No suelo estar de acuerdo con David Paul Kuhn, pero su tesis en este artículo es eminentemente razonable: no debemos leer mucho en los resultados de las elecciones de 2009.
Por supuesto, los republicanos tienen motivos para estar contentos con la noche del martes: recuperaron las gobernadurías de Virginia y New Jersey, que habían perdido en 2001, y en Virginia, además, consiguieron aumentar su mayoría en la Cámara de Representantes de manera sustancial (el Senado continúa con una mínima mayoría demócrata, pero no creo que le oponga mucha resistencia al nuevo gobernador. Muchos de los demócratas de Virginia son moderados o incluso conservadores).
Bob McDonnell, en Virginia, superó todas las expectativas y consiguió una rotunda victoria sobre Creigh Deeds (59 a 41), que arrastró, como digo, a algunos congresistas demócratas estatales consigo. McDonnell hizo una buena campaña, sobria, centrada, positiva, mientras que Deeds fracasaba con una campaña negativa y mal enfocada. La participación fue muy inferior a la del año pasado (1.842.000 votantes frente a los 3.723.000 votantes de 2008), y el porcentaje de votantes blancos pasó del 70 al 78% (es decir, que hispanos y sobre todo negros votaron mucho menos). Por eso digo que más vale no hacer extrapolaciones ambiciosas como las que se leen en toda la prensa hoy ("los electores rechazan las políticas de Obama", etc). Las elecciones a gobernador, en Estados Unidos, son asuntos muy locales (sólo así se puede explicar que Jim Douglas, republicano, sea gobernador de la demócrata en dos terceras partes Vermont, o que Dave Freudental, demócrata, sea gobernador de la archirepublicana Wyoming).
En New Jersey, finalmente la impopularidad de Jon Corzine pudo con él. Fue irrelevante que se gastara 24 millones de dólares frente a los 9 de su oponente republicano Chris Christie. Fue irrelevante que Obama acudiera a defenderlo. Finalmente, el apoyo al candidato independiente, Daggett, se hundió y sus votantes se fueron en masa a Christie, que consiguió ganar por 49 a 44. La crisis económica y la incapacidad de Corzine para atajar los gravísimos problemas de New Jersey (entre otros, la corrupción rampante en el Estado) son motivos más que suficientes para explicar la derrota de éste sin necesidad de echarle la culpa a Obama (que por lo demás, tiene en New Jersey a día de hoy exactamente la misma popularidad que tenía hace un año: el 57%).
Pero insisto: globalmente, fue una buena noche para los republicanos, que hacía cuatro años (precisamente desde que en 2005 perdieron una vez más estas mismas elecciones) no hacían más que padecer noches electorales nefastas. Pero es vital no hacer lecturas equivocadas de estos comicios: en 1993, el Partido Republicano ganó estas mismas elecciones, y en 1996 Bill Clinton fue reelegido cómodamente (aunque en 1994 los republicanos arrasaron en las elecciones de medio mandato). En 2001, el Partido Demócrata le arrebató Virginia y New Jersey al GOP, pero George W. Bush fue reelegido en 2004.
El sistema político norteamericano es contracíclico: cuando un partido obtiene una victoria contundente como la de los demócratas en 2008, en los años siguientes el sistema se suele reequilibrar (los ganadores se vuelven complacientes, y los perdedores quieren -y suelen obtener- la revancha).
Y aún así no todos los resultados de las elecciones del martes responden a la narrativa triunfal del retorno del Partido Republicano: la elección del Distrito 23º de Nueva York para la Cámara de Representantes terminó con una gran sorpresa: el candidato demócrata ganó el distrito (¡por primera vez desde mediados del siglo XIX!).
(hermoso mapa cortesía de The Albany Project)
Recordemos brevemente: el Partido Republicano de Nueva York se saltó el proceso de primarias y nominó a una republicana moderada. El ala conservadora del Partido se enfureció, y aprovechando que en Nueva York existe un Partido Conservador, dieron su apoyo al candidato de éste, lo cual drenó a la candidata republicana oficial, que se quedó sin dinero y perdiendo apoyos a pasos agigantados, hasta el punto de que abandonó este pasado sábado y dio su apoyo (en un acto de resentimiento político de primer nivel) al candidato demócrata. Sus electores le hicieron caso, y el demócrata ganó 50-45 al conservador -en un distrito que el año pasado reeligió a su congresista republicano con un 65% de los votos -aunque también votó a Obama con un 52% de los votos, así que no es un distrito muy conservador).
Es cierto que las elecciones de medio mandato de 2010 pintan mal para el Partido Demócrata (ya iremos analizando a lo largo del año que viene las expectativas a la baja para los demócratas, pero baste con decir que el cuerpo electoral no será el del año pasado: será más blanco, más conservador, y más viejo, lo cual, por pura lógica debería llevar a los demócratas a sufrir un retroceso el año que viene). Pero si los republicanos conservadores deciden emprender una cruzada por la pureza ideológica del partido, situaciones como la del 23º de Nueva York se pueden repetir y costarles varios escaños que de otro modo mantendrían o incluso ganarían.
En todo caso, y en última instancia, lo esencial lo resume, una vez más, un magnífico artículo de Jay Cost. Parafraseando, se trata de la famosa frase con la que se atacaba a George Bush padre durante las presidenciales de 1992: ¡es la economía, estúpido! Si en 2010 la economía sigue en el lamentable estado en que está hoy, los demócratas, por ser el partido que están en el poder, sufrirán. Y si en 2012 las cosas no han mejorado, Obama perderá las elecciones contra casi cualquier republicano (menos Sarah Palin). Los votantes en las presidenciales (los que no votan en las elecciones de medio mandato) suelen estar menos ideologizados que los que sí votan en ellas, y tienden a votar en función de resultados. Si Obama tiene algo que ofrecer en términos de recuperación económica en 2012, ganará. Si no, no hay "Yes we can" ni "Hope and Change" que valgan.
Por supuesto, los republicanos tienen motivos para estar contentos con la noche del martes: recuperaron las gobernadurías de Virginia y New Jersey, que habían perdido en 2001, y en Virginia, además, consiguieron aumentar su mayoría en la Cámara de Representantes de manera sustancial (el Senado continúa con una mínima mayoría demócrata, pero no creo que le oponga mucha resistencia al nuevo gobernador. Muchos de los demócratas de Virginia son moderados o incluso conservadores).
Bob McDonnell, en Virginia, superó todas las expectativas y consiguió una rotunda victoria sobre Creigh Deeds (59 a 41), que arrastró, como digo, a algunos congresistas demócratas estatales consigo. McDonnell hizo una buena campaña, sobria, centrada, positiva, mientras que Deeds fracasaba con una campaña negativa y mal enfocada. La participación fue muy inferior a la del año pasado (1.842.000 votantes frente a los 3.723.000 votantes de 2008), y el porcentaje de votantes blancos pasó del 70 al 78% (es decir, que hispanos y sobre todo negros votaron mucho menos). Por eso digo que más vale no hacer extrapolaciones ambiciosas como las que se leen en toda la prensa hoy ("los electores rechazan las políticas de Obama", etc). Las elecciones a gobernador, en Estados Unidos, son asuntos muy locales (sólo así se puede explicar que Jim Douglas, republicano, sea gobernador de la demócrata en dos terceras partes Vermont, o que Dave Freudental, demócrata, sea gobernador de la archirepublicana Wyoming).
En New Jersey, finalmente la impopularidad de Jon Corzine pudo con él. Fue irrelevante que se gastara 24 millones de dólares frente a los 9 de su oponente republicano Chris Christie. Fue irrelevante que Obama acudiera a defenderlo. Finalmente, el apoyo al candidato independiente, Daggett, se hundió y sus votantes se fueron en masa a Christie, que consiguió ganar por 49 a 44. La crisis económica y la incapacidad de Corzine para atajar los gravísimos problemas de New Jersey (entre otros, la corrupción rampante en el Estado) son motivos más que suficientes para explicar la derrota de éste sin necesidad de echarle la culpa a Obama (que por lo demás, tiene en New Jersey a día de hoy exