello es necesario que el Partido Republicano vuelva a la senda de la responsabilidad fiscal, que empezó a abandonar con Reagan y que abandonó definitivamente con Bush hijo, que financió dos guerras y una reforma del Medicare con un coste idéntico a la presente exclusivamente a través del déficit (ruego a todos los conservadores la lectura del artículo adjunto, escrito por Bruce Bartlett, que es republicano, y lo que es más importante, conservador de verdad, especialmente en el sentido fiscal).

viernes, 19 de marzo de 2010

Once more, unto the breach, dear friends, once more...

... or close the wall up with our democratic dead.

Espero que Shakespeare me perdone la licencia poética (Acto Segundo, Escena Primera, del Enrique V).

El Congreso afronta este sábado el penúltimo paso de cara a la aprobación de la reforma sanitaria: la aprobación simultánea del proyecto que salió del Senado en Diciembre y de una serie de medidas de reforma de dicho proyecto que a continuación se remitirán al Senado para que éste vote sobre las mismas (la llamada "reconciliation bill").

A día de hoy hay 431 congresistas (hay cuatro vacantes, tres por retirada y una por fallecimiento, todos demócratas), por lo que la mayoría para aprobar la ley es de 216 votos.

¿Disponen los demócratas de esos 216 votos? A día de hoy, 48 horas antes de la votación, parece que les faltan todavía varios votos. Si consultamos este magnífico enlace del Washington Post, la primera impresión es que las posibilidades de que el proyecto de ley sea aprobado son nulas (167 votos a favor, 207 en contra, 57 indecisos). Pero lo cierto es que en la práctica, la inmensa mayoría de los "Indecisos" en la columna del Post son demócratas que votaron por el proyecto de ley del Congreso hace cuatro meses, por lo que su "Sí" ahora es casi seguro. Y no todos los "No" que señala el Post son seguros (aunque sí la gran mayoría)

Para hacerse una idea más clara de la situación en que se encuentra el voto, merece la pena examinar el todavía más afinado cómputo en Firedoglake.com, que tiene ahora mismo la situación así:

195 votos a favor (más 9 probables)= 204
208 votos en contra (más 3 probables)= 211

(recordemos que el número mágico es 216)

Para quien no tenga ganas de mirar tanto número, le resumo en unas pocas líneas la situación:

En Noviembre el proyecto de reforma sanitaria del Congreso fue aprobado por 220 a 215 votos. Desde entonces, como decíamos, cuatro demócratas han abandonado su escaño. De ellos, 3 eran votos por la reforma y uno era contrario. Eso nos dejaría en 217 a 214 votos. El único republicano que votó en noviembre a favor de la reforma (Anh Cao, de Nueva Orleans) ahora dice que votará que no, lo que nos deja en 216 a 215 votos. Por otra parte, seis demócratas que votaron Sí en noviembre ahora dicen que votarán No, mientras que tres que votaron No dicen ahora que votarán Sí. Eso nos deja en 213 a 218.

Ésa es, técnicamente, la situación a día de hoy. Ahora bien, hay que tener en cuenta los siguientes factores:

a) Los sindicatos ya han informado a los demócratas indecisos que el que vote en contra de la reforma sanitaria ya puede olvidarse de su apoyo en las elecciones de medio mandato de 2010 (y en las primarias). Y aunque los sindicatos norteamericanos son débiles comparados con sus homólogos europeos, siguen siendo importantes, especialmente en una primaria demócrata.

b) En Nueva York se da una situación paradójica. Los congresistas de ese Estado se presentan no sólo por el Partido Demócrata o el Republicano, sino también por una serie de pequeños partidos (el Conservador, el Partido de las Familias Trabajadoras, etc) y en la noche electoral se suman todos sus votos a la hora de computar sus apoyos. Pues bien, el Partido de las Familias Trabajadoras de Nueva York ha anunciado a los demócratas que no voten por la reforma sanitaria que les retirarán su apoyo en las elecciones de medio mandato. En el caso de varios congresistas neoyorquinos, dicho apoyo supuso en 2006 y 2008 la diferencia entre la victoria y la derrota.

c) Varios congresistas demócratas que votaron No en noviembre han anunciado desde entonces su retirada, por lo que ahora pueden cambiar su voto sin temor a ser derrotados en noviembre, porque no se van a presentar a la reelección (Bart Gordon, de Tennessee, es el primero que ha hecho eso, pero habrá más).

d) Anh Cao, el congresista republicano que votó a favor en Noviembre, ahora dice que votará que no, pero su distrito es uno de los más demócratas del país. Veremos si aguanta la presión doble que está sufriendo a día de hoy (de su partido por un lado, y de la mayoría de los votantes de su distrito por otro)

e) Hay una consideración general importante: el fracaso de la reforma sanitaria en 1994 fue uno de los motivos coadyuvantes de la masacre que sufrieron los demócratas en las elecciones de medio mandato de ese año. Los demócratas saben, en su fuero interno, que si con una mayoría de 253-178 en el Congreso y 59-41 en el Senado no son capaces de aprobar su proyecto político más importante, serán aniquilados en noviembre y lo que es peor: se lo tendrán merecido.

De ahí la cita de Shakespeare con la que iniciábamos este post: o los demócratas aprueban la reforma de una vez, o simplemente serán aplastados en noviembre de 2010 (sin perjuicio de que perderán escaños, porque eso es lo que ocurre en casi todas las elecciones de medio mandato. Pero hay una diferencia entre perder la mayoría en el Congreso o no perderla).

Esto en cuanto a las cuestiones tácticas. Pero lo importante es que se trata de una reforma sanitaria extraordinaria, la más importante desde la introducción de Medicare y Medicaid por Lyndon Johnson. Ezra Klein resume sus beneficios:

"If you're a liberal House Democrat, here's what you'd be voting against: Legislation that covers 32 million people. A world in which 95 percent of all non-elderly, legal residents have health-care coverage. An end to insurers rescinding coverage for the sick, or discriminating based on preexisting conditions, or spending 30 cents of each premium dollar on things that aren't medical care. Exchanges where insurers who want to jack up premiums will have to publicly explain their reason, where regulators will be able to toss them out based on bad behavior, and where consumers will be able to publicly rate them. Hundreds of billions of dollars in subsidies to help lower-income Americans afford health-care insurance. The final closure of the Medicare Prescription Drug Benefit's "doughnut hole."

If you're a conservative House Democrat, then probably you support many of those policies, too. But you also get the single most ambitious effort the government has ever made to control costs in the health-care sector. According to the Congressional Budget Office, the bill cuts deficits by $130 billion in the first 10 years, and up to $1.2 trillion in the second 10 years. The excise tax is now indexed to inflation, rather than inflation plus one percentage point, and the subsidies grow more slowly over time. So one of the strongest cost controls just got stronger, and the automatic spending growth slowed. And then there are all the other cost controls in the bill: The Medicare Commission, which makes entitlement reform much more possible. The programs to begin paying doctors and hospitals for care rather than volume. The competitive insurance market.

This was a hard bill to write. Pairing the largest coverage increase since the Great Society with the most aggressive cost-control effort isn't easy. And since the cost controls are complicated, while the coverage increase is straightforward, many people don't believe that the Democrats have done it. But to a degree unmatched in recent legislative history, they have.

The Medicare Prescription Drug Benefit didn't try to offset its costs. It just increased the deficit. And Medicare and Medicaid were passed in the days before the Congressional Budget Office even existed. For health-care reform, Democrats have gotten the toughest scorekeeper in Washington to bless their effort, and though many don't think that's good enough, it's a lot more than anyone else has ever done.

People pay a lot of attention to the difficult politics of health-care reform, but at the end of the day, the task of writing the policy will be seen as the harder, and more consequential, element of this effort. But it worked. Democrats got the score they needed, and now they can go to their liberals and say that this is closer to universality than we've ever been, and they can go to their conservatives and say this does more for deficit reduction than has ever been done, and both things will be true.

If this bill does pass on Sunday, that, and not deals or polls or rides on Air Force One, will be why."

Podríamos dejarlo aquí, pero no me resisto a acabar con otra cita, también cortesía de Ezra Klein. Las inmortales palabras de Teddy Roosevelt, que hoy no reconocería ni por asomo al Partido Republicano y progresista que él lideró en su día:

"It is not the critic who counts; not the man who points out how the strong man stumbles, or where the doer of deeds could have done them better. The credit belongs to the man who is actually in the arena, whose face is marred by dust and sweat and blood; who strives valiantly; who errs, who comes short again and again, because there is no effort without error and shortcoming; but who does actually strive to do the deeds; who knows great enthusiasms, the great devotions; who spends himself in a worthy cause; who at the best knows in the end the triumph of high achievement, and who at the worst, if he fails, at least fails while daring greatly, so that his place shall never be with those cold and timid souls who neither know victory nor defeat."

martes, 9 de marzo de 2010

El matrimonio gay en Estados Unidos (2): la batalla judicial

Como decíamos en nuestro artículo anterior, el mayor varapalo sufrido por los gays en los últimos años fue la derrota que padecieron en el referéndum celebrado en California el mismo día de las últimas elecciones presidenciales, en el que algo más del 52% de los californianos decidieron constitucionalizar el veto al matrimonio homosexual.

Tras unos meses de estupor, la reacción gay tomó la forma de una iniciativa judicial ante los tribunales federales para solicitar de estos un pronunciamiento declarando contrario a la Constitución de Estados Unidos la prohibición, incluso por votación popular, de legislación que prohíba el matrimonio entre personas del mismo sexo.

Lo más curioso es, sin embargo, que los abogados que están representando a dos parejas de lesbianas ante los tribunales son Ted Olson y David Boies, que representaron en su día a George W. Bush y Al Gore en su pelea ante el Tribunal Supremo tras las elecciones presidenciales en Florida en el año 2000.

Y desde luego, lo más sorprendente es la presencia de Ted Olson defendiendo a los gays. Olson es el paradigma del abogado conservador norteamericano. Fue "Solicitor General" (la persona que defiende al Gobierno ante el Tribunal Supremo) entre 2001 y 2004, durante el primer mandato de Bush. Es miembro de la Federalist Society (el bastión de los abogados conservadores norteamericanos). Es una persona sumamente improbable para estar defendiendo los derechos de los gays (pero precisamente eso le convierte en un abogado especialmente efectivo para convencer a los miembros conservadores del Tribunal Supremo, con los que se acabará encontrando este asunto).

Si uno "rasca" un poco, sin embargo, en la biografía de Olson, es perceptible que pertenece más bien al ala "libertaria" del Partido Republicano, lo que le hace un candidato más plausible para la defensa del matrimonio entre personas del mismo sexo. Ha estado casado cuatro veces (no siempre por gusto: su tercera mujer murió en el avión que se estrelló contra el Pentágono el 11 de septiembre de 2001), y su cuarta mujer es demócrata. Y no debería ser ninguna sorpresa para nadie que la persona que más influye ideológicamente a otra suele ser su pareja.

En fin, cuando se inició el caso (Perry v. Schwarzenegger) ante los Tribunales de California Ted Olson publicó un artículo en Newsweek llamado "The Conservative Case for Gay Marriage" cuya lectura recomiendo encarecidamente (especialmente a los lectores conservadores). En él, Olson analiza el matrimonio gay desde el prisma del conservadurismo político y el derecho constitucional norteamericano, señalando lo siguiente:

a) Que los gays quieran que les sea reconocido el derecho a contraer matrimonio es una vindicación de los principios conservadores y la defensa de la institución del matrimonio por parte de los conservadores.

b) El principio de igualdad ante la ley consagrado por la Decimocuarta Enmienda no admite la desigualdad que supone impedir el matrimonio entre personas adultas del mismo sexo que presten su libre consentimiento para ello.

c) Olson ataca los argumentos habituales de los adversarios del matrimonio gay en los siguientes términos:

- El argumento de la "tradición" es poco sostenible, porque lo cierto es que las tradiciones lo son hasta que dejan de serlo (uno está tentado de citar a Gustav Mahler en este terreno y a su famosa aunque no exacta frase: Tradition ist Schlamperei; algo así como "la tradición no es más que un nombre para la dejadez") Homosexuales y lesbianas han existido siempre, y es un signo del progreso y el avance hacia la tolerancia de nuestra sociedad el hecho de que se les permita mantener relaciones estables reguladas por el Derecho Civil con el nombre de matrimonio, en lugar de obligarles a una vida de miedo y persecución (el linchamiento del gay no es precisamente una práctica remota en la historia).

- El argumento de que "el fin del matrimonio es la procreación" es insostenible (quede claro que estamos hablando siempre en el terreno del matrimonio civil): lo cierto es que Estados Unidos permite el matrimonio de personas que han pasado ya la edad de procrear (y el de presos en el corredor de la muerte, y el de personas que no quieren tener hijos), por lo que es evidente que no se puede usar este argumento contra los gays.

- El argumento de que el matrimonio homosexual "daña" el matrimonio heterosexual tampoco se sostiene. Yo estoy casado, y en modo alguno he sentido que mi matrimonio se haya visto dañado cuando España permitió el matrimonio homosexual. Como señala Olson, el abogado que representa a California no fue capaz de decirle al juez federal ni una sola razón por la que el matrimonio heterosexual se vería dañado por el homosexual.

Una divertida estadística preparada por Nate Silver muestra que, de hecho, los Estados norteamericanos que permiten el matrimonio gay tienen menos divorcios por matrimonio que los Estados que han vetado en sus constituciones dicha modalidad de matrimonio (lo que no deja de tener su lógica, por cuanto en realidad el matrimonio gay refuerza y no debilita la institución matrimonial).

- En esencia, se les está diciendo a los gays que sus relaciones son de segunda categoría, y que no merecen la "equal protection of the laws". Se trata de una discriminación de carácter inconstitucional.

- Olson señala que la homosexualidad es una característica genética, tanto como ser zurdo, y que la Constitución, aunque permite la libertad de expresar las convicciones religiosas individuales, no permite la imposición de las mismas a nivel colectivo.

- Por último, Olson señala algo que a muchos conservadores les irrita, pero que me temo que es cierto: la oposición al matrimonio gay se basa en los mismos prejuicios en los que se basaba la oposición al matrimonio interracial hasta 1967, cuanto el Tribunal Supremo lo declaró inconstitucional.

c) La jurisprudencia del Tribunal Supremo conduce inexorablemente hasta el reconocimiento del matrimonio gay. En particular, Lawrence v. Texas (2003), Sentencia en la que el Tribunal, por una mayoría de 5-4 (6-3 en cuanto al resultado), declaró la ley anti-sodomía de Texas como inconstitucional, por cuanto constituía una intromisión inaceptable en la privacidad personal. Me remito a los comentarios de Olson sobre el particular en su artículo, que son muy claros.

d) Olson acaba señalando la incongruencia de que California tenga ahora tres clases de personas en función de su estado civil: heterosexuales que sí pueden casarse (incluyendo condenados a muerte, maltratadores, etc), 18.000 homosexuales y lesbianas que se casaron mientras el matrimonio gay estuvo en vigor, y el resto de homosexuales y lesbianas que ya no pueden casarse (aunque moralmente sean mucho mejores personas que esos asesinos y maltratadores heterosexuales que sí pueden hacerlo).

Insisto: recomiendo la lectura del artículo en su integridad, pues está escrito por un conservador para conservadores, y porque marca los argumentos esenciales que llevarán al Tribunal Supremo a declarar inconstitucional a nivel federal el veto al matrimonio gay en algún momento de esta década.

miércoles, 3 de marzo de 2010

El matrimonio gay en Estados Unidos (1): la larga marcha hacia la igualdad

 El año 2009 fue, cuánto menos, irregular para la comunidad gay estadounidense: tras el doloroso triunfo de la Proposición Ocho en California en noviembre de 2008, que formalizó el veto constitucional al matrimonio homosexual en dicho Estado el mismo día en que Barack Obama ganaba las elecciones presidenciales con el 61% de los votos en California, los gays sufrieron un nuevo rapapolvo en otro Estado sumamente liberal, Maine, donde los votantes, por un margen del 53%, revocaron la ley que el Senado y el Congreso de Maine habían aprobado legalizando el matrimonio gay.

No todo fueron malas noticias, por supuesto: el Tribunal Supremo de Iowa legalizó el matrimonio homosexual en una decisión unánime el 3 de abril (para más inri, redactada por un magistrado nombrado por un gobernador republicano), aunque es dudoso que la misma resista a un referendum similar al de California, constitucionalizando la prohibición al matrimonio homosexual.

Por su parte, el Congreso y el Senado de Vermont legalizaron el matrimonio gay con amplias mayorías de dos tercios (necesarias para superar el veto del gobernador republicano del Estado). La revocación de dicha decisión por parte de los votantes de Vermont, al contrario de lo que ocurrió en Maine, es improbable por un motivo muy sencillo, que pasaremos a analizar acto seguido: las encuestas muestran que ya existe en Vermont una mayoría a favor del matrimonio gay.

