jueves, 31 de diciembre de 2009

Las películas de la década: Europa vs EEUU

Mi amigo Víctor Colmenarejo me provoca publicando en su blog Crónicas Mundanas un ranking con sus 20 películas de la década 2000-2009. Como sabe que soy un listómano (y cinéfilo) empedernido, me pide que contribuya con mi propia clasificación.

Sin embargo, cuando tengo una preselección de 25 candidatas, me doy cuenta de dos hechos curiosos que hacen que cambie mi primera intención de publicar un simple comentario para Víctor y me decida a compartir también con vosotros mi particular lista. El primero es que 11 de esos 25 filmes son europeos por sólo 9 norteamericanos, un dato que me sorprende incluso a mí, que soy un tradicional defensor del cine hollywodiense.

El segundo aspecto que me llama la atención es que muchas de estas películas tratan temas políticos o sociales habituales en esta Batalla por la Casa Blanca (se ve que mis obsesiones influyen también a la hora de sentarme ante una pantalla), y pienso que por mucho empeño que ponga cualquier analista político, nunca podrá explicar la evolución de la sociedad norteamericana en los últimos 30 años como lo hace Gran Torino... y lo mismo podría decirse de La mejor juventud para la europea. Quizás recordar lo mejor que se ha creado a uno y otro lado del Atlántico sirva para el propósito de esta página mucho mejor que el más inspirado de nuestros posts.

Por eso, he pensado en plantear una especie de Ryder Cup Cinéfila 2000-2009 y presentarla aquí. Ya habrá tiempo después de Reyes de polemizar sobre la reforma sanitaria, la economía de Obama o su política exterior.

*** Evidentemente, como todo listómano que se precie, acepto [solicito, exijo, necesito] críticas, rankings alternativos, comentarios, sugerencias y recordatorios.

Equipo Europa:
1. La mejor juventud: la historia de Italia (y la de Europa) a través de la mirada de una familia de la que todos los que vimos la película nos sentimos parte.
2. La vida de los otros: la miseria moral del comunismo no podía tener mejor testigo que uno de los más convencidos miembros de la Stasi.
3. Las invasiones bárbaras: corrosivo, preciso e inteligente ajuste de cuentas de Denis Arkand con la progresía sesentera de la que seguramente formó parte (por cierto, ya que estamos, un filme de mucho interés para ilustrar el debate sobre la reforma sanitaria de Obama).
4. Gosford Park: el maestro Altman nos dejó esta maravilla poco antes de fallecer. Una mansión inglesa, amos, sirvientes, un misterio muy christiniano: el retrato de una época que nunca volverá.
5. El hundimiento: Hitler era humano... y eso es lo que hace su recuerdo aún más terrible.
6. El pianista: Lo mejor y lo peor del hombre en medio de la más terrible de las tragedias. Y un pianista tocando al aire, o el arte como única forma de escapar del horror.
7. Promesas del Este: el mejor cine negro de la década. Un antihéroe cínico (Mortensen) y una rubia (Watts) de la que no puedes apartar la mirada.
8. Caché: inquietante, sorprendente, diferente... para ver siempre acompañado, por si acaso.
9. The Queen: Helen Mirren consigue que el retrato de una de las mujeres más conocidas del mundo no se convierta en una caricatura.
10. Orgullo y Prejuicio / Expiación: lo reconozco, tengo una fijación (enfermiza, quizás) con los filmes ingleses de época: la gentry, Jane Austen, Keira Knightley, Emma Thompson, las grandes casas de campo, la caza del zorro, muchos criados y algo de puritanismo victoriano... Disfruto con estas cosas, qué le voy a hacer.

Equipo EEUU:
1. Gran Torino: Eastwood nos enseña a hablar como lo hacen los hombres en la escena más divertida de la década... y ya de paso nos muestra, también, como deben comportarse.
2. Crash: ricos y pobres, razas y religiones, una sociedad asustada, la discriminación positiva, la vigencia del sueño americano... El tratado sociológico más profundo del EEUU de comienzos del siglo XXI en apenas un par de horas.
3. Up: optimismo y esperanza para adultos que no quieran crecer del todo. La mejor historia de amor de los últimos años en unos primeros 20 minutos maravillosos: imposible contar más con menos.
4. United 93: nadie sabe lo que pasó en aquel avión en esa hora de vuelo hacia la nada. Pero a mí me gusta pensar que fue como nos lo cuenta Paul Greengrass.
5. Traffic: los efectos de la prohibición de las drogas desde todas las perspectivas del negocio. La ley seca del siglo XXI sigue siendo igual de estúpida que la que hizo rico a Al Capone.
6. Infiltrados: policías corruptos vs honrados; irlandeses vs italianos; Scorsese y Nicholson; estaba claro que nos iba a gustar.
7. En la cuerda floja: la subida al cielo y bajada a los infiernos de Johnny Cash. Religión, familia y éxito. Quizás la película más americana de la lista (por cierto, la crítica europea la minusvaloró: ¿será porque no cae en tópicos y no caricaturiza ninguno de los tres conceptos citados?).
8. Lost in traslation: ninguno nos creemos que cuando tengamos la edad de Bill Murray nos podremos ligar a Scarlett Johansson. Pero no nos importa que nos engañen durante unos minutos.
9. Buenas noches y buena suerte: la caza de brujas del macarthismo, en blanco y negro y con mucho humo. ¿Aprenderán algo los guardianes de la nueva corrección política?
10. Capote: ¿la mejor adaptación del mejor libro del siglo XX en EEUU?

Extras:
Evidentemente, también hubo películas de otros lugares que nos gustaron. Aquí van algunas sugerencias.
Latinoamericanas y españolas: Ciudad de Dios, Amores Perros, Mi vida sin mí.
Resto del mundo: Deseando amar, Nadie sabe, Caramel.

Pequeñas joyas para malos momentos: En esta década, también ha habido muchas películas (de esas que a veces se califican despectivamente como amables, sin pretensiones o ingenuas) que nos han hecho salir del cine con una sonrisa y con la sensación de que la vida puede ser maravillosa. Al hacer la lista, las he querido reservar para esta sección, no es que me haya dado un ataque de crítico cinematográfico sesudo.
Pero cualquiera de ellas podría colarse en el ranking, como ya lo han hecho en nuestras vidas: Love actually, Juno, Entre copas, Happy (un cuento sobre la felicidad), Once, Italiano para principiantes, Goodbye Lenin, Billy Elliot, Cuando menos te lo esperas, Rebobine por favor...

lunes, 21 de diciembre de 2009

El informe de la OCDE sobre la salud en los países desarrollados

Al día siguiente de mi último post sobre la reforma sanitaria se publicó en prensa la noticia de que se había dado a conocer el informe de la OCDE sobre salud (del que adjuntamos un sumario).

Dicho informe viene a ratificar en buena medida, creo yo, las conclusiones que habíamos propuesto en dicho post. Insisto en que resulta difícil comparar estrictamente sistemas sanitarios, en la medida en que la estructuración de los mismos (énfasis en el sistema público- énfasis en el sistema privado, grado de inversión nacional en el funcionamiento del sistema de salud, etc) es dispar país por país.

Pero dado que hay ciertos indicadores comunes a todas partes (la esperanza de vida, la mortalidad infantil, el índice de mortalidad en ciertas enfermedades que se padecen de manera muy globalizada), el informe de la OCDE sí permite extraer ciertas conclusiones sobre el sistema sanitario norteamericano (y sobre el español, claro).

Quizá la mejor manera de analizar dicho documento es a través de sus gráficos:

1) En la página 3 hallamos un gráfico (el 1.1.1) que refleja la esperanza de vida general al nacer, con datos de 2007. Como señalábamos en nuestro post anterior sobre el tema, la esperanza de vida norteamericana es de 78.1 años, inferior a la media de la OCDE (79.1 años) y a la española (81,0 años), que es la sexta esperanza de vida más alta del grupo.

Es preciso tener en mente siempre que Estados Unidos gasta unas 2,5 veces más en sanidad que España (y mucho más que cualquier otro país de la OCDE), cosa que convierte sus resultados en más mediocres de lo que a primera vista podrían parecer.

2) En la página 4 hallamos el gráfico 1.1.4, que es una variación más de otros cuadros que hemos mostrado en posts anteriores: se trata de un gráfico doble, en el que se refleja la esperanza de vida media de los ciudadanos de los países de la OCDE, en el eje vertical, y el gasto sanitario per cápita, en el eje horizontal. Una vez más, resulta chocante la ineficiencia del sistema de salud norteamericano, que gasta casi el doble que la media de la OCDE en salud, pero obtiene unos resultados muy pobres hablando en un sentido relativo (obsérvese como los demás países se encuentran agrupados en dos grupos: Europa Occidental + Japón, Corea, Nueva Zelanda, Australia, Canadá, con unos gastos entre 1.800 y 4.500 dólares per cápita, y una esperanza de vida entre 78 y 83 años, y un grupo -Europa del Este, con algún matiz, Turquía y México- con unos gastos de entre 500 y 1.800 dólares per cápita, y una esperanza de vida entre 73 y 77 años-).

3) A partir de la página 5 hallamos una vez más cuadros comparativos sobre los índices de mortalidad en distintas enfermedades, que reflejan nuevamente la mediocridad relativa del sistema de salud norteamericano.

- El gráfico 1.4.1 refleja los índices de mortalidad en materia de cardiopatía isquémica. Una vez más, Estados Unidos está en las tasas de mortalidad más altas de la OCDE, junto con países como Nueva Zelanda o Polonia, que gastan (especialmente en el segundo caso), muchísimo menos dinero en salud que su homólogo norteamericano.

- El gráfico 1.5.1, sobre las tasas de mortalidad por cáncer, es ligeramente engañoso a primera vista. En cuanto al cáncer masculino, las tasas de mortalidad estadounidenses son de las más bajas (una vez más, el gasto sanitario duplica al de países similares, pero al menos en este caso las tasas son bajas). El problema es que las tasas de mortalidad femeninas, que por algún motivo no se tratan en un gráfico separado, una vez más son muy flojas, lo que debilita mucho la media global total.

Véamoslo en comparación con España: en nuestro país tenemos un ratio de fallecimiento de 221 hombres por 100.000 habitantes a causa del cáncer (contra 191 norteamericanos en la misma situación). Pero como 134 de cada 100.000 norteamericanas fallecen por cáncer anualmente, y "sólo" 91 españolas, el resultado final global es que anualmente "sólo" 312 de cada 200.000 españoles/as fallecen por cáncer, mientras que 325 norteamericanos/as de cada 200.000 fallecen por la misma causa (y a riesgo de ser pesados, recordemos que EE.UU gasta 2,5 veces más que nosotros en Sanidad).

- El gráfico 1.8.1 es una de las peores requisitorias contra el sistema de salud norteamericano: refleja el índice de mortalidad infantil en Estados Unidos, que es el tercero peor de la OCDE, peor que el de todos los países de Europa del Este incluidos en dicha organización y sólo mejor que el de México y Turquía (para mayor inri, el gráfico 1.8.2 refleja que Estados Unidos es el país que ha avanzado menos en reducir la mortalidad infantil en el período 1970-2007). España sale bastante bien parada, una vez más, de este gráfico.

- El gráfico 1.9.1, que refleja el porcentaje de menores nacidos pesando menos de 2,5 kg, muestra una vez más malos datos para Estados Unidos (tampoco es que los de España sean para tirar cohetes). Esto no es tanto un reflejo de un mal sistema sanitario, sino de malos hábitos (en particular mala alimentación, estrés, y muy en particular la obesidad, que como veremos a continuación es el gran problema sanitario en Estados Unidos).

- Curiosamente, Estados Unidos es el país de la OCDE con menor índice de tabaquismo juvenil (gráfico 2.1.1) y el segundo menor adulto (2.5.2), y también posee un índice bastante bajo de alcoholismo juvenil (gráfico 2.1.2). España, en cambio, está ligeramente por encima de la media de la OCDE en ambos conceptos (en cambio el Reino Unido hace honor a su fama de alcoholismo juvenil excesivo).

4) En cualquier caso, una de las claves de las malas cifras (insisto, relativas) del sistema sanitario norteamericano, junto a los defectos causados por la falta de seguro médico de aproximadamente el 15% de la población, la hallamos en los gráficos 2.4.1 (obesidad juvenil -11 a 15 años- un espantoso 29,8% de los menores de esa franja son obesos) y 2.7.1. (obesidad adulta- que se dispara hasta un tremendo 34,3%). Por cierto, ¿es casualidad que cuatro de los cinco países con más obesos sean Australia, Nueva Zelanda, Reino Unido y Estados Unidos? ¿Qué problema plantean los hábitos alimentarios anglosajones para dar esas cifras tan malas? Y otra más: ¿por qué diantre tiene México tantos obesos adultos?

En cualquier caso, nos encontramos ante un ejemplo claro de círculo vicioso: a un sistema sanitario que tiene problemas serios para tratar a una parte sustancial de su población le añadimos una proporción descomunal de obesos, que requieren una atención médica desproporcionada, lo que fuerza aún más a ese sistema sanitario, que ya padece serios problemas de cobertura.

5) De otros datos del estudio no estoy seguro que se puedan extraer conclusiones críticas: el ratio norteamericano de médicos por 1.000 habitantes (2,4) me parece escaso, pero más aún lo es el japonés (2,1) y las cifras japonesas son más sólidas en casi todos los frentes que las norteamericanas (en esto, insisto, los hábitos alimentarios son un elemento muy importante). También el número estadounidense de camas en cuidados intensivos por 1.000 habitantes es bajo (2,7), pero peor aún es el español (2,5) y una vez más nuestras cifras, en líneas generales, son superiores a las norteamericanas.

6) En cambio, el apartado "Calidad de la atención médica" (página 16) vuelve a "plantear interrogantes" sobre este aspecto de la sanidad norteamericana. El informe de la OCDE considera que, ciertas enfermedades, como el asma o la hipertensión, pueden ser tratadas en el ámbito de la atención primaria sin ninguna necesidad de hospitalización (en la mayoría de los casos, por supuesto), por lo que índices elevados de hospitalización en este terreno son un indicador de baja calidad del cuidado médico. Pues bien, Estados Unidos tiene la tasa más elevada de hospitalización por asma (gráfico 5.1.1- página 16) y la segunda más elevada por hipertensión (gráfico 5.3.1- página 17). Una vez más, España tiene registros bastante más sólidos, ligeramente por debajo de la media de la OCDE.

Aunque el ratio de fallecimientos por infarto agudo de miocardio en un plazo de 30 días tras el infarto (gráfico 5.4.1- página 18) es mejor en Estados Unidos que en España (y aquí probablemente nuestros hábitos de tabaquismo nos hacen daño) eso no quiere decir que el ratio norteamericano sea especialmente bueno: está ligeramente por encima de la media de la OCDE y bastante lejos de los mejores en este terreno, que son los países escandinavos (y una vez más, recordemos que Estados Unidos gasta 2,5 veces más que la media de la OCDE en sanidad).

6) Las últimas páginas del informe muestran, creo yo, la explicación más sencilla de la mediocridad relativa del sistema sanitario norteamericano y de otros similares. Tratan acerca del "acceso a la atención sanitaria" y revelan que el 14,7% de los norteamericanos carecen de seguro médico (el tercer peor resultado, sólo por detrás de Turquía y México).

Llamo la atención sobre dos aspectos: 1) no es casualidad que los países con la cobertura menos extensa para sus ciudadanos posean también una esperanza de vida inferior (claramente inferior en algunos casos) a la media de los países de la OCDE y 2) desde luego no es casualidad que los tres países con la cobertura menos extensa (México, Turquía y Estados Unidos) sean también los tres con el mayor índice de mortalidad infantil.

El gráfico 6.2.1. (página 20) también revela un aspecto singular: Estados Unidos es el único país de la OCDE cuyos ciudadanos están cubiertos en su mayoría por un seguro médico privado y no público (como hemos comentado con anterioridad, sólo el Medicare -para mayores de 65 años- el Medicaid - para algunos pobres- y el SCHIP -para algunos menores- son programas públicos de seguro sanitario).

Adelanto ya aquí una idea (quizá provocadora), pero que desarrollaré con más amplitud en posteriores posts: dejar a las fuerzas del "libre mercado" (a las que nuestro libertario Frígilis tiene en gran aprecio, y tampoco yo desprecio en otros temas) campar a sus anchas en el terreno de los seguros sanitarios es una mala idea. Y Estados Unidos es la prueba nº 1, por cuanto es el único país "desarrollado" que limita claramente la intervención del Estado en este terreno y, por el contrario, estimula la intervención del sector privado.

Quede claro que yo no soy un estatista a ultranza, y que puedo compartir varios planteamientos libertarios (en particular, en combatir la peligrosa tendencia al "Estado policial" que muestran las democracias occidentales en los últimos años). Pero creo que el terreno de los seguros de salud es precisamente uno de los "campos de juego" menos propicios para una defensa del ideario libertario, y para hacer bromas sarcásticas sobre el "buenismo socialdemócrata".

Insisto en que los posts que llevamos dedicando al tema han demostrado "empíricamente" que el sistema sanitario español es mejor que el norteamericano (lo siento, Frígilis, pero no se me ocurre una sola palabra mejor. Me he ido al diccionario de la RAE, y empirismo es el "conocimiento que se origina desde la experiencia". Nos estamos pegando un hartón de suministrar "conocimiento originado desde la experiencia que dan los datos y las estadísticas", por lo que digo yo que estamos actuando "empíricamente").

Nuestro sistema sanitario ofrece una cobertura casi universal (el 99,5%, véase el Gráfico 6.2.1.) frente al norteamericano (85,3- ídem). Sus resultados, medidos en términos de esperanza de vida, mortalidad infantil, mortalidad en distintas enfermedades de alto riesgo, son generalmente superiores (me remito a todos los gráficos que llevo citados en este artículo y otros anteriores).

Y el coste, que no es un tema menor, refleja datos decisivos. El gráfico 7.2.1. (página 21) muestra, como ya sabíamos, que Estados Unidos gasta un 16% de su PIB en Sanidad. España, "sólo" un 8,5% (insisto, para que los norteamericanos obtengan unos resultados "peores", al menos en un sentido relativo).

En cambio, el gráfico 7.2.2. refleja una información que no sabíamos, pero que podíamos deducir: el tanto por cierto de su consumo que dedica un hogar norteamericano a la "sanidad" es del 19,8%. En España, es sustancialmente inferior: 12%.

En resumen: Estados Unidos posee un sistema de seguros sanitarios ineficiente, en términos relativos respecto del español: cubre a mucha menos gente (lo que se hace más sangrante porque es un país mucho más poblado que España), con un coste dos veces superior (no sólo por las ineficiencias del sector privado, ya que Medicare en particular no es ni mucho menos un buen sistema en términos de control de costes, pero parte de la culpa del sobrecoste la tiene también el sector privado) y con unos resultados mediocres habida cuenta, precisamente, de la enorme cantidad de dinero que se gastan los norteamericanos en Sanidad (España, gastándose la mitad, obtiene muchos mejores resultados en términos de esperanza de vida, mortalidad infantil, supervivencia en la mayoría de las enfermedades graves, etc).

La denostada reforma sanitaria demócrata (que esta madrugada ha pasado uno de los umbrales críticos: el voto de "cloture" -cierre del debate- única y exclusivamente con los votos del caucus demócrata) afronta los dos grandes problemas actuales del sistema norteamericano de seguros sanitarios: amplía la cobertura aproximadamente en dos tercios, y al mismo tiempo reduce los costes a largo plazo. Es una reforma buena (no extraordinaria), pero concilia dos principios muy difíciles: protección a los débiles y disciplina fiscal (esto, que tradicionalmente era un principio del Partido Republicano, le ha sido arrebatado en este tema por los demócratas). De todo esto, y muchas cosas más, seguiremos informando en próximos posts.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Sanidad en EEUU: un 'chequeo' previo

Afirma Pedro Soriano en 'Mitos y realidades sobre la reforma sanitaria norteamericana (II)' que es un "imperativo (imperativo moral, si se quiere) extender al máximo la cobertura sanitaria para conseguir que los millones de personas que carecen de seguro médico en EEUU puedan disfrutar de este derecho". Es más, asegura que la diferencia entre los partidarios y los contrarios a la reforma es que los primeros "creen que el acceso a los servicios médicos vía seguro público o privado es un derecho, mientras que los segundos no".

Una afirmación tan rotunda creo que necesita alguna matización (1). Además, pienso que servirá de ayuda a algunos lectores despistados que leyendo la prensa europea no logren entender algo que Pedro Soriano tampoco acaba de explicar en sus sucesivos comentarios: si es cierto que el Obamacare o una Seguridad Social a la europea tiene tantas ventajas respecto a la actual situación en EEUU, ¿por qué el apoyo a esta reforma, promovida por un presidente con una alta popularidad, sigue sin despegar en las encuestas? ¿Es que los estadounidenses son malos, tontos o que la cosa no es tan maravillosa como nos la están vendiendo?

Lo primero que me gustaría dejar claro es que entre Pedro Soriano y yo la diferencia no está tanto en el diagnóstico como en el remedio. Yo también creo que el sistema sanitario en EEUU deja mucho que desear: es caro y no cubre a un alto número de estadounidenses. Lo que no está tan claro es que la solución a estos problemas sea la que defiende mi interlocutor. Pedro Soriano, en un error clásico del pensamiento socialdemócrata, infiere que si algo no funciona es porque no hay suficiente intervención del Estado. Es el mismo equívoco por el que llevamos medio siglo incrementando los presupuestos educativos y cambiando las leyes escolares mientras cae el nivel de la enseñanza: 'Si algo va mal, hagamos un plan público y metamos más dinero... y cuando vaya a peor, digamos que es porque no nos hemos legislado lo suficiente o porque hace falta más dinero... y hagamos un nuevo plan'.

En mi opinión, éste es el quid de la cuestión, y la razón por la que muchos americanos no quieren que les toquen el actual sistema. Saben que no es perfecto (incluso, muchos piensan que es muy mejorable), pero no confían en absoluto en que una intervención estatal lo vaya a solucionar y temen, con razón, que el nuevo plan (sea bueno, malo o regular) les costará mucho dinero.

Respecto a las frases con las que abríamos este comentario, me parece que Pedro Soriano nos debe alguna explicación. Este tipo de expresiones -imperativo moral, extender al máximo la cobertura, derecho- requieren de un mínimo de contenido; si no, algunos podrían pensar que son simplemente palabras para calmar la conciencia, algo común en el pensamiento único socialdemócrata que nos rodea, pero que no es propio del creador de éste nuestro blog.

Porque, ¿qué quiere decir Pedro Soriano cuándo habla de "extender al máximo" la cobertura? Sabemos que la sanidad pública española no cubre (o no lo hace con la suficiente rapidez) todos los tratamientos para las enfermedades más graves. No es extraño ver como nuestros artistas, empresarios o deportistas acuden a clínicas privadas americanas para curarse de sus dolencias más complicadas o peligrosas. Es evidente que estos viajes se realizan porque nuestros adinerados compatriotas piensan que la atención en aquella sanidad privada es mejor que en esta sanidad pública. Por lo tanto, Pedro Soriano debería explicar cuál es el máximo que es "imperativo moralmente" que los poderes públicos financien: el del hospital de Houston al que acudió Rocío Jurado o el de la sala de Urgencias de la Paz.

En esta línea, Pedro Soriano dice que la imagen correcta para ilustrar la mala situación de la sanidad en EEUU es la "del pobre que fallece en el hospital por un cáncer o una enfermedad que se podría haber descubierto en un chequeo rutinario". En contraposición afirma haber demostrado "empíricamente" que el sistema sanitario español es mejor que el norteamericano.

Dos preguntas sencillas, para saber la extensión de su creencia:

1. ¿se ha parado a pensar en cuántos pobres españoles fallecen en el hospital (público, por supuesto) por un cáncer o una enfermedad que se podía haber descubierto u operado mientras estaban en lista de espera?

Y, 2. ¿tiene Pedro Soriano contratado algún seguro médico privado? No quiero meterme en la vida privada de mi querido compañero de blog... puede no contestarme si no quiere. Sólo hago esta pregunta porque estoy habituado a que los defensores más ardientes de la sanidad o la educación pública lleven a sus familias a colegios u hospitales privados. De nuevo, el pensamiento socialdemócrata busca tranquilizar su conciencia: 'démosles educación gratuita a todos, así pensaré que estoy en una sociedad más justa... mientras, yo llevo a mis retoños a donde sé que les darán una formación de verdadera calidad'.

La segunda afirmación que me gustaría que Pedro Soriano explicase con algo más de profundidad es la referida al "derecho" a la atención sanitaria. Tengo entendido que todos los americanos ya tienen derecho al "acceso a los servicios médicos vía seguro privado"; lo único que tienen que hacer es pagarlo.

Sé que a lo que se refiere nuestro blogger es a un derecho 'efectivo': es decir, a que se lo paguen si no tiene suficiente dinero. Pero, claro, volvemos al terreno de lo inconcreto. El artículo 47 de la Constitución Española reconoce el "derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada". Lo que todavía nadie ha logrado explicar es qué se entiende por "digna y adecuada", ¿cuántos metros tiene que tener? ¿cuánto debe costar? ¿con luz, agua, gas, televisión, aire acondicionado? ¿qué nivel de ingresos capacita para optar a una casa gratis? ¿por qué los sorteos de VPO sólo cubren a un mínimo de solicitantes cuando todos cumplen los requisitos?.

Cuestiones similares podrían generarse acerca del sistema sanitario público: ¿qué debe cubrir ese derecho a un seguro privado? ¿el seguro mínimo que ofrecen las compañías? ¿si la salud no es cuestión de dinero: no deberíamos tener "todos derecho" a los paquetes premium? Y, en el caso de que el Estado pague sólo a aquellos con bajos ingresos, ¿cuál es el mínimo para empezar a pagar? Según el ejemplo de Pedro Soriano, una familia que gana 2.176 dólares mensuales no puede pagar un seguro de 907 dólares... ¿por qué? ¿cuánto debería ganar? ¿3.000? ¿5.000? ¿qué parte debe aportar el Estado?

Evidentemente, no pretendo que mi querido Pedro responda exhaustivamente a todas mis preguntas. Las dejo en el aire, aunque parezca que se las dirijo a él. Con todas ellas, lo único que quiero es dejar claro que el debate no está tan cerrado como pretende... y que los que mantenemos posiciones diferentes a la suya no somos "llamativamente inmorales".

En mis dos próximos comentarios (2), intentaré dar algunas pistas más de cuáles son los principales problemas del sistema sanitario en EEUU en la actualidad (derivados, casi todos, de la excesiva regulación y la falta de competencia propiciadas por la intervención de los poderes públicos) y hacia dónde creo que debería dirigirse la solución correcta. Voy adelantando que, en este momento, yo apostaría por una especie de cheque sanitario igual para todo el mundo, sufragado por el Estado y con el que luego cada uno iría a elegir el seguro que mejor se adaptase a sus necesidades (y que podría complementarse, evidentemente, con paquetes premiums). Creo que algunas de las propuestas hechas hasta el momento por los comités de ambas cámaras apuntan en esta dirección, esperemos que tengan éxito y que no desvirtúen la naturaleza de esta figura con una legislación excesiva.

(1) No pretendo iniciar una inacabable polémica sobre este tema. No me gustan nada los blogs que hablan todo el rato sobre sí mismos y se enzarzan en peleas que sólo los que están implicados pueden seguir. Pero creo que, en este tema, la contraposición de planteamientos tan diferentes como los que sostenemos Pedro Soriano y yo puede ayudar al lector a hacerse una visión de conjunto del problema desde diferentes puntos de vista.

(2) Sé que mi anterior post parecía anticipar una serie de artículos sobre diferentes aspectos de la sanidad en EEUU que creo que no están lo suficientemente explicados en la prensa europea (lo no asegurados, el porqué del sobrecoste respecto a otros países, cobertura de los seguros,...). Sin embargo, después de haber leído los comentarios de Pedro, creo que una visión más general, que explique las alternativas a lo que parece la única solución (planificación estatal de arriba a abajo del sistema sanitario) es más interesante que los análisis parciales. Dejo aquel post colgado y me arriesgo a sufrir el escrutinio (por otro lado, muy inteligente y bien documentado) de mi querido compañero. Sólo un matiz, ni me adhiero ni me gusta especialmente la famosa columna de Jorge Soley. Creo que tiene algunos elementos positivos, pero conviven con algunos comentarios y análisis, destacados de forma adecuada por Pedro, bastante desafortunados.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Los secretos de Washington: algunos congresistas demócratas se están retirando

Dejamos por un momento a un lado la reforma sanitaria para comentar una de esas informaciones que jamás llega a Europa y que refleja bien la situación política real en Estados Unidos, por encima de las turbulencias políticas diarias, discursos del Nobel de la Paz, planes de guerra en Afganistán, giras de Sarah Palin, etc.

Como todos nuestros lectores ya saben, los 435 miembros de la Cámara de Representantes se someten a elecciones cada dos años. Una vez elegidos, tienen varias opciones: presentarse a la reelección, aspirar a un puesto "superior" (Senador o Gobernador, normalmente, de sus respectivos Estados, a veces también Fiscal General, raras veces otros puestos más subalternos), o bien "retirarse" (es decir, anunciar que no se presentarán a la reelección). En algunas ocasiones, incluso dimiten a medio mandato, pero eso es relativamente poco habitual.

Una de las medidas más sencillas para determinar cómo ven "internamente" los congresistas las perspectivas de su partido en las siguientes elecciones es tan simple como examinar cuántos congresistas de un Partido u otro anuncian su "retirada" (es decir, cuántos anuncian no que van a aspirar a otro cargo, sino que se van a su casa "para pasar más tiempo con su familia" - ésta es la frase tipo en todos los comunicados de los congresistas cuándo se retiran).

Un congresista que se retira lo suele hacer porque teme directamente ser derrotado en las elecciones, o teme que aunque él gane, su partido pierda el control de la Cámara, con lo que él perderá poder e influencia (por supuesto, a veces simplemente están cansados o se sienten viejos).

Tanto de cara a las elecciones de medio mandato de 2006 como de cara a las elecciones al Congreso de 2008 ésta fue una excelente medida para averiguar que los republicanos veían (entonces) sus perspectivas muy negras, y que los demócratas, en cambio, eran optimistas sobre el futuro.

- En 2006, 18 republicanos se retiraron (9 de los cuales "se fueron a su casa" y otros 9 aspiraron a ser Senador o Gobernador). En cambio, tan solo 10 demócratas se retiraron (y de éstos sólo 3 "se fueron a su casa" y 7 aspiraban a "ascender" a Senador o Gobernador). Esto reflejaba la impresión creciente entre los congresistas republicanos sobre sus malas perspectivas (que luego se confirmaron) en las elecciones de 2006.

- En 2008, la situación se hizo más evidente, si cabe. 26 republicanos se retiraron (y para más inri, nada menos que 23 "se fueron a su casa" y sólo 3 aspiraron a ser Senador o Gobernador). En cambio, sólo 6 demócratas se retiraron (y de éstos, sólo 3 "se fueron a su casa". Los otros tres intentaron todos ser Senadores). Esto, mucho más que cualquier encuesta, era un preludio de la derrota republicana en 2008.

Por lo demás, se trata de una "profecía autocumplida" (self-fulfilling prophecy) porque al retirarse, los congresistas republicanos dejaron muchos escaños "abiertos" (open seats) y por regla general, suele ser más fácil defender un escaño cuando hay un congresista (incumbent) que lo representa, que no un escaño "abierto" (esto admite muchos matices, pero sirve como principio general).

Bien, la pregunta ahora es: ¿cómo van las cosas de cara al año 2010? Pues bien, a día de hoy, 12 republicanos han anunciado su retirada y 9 demócratas han anunciado la suya. Eso, superficialmente, parecería indicar que los republicanos ven una vez más peor sus perspectivas de cara a 2010. Pero hay que ahondar un poquito más: los 12 republicanos, todos ellos, sin excepción, aspiran a un cargo "superior": Gobernador o Senador (con la única posible excepción de Adam Putnam, del 12º distrito de Florida, que aspira a ser Ministro de Agricultura de su Estado, lo que no estoy seguro que sea exactamente un "ascenso"). En cambio, entre los 9 demócratas, si bien hay 6 que aspiran a ser Senadores o Gobernadores de sus Estados, otros tres han anunciado su retirada pura y simple: cada uno en una de las tres últimas semanas: Dennis Moore (3º de Kansas), John Tanner (8º de Tennessee) y Brian Baird (3º de Washington).

Si bien es pronto para indicar cuál es la tendencia general, en los próximos meses ésta se apreciará claramente (las retiradas se suelen anunciar entre noviembre y marzo como muy tarde, para permitir al partido presentar un nuevo candidato con tiempo suficiente). Hay, por lo tanto, dos aspectos a examinar:

a) Si esta vez se retiran más demócratas que republicanos (cosa que a día de hoy todavía no ocurre, pero que es perfectamente posible).
b) Cuántos de esos demócratas y republicanos que se retiren "se van a sus casas" (por ahora, los demócratas ganan 3 a 0).

Si estas dos tendencias se consolidan, ésa será la señal más clara de que 2010 será un buen año para el Partido Republicano.

martes, 8 de diciembre de 2009

Mitos y realidades sobre la reforma sanitaria norteamericana (II)

Continuamos con nuestro análisis crítico de este artículo de Jorge Soley (al que me temo que se adhiere ahora, creo que erróneamente, nuestro contribuyente Frígilis) sobre los mitos que los adversarios del "Obamacare" están difundiendo para atacar al proyecto de reforma del seguro médico que los demócratas están intentando hacer atravesar, a trancas y barrancas, y entre continuos obstáculos procedimentales republicanos, por el Senado (véase esta perla, cortesía del Senador republicano de New Hampshire Judd Gregg, detallando todas las formas en que la oposición piensa entorpecer la reforma. Obsérvese que la oposición se reduce ya a pura táctica; nada es oposición de fondo sustancial).

Seguimos analizando el artículo del Sr. Soley párrafo a párrafo. Cuarto párrafo:

"Luego están los programas Medicare y Medicaid, que, con todos sus defectos, ya son una Seguridad Social, y además de enorme tamaño. Medicare nace en 1965 de la mano del presidente Lyndon B. Johnson, y es un seguro de salud que da cobertura a todos los mayores de 65 años y a aquellos que cumplen una serie de criterios (minusválidos, necesitados de diálisis, enfermos de esclerosis lateral amiotrófica, etc.). Se calcula que en 2007 más de 43 millones de norteamericanos estaban cubiertos por Medicare. Por su parte, Medicaid, también creado en 1965, está pensado para personas y familias de escasos recursos, y en 2008 se beneficiaron de sus servicios 49 millones de norteamericanos, de los que alrededor de 6,5 millones también eran beneficiarios de Medicare."

Una vez más, en negrita, los puntos de contención que mantengo con el análisis del Sr. Soley. La descripción del Medicare es esencialmente correcta. La del Medicaid se queda corta: Medicaid está pensado para "personas y familias de escasos recursos", pero, por desgracia, no para todas. Veamos la definición de Wikipedia: "Medicaid is the United States health program for eligible individuals and families with low incomes and resources." El quid de la cuestión está en esa palabra inglesa: "eligible".

¿Y quién es "seleccionable" para Medicaid? Las personas mencionadas aquí, aquí, y (no siempre) aquí. Para un resumen global, véase aquí (con datos de 2005). Para quien no tenga ganas de leer tanto, la idea es: personas por debajo de un determinado nivel de ingresos que, además, reúnan una serie de requisitos: mujeres embarazadas y menores de 6 años en familias por debajo del 133% del nivel de pobreza federal y menores de 6 a 19 en familias por debajo del 100% del nivel de pobreza federal, personas con alguna discapacidad muy relevante (como la ceguera, por ejemplo), etc.

Dicho sea de paso, estos son los requisitos mínimos (como Medicaid es un programa estatal, varios Estados han optado por reforzar estos criterios y facilitar el acceso a la cobertura sanitaria a sus ciudadanos).

Aunque esto pueda parecer que cubre a todo el mundo, no es así: quedan fuera, por ejemplo y sin ir más lejos:

- las personas pobres adultas sin hijos (o sea, millones y millones de norteamericanos),

- también quedan fuera, por ejemplo (sólo en algunos Estados), los menores de 6 con una familia que esté en un 135% del nivel de pobreza o por encima (eso, en cifras, significaba que en 2005 una familia de cuatro miembros con unos ingresos medios mensuales de 2.176,88 dólares mensuales no tenía acceso al Medicaid). 2.176,88 dólares mensuales son pocos ingresos para tener que pagar hipoteca o alquiler, gastos generales, colegios, y encima, los seguros sanitarios más caros del mundo sin poder recurrir al sistema público (recordemos que el coste medio del seguro médico norteamericano para una familia de cuatro miembros estaba en 2005 en torno a los 10.880 dólares anuales, o sea, 907 dólares mensuales, el 42% de los ingresos medios de la hipotética familia a la que hacíamos referencia). Desde entonces las cosas han empeorado sustancialmente.

La reforma del seguro sanitario propuesta por los demócratas expandiría Medicaid y SCHIP para cubrir a todos los norteamericanos por debajo del 133% del nivel de pobreza (o sea, que todos los pobres y una parte importante de la clase media-baja norteamericana, con o sin familia, tendrían un seguro médico público). Se trata, en suma, de equiparar al Medicare (que cubre obligatoriamente a todos los mayores de 65 años) con el Medicaid (que tiene más agujeros en su cobertura que un queso de Grúyere).

2) Continuamos con uno de los párrafos más desafortunados del artículo del Sr. Soley:

"Por lo tanto, la imagen del anciano o del pobre que se muere ante las puertas de un hospital porque no tiene seguro médico es más mitológica que real en nuestros días. En cualquier caso, si muere, será probablemente por las colas y las listas de espera inherentes a los sistemas sanitarios públicos."

El articulista tergiversa gravemente el problema y recurre lisa y llanamente a la demagogia barata en este punto:

1) la imagen correcta no es la del "anciano o pobre que se muere ante las puertas de un hospital porque no tiene seguro médico". La imagen correcta es la del pobre (o peor aún, persona de clase media-baja con ingresos estables pero insuficientes) que fallece en el hospital por un cáncer o una enfermedad que se podría haber descubierto en un chequeo rutinario, pero que no pudo permitirse porque le resultaba demasiado caro al no estar cubierto por su seguro médico o directamente al no tener seguro médico.

¿Cuántas personas mueren al año por falta de seguro médico? Bien, según este estudio de la Universidad de Harvard, unas 45.000 (por supuesto, organizaciones conservadores como la NCPA, a la que nuestro Frígilis linkea pero no cita expresamente en su último artículo, dicen que la cifra es exagerada, aunque hay que señalar que las historias que acompañan a la noticia de CNN a la que acabo de hacer referencia no son más que la punta del iceberg de los millones de historias de desastres por falta de seguro médico o insuficiencia en la cobertura que se pueden hallar a lo largo y a lo ancho de la web).

Por lo demás, es cierto que, como indica la CNN en el artículo anterior: en 2002, el "Institute of Medicine estimaba que la falta de seguro médico causaba unas 18.000 muertes al año", así que es posible que el análisis de Harvard sea exagerado (la otra opción, claro está, es que el análisis de 2002 se quedara corto). Pero en cualquier caso, ¿no es una inmoralidad llamativa que decenas de miles de personas fallezcan, en el país que gasta más per cápita y en términos absolutos en Sanidad, por falta de seguro médico? Éste es el nudo gordiano que los adversarios de la reforma no son capaces de afrontar, en mi opinión, y es por ello por lo que se empeñan en minimizar la situación, como intenta hacer el Sr. Soley.

Es una verdad incontrovertible que la falta de seguro médico hace que las personas que carecen de él padezcan una tasa de mortalidad superior a las personas que disponen de él. Veamos, por ejemplo, lo que dice el artículo de la CNN que hemos citado en cuanto al cáncer:

"A 2007 study from The American Cancer Society found that uninsured cancer patients are 1.6 times more likely to die within five years of their diagnosis than those with private insurance."

Parece evidente que si uno puede acudir a su médico de cabecera a hacerse una revisión anual, es más fácil que se descubra un cáncer (o una hepatitis, o cualquier enfermedad grave que acuda a la cabeza) que la persona carente de seguro médico. Es imperativo (un imperativo moral, si se quiere), por lo tanto, extender al máximo la cobertura sanitaria para conseguir que los millones y millones de personas que carecen de seguro médico en Estados Unidos puedan disfrutar de este derecho (ésta, creo yo, es la diferencia filosófica esencial sobre la que damos vueltas partidarios y adversarios de la reforma, pero que los segundos no se atreven a verbalizar: los partidarios creen que el acceso a los servicios médicos vía seguro público o privado es un derecho, mientras que los segundos no).

2) Pero puedo ofrecer otro imperativo de índole práctica para justificar la necesidad de la extensión generalizada de la cobertura del seguro médico. Como afirma el Sr. Soley en su artículo, a los no asegurados "no se les deja morir en la calle", pero al no tener seguro médico, sólo reciben lo que se llama "emergency care" (en oposición al "preventive care", que es el tratamiento que reciben los asegurados de manera habitual).

El problema es que el "emergency care", lógicamente, es sustancialmente más caro que el "preventive care". Véase, por ejemplo, este análisis, efectuado a instancias del gobernador Schwarzenegger, de California (o sea, de un republicano, moderado pero republicano a fin de cuentas), que demuestra más allá de toda duda razonable los costes desproporcionados que impone sobre el sistema sanitario el hecho de que los no asegurados (y los infrasegurados) tengan que recurrir de manera habitual al sistema de emergencias en lugar de acudir a su médico de cabecera.

Dichos costes no son repercutidos al paciente (que al ser pobre, tampoco puede pagarlos), por lo que acaban siendo repercutidos de manera indirecta sobre las primas de los asegurados, encareciendo así todo el sistema.

Pongamos un ejemplo sencillo: paciente soltero, de unos 25 años, con ingresos de unos 14.000 dólares (en torno al 140% de nivel de pobreza, no cumple, por lo tanto, los requisitos exigidos para formar parte del Medicaid), que no tiene seguro médico porque no puede pagárselo (en 2009 el seguro médico medio  individual cuesta 4.824 dólares anuales, y nuestro paciente, como la inmensa mayoría de los jóvenes norteamericanos, no vive con sus padres, sino en otra ciudad, por lo que tiene gastos de alquiler o hipoteca, agua, luz y gas, más los de transporte, alimentación, adquisición de ropa, etc.). Contrariamente a lo que nuestro contribuyente Frígilis parece creer, nuestro joven norteamericano no rechaza pagar su seguro médico por gusto, sino porque no puede pagárselo.

Nuestro paciente enferma de gripe, no acude al médico porque evita acudir a éste (el coste de una visita en Estados Unidos oscila entre el doble y el triple que en Europa, y, para colmo de inmoralidad, el no asegurado paga 2,5 veces más que el asegurado por recibir el mismo tratamiento). La gripe acaba degenerando en neumonía y nuestro paciente tiene que acudir a urgencias, ser hospitalizado durante un par de semanas y acaba costándole al erario público mucho más de lo que le hubiera costado si no le hubiera preocupado el coste de acudir a un médico de cabecera para efectuar un simple tratamiento preventivo.

3) El nadir del artículo del Sr. Soley es esta frase verdaderamente lamentable: "En cualquier caso, si muere, será probablemente por las colas y las listas de espera inherentes a los sistemas sanitarios públicos."

Esa frase es no sólo falsa, sino lo que es más, fácilmente falsable. Ya demostramos en nuestro primer artículo que el sistema norteamericano, que el Sr. Soley tanto parece admirar, es notablemente mediocre para lo costoso que resulta. Veamos una nueva versión del gráfico que presentamos con anterioridad, cortesía esta vez de Matthew Yglesias:

blog_oecd_healthcare_2007_0-1

Coste sanitario per cápita en 2007 en Estados Unidos: 7.290 dólares.
Coste sanitario per cápita en 2007 en España: 2.671 dólares.

También demostramos en nuestro artículo anterior que ese coste sanitario desmesurado en Estados Unidos no va acompañado de una calidad equivalente del sistema sanitario. La catalogación de la calidad del sistema sanitario es siempre una materia sumamente compleja, por cuanto muchas veces se está intentando comparar, por así decirlo "peras y manzanas", es decir, sistemas sumamente distintos. En nuestro primer post intentamos encontrar puntos comunes, como el índice de mortalidad infantil (en el que Estados Unidos salía malparado).

Hace unos años, la OMS publicó un estudio comparativo que catalogaba el sistema sanitario norteamericano como el 37º en calidad a nivel mundial. Carl Bialik, en un sobrio y ponderado artículo en el Wall Street Journal, atacaba, con buen tino, el análisis de la OMS, pero concluía con este párrafo demoledor:

"The flawed WHO report shouldn't obscure that the U.S. is lagging its peers in some major barometers of public health. For instance, the U.S. slipped from 18th to 24th in male life expectancy from 2000 to 2009, according to the United Nations, and from 28th to 35th in female life expectancy. Its rankings in preventing male and female under-5 mortality also fell, and placed in the 30s."

Y éstos son los datos elaborados por la ONU a los que hace referencia Carl Bialik en su artículo.

Se trata, digámoslo claramente, de un análisis en el que, una vez más, la sanidad norteamericana sale malparada: Estados Unidos tiene una esperanza media de vida -77 años- que no se corresponde con un pais que gasta más del doble en Sanidad que la mayoría del resto de países de la OCDE (que son la vara de medir adecuada).

Por cierto, España tiene una esperanza  media de vida de 80 años (tres años más que Estados Unidos), cuando nuestra población está sustancialmente más envejecida que la norteamericana: 36,7 años es la edad media de un norteamericano, 41,1 años es la edad media de un español). Aunque en los últimos años España ha recibido unos flujos migratorios poderosos, los de Estados Unidos no han sido menores, y la tasa de natalidad española, por lo demás, es inferior a la norteamericana, lo que, como decimos, provoca que nuestra edad media sea más de cuatro años superior a la norteamericana.

Se puede argumentar, por supuesto, que los motivos por los que nuestra esperanza de vida sea superior a la norteamericana no va ligada tan solo a la calidad de nuestros respectivos sistemas sanitarios, pero los dos primeros motivos que acuden a la mente para justificar la disparidad (el elevado ratio de fallecimientos prematuros por armas de fuego en Estados Unidos respecto de España, y las virtudes genéricas de la dieta mediterránea frente a la dieta rica en grasas norteamericana) no redundan, en cualquier caso, en favor de Estados Unidos (por lo demás, el deterioro de la dieta española en los últimos años es un hecho constatado, por lo que esta ventaja comparativa de nuestro país se ha diluido mucho recientemente).

En cualquier caso, aunque no era el objeto inicial de este análisis, creo que hemos demostrado empíricamente que el sistema sanitario español, tan denostado por el Sr. Soley, es mejor que el norteamericano, desde luego en términos de calidad/precio, y probablemente también en términos estrictos de calidad, midiendo como tal los índices generales de mortalidad infantil y esperanza de vida adulta (el hecho de que la cobertura norteamericana sea deficiente con respecto a la española es, creo que podemos afirmar con cierto convencimiento a la vista de los datos analizados hasta el momento, el hecho determinante de las diferencias en la mortalidad entre uno y otro país).

El sistema sanitario norteamericano precisa, como hemos podido constatar a lo largo de estos dos últimos posts, de dos claras reformas:

- Una reforma en materia de cobertura (por cuanto millones de norteamericanos carecen de cobertura médica "habitual", no de "emergencia", mucho más cara).
- Una reforma en materia de costes (porque el sistema se dirige a la bancarrota con la actual estructura de costes).

Y a ello precisamente está dirigida la reforma demócrata, con todas sus imperfecciones. En próximas entradas continuaremos la disección del artículo del Sr. Soley, empezando por lo que nuestro Frígilis, sorprendentemente, califica de lo "mejor" del mismo: su (erróneo) análisis de los no asegurados.

domingo, 6 de diciembre de 2009

Obamacare (1): sanidad, libre mercado y otros 'mitos'

Habla Pedro Soriano de 'Mitos y realidades de la reforma sanitaria' y se le olvida cuestionar algunos de los mayores mitos que la prensa europea transmite día a día y que guardan muy poca relación con la realidad: 1) el sistema sanitario en EEUU es privado, 2) hay más de 45 millones de personas sin cobertura médica y sin posibilidad de recibir ninguna clase de atención médica, 3) el libre mercado es el culpable de esta falta de cobertura universal y del alto precio del sistema en su conjunto, 4) Obama quiere implantar un sistema de Seguridad Social similar al europeo pero los congresistas y senadores, ampliamente financiados por las compañías médicas, se niegan.

** Los no asegurados: la mejor parte del artículo de Jorge Soley que comenta Pedro Soriano en su post es la que explica cómo están repartidos los 45,7 millones de no asegurados que las estadísticas muestran una y otra vez.

La realidad es que casi 14 millones de ese total son personas que tienen acceso a medicare o medicaid y o bien no se han dado de alta en el sistema o bien contestan que no tienen seguro médico cuando se les pregunta en las encuestas (porque no asocian esos programas con un seguro).

Además, otros 18 millones son personas que viven en hogares con ingresos superiores a los 50.000 dólares y que, por lo tanto podrían pagarse un seguro sin problemas, pero deciden no hacerlo. Esto, aunque al pensamiento único socialdemócrata le resulte tan molesto ('hay que cuidar por la salud de estos inconscientes, igual que hacemos con los fumadores o los que no se quieren poner el cinturón de seguridad'), es algo que cualquier adulto debería tener el derecho a hacer: gastarse su dinero como mejor le parezca. En su mayoría, este grupo está formado por jóvenes de altos ingresos que sienten que tienen pocas posibilidades de enfermar y piensan que, en caso de que ocurra, podrán pagarse el médico a tocateja.

De esta manera, el verdadero problema se encuentra en aquellas personas que viven en hogares con ingresos de entre 25.000 y 50.000 dólares. Entre ellos, hay 15 millones de estadounidenses (un 5% de la población) con ingresos superiores a los que permiten acceder a medicaid, pero no suficientes (al parecer) para pagarse un seguro familiar que cueste unos 12.000 dólares. A este grupo va dirigida fundamentalmente la reforma. Y estos 15 millones de personas, así como aquellos infrasegurados o mal atendidos por las compañías médicas, serán los que en opinión de los medios europeos más se beneficien de ese fantástico plan público lanzado por los bondadosos demócratas y que limitará a las siempre feroces y desalmadas fuerzas del libre mercado.

¿Libre mercado en la sanidad USA?... Esta serie sobre los mitos del Obamacare en este nuestro blog puede alargarse más que su propia tramitación parlamentaria...