Aunque la comunidad gay norteamericana muestra su desencanto con el presidente Obama por lo que consideran insuficiente presión desde la Casa Blanca para modificar el status quo existente en materia de derechos civiles para las parejas homosexuales, lo cierto es que ni el púlpito diario que tienen los presidentes (ni siquiera los elocuentes como Obama) permiten modificar de un día para otro las reticencias (injustificadas) de una parte sustancial de la población norteamericana respecto de los gays. Pese a todo, las tendencias a largo plazo deberían resultar esperanzadoras. Como ya analizamos en su día:

"(...) el 4 de noviembre los votantes de California aprobaron incluir la definición de matrimonio en la Constitución del Estado como exclusivamente la "unión entre hombre y mujer". El resultado fue 52,3% a favor, 47,7% en contra. El problema es que las encuestas a pie de urna reflejan que entre los votantes de 18 a 29 años, el resultado fue 39% a favor, 61% en contra. En otras palabras: que los votantes más viejos son los que están en contra y los votantes más jóvenes están en su mayoría a favor del matrimonio gay (en California). Es una mera cuestión de tiempo (¿10, 15 años?) para que se empiecen a enmendar las Constituciones de los distintos Estados que han prohibido el matrimonio gay para revocar dichas medidas. "

Ese párrafo, escrito hace más de un año, se refuerza con la encuesta que paso a citar, que recoge la evolución del apoyo explícito al matrimonio homosexual en los últimos quince años. Se incluyen tres grupos de encuestas (elaboradas en 1994-1996, 2003-2004 y 2008-2009):

marriage

Como siempre decimos en este blog, una imagen vale más que mil palabras: entre 1993-1994 y 2008-2009 el apoyo de los ciudadanos norteamericanos por el reconocimiento del matrimonio gay ha avanzado sin excepción en todos y cada uno de los 50 Estados de la Unión. En 1993-1994, al principio de la presidencia Clinton, en ningún Estado había un apoyo ni siquiera del 40% al matrimonio gay (Nueva York, con el 36%, era el Estado más receptivo). Hoy hay seis Estados en los que dicho apoyo rebasa el 50% (Nueva York y cinco Estados de Nueva Inglaterra) y cinco Estados en los que el matrimonio gay es legal (una vez más, cuatro Estados de Nueva Inglaterra: Vermont, New Hampshire, Massachusetts y Connecticut, además de Iowa).

El camino por recorrer continúa siendo muy largo, especialmente dada la hostilidad que continúan mostrando especialmente los Estados sureños y del triángulo mormón (en Utah, por ejemplo, el apoyo al matrimonio gay ha pasado de un raquítico 12% a un no mucho mejor 17% en quince años). Pero la tendencia a medio y largo plazo es clara. Y digo aún más: como ya se pudo observar en California, las posiciones hacia el matrimonio gay vienen determinadas en su mayoría por una variable nada sorprendente: la edad. Eso se puede apreciar en otro gráfico concluyente que pasamos a adjuntar:

age

Las encuestas estratifican a los encuestados en cuatro grupos de edad: de 18 a 29 años, de 30 a 44, de 45 a 64 y mayores de 65. Pues bien: como se puede ver a simple vista, cada uno de esos cuatro grupos son menos tolerantes, en una progresión descendente, respecto al matrimonio gay. Así, véase como en Maine los jóvenes apoyan el matrimonio gay con una clara mayoría del 70%, mientras que el apoyo de los jubilados apenas alcanza el 32% (cosa que explica, por lo demás, la derrota del año pasado en el referéndum: en las elecciones en años sin elecciones presidenciales los votantes mayores de 65 años votan siempre mucho más que los jóvenes).

En resumen: la evolución del cuerpo electoral muestra claramente que Estados Unidos se dirige lenta pero seguramente hacia el día en que el matrimonio gay sea legal en sus 50 Estados. Los oponentes al matrimonio gay no sólo se encuentran en el lado equivocado de la historia; se encuentran en el lado equivocado de la estadística, lo cual es todavía más inexorable. La equiparación absoluta de derechos en el campo del matrimonio entre heterosexuales y homosexuales en Estados Unidos es cuestión de tiempo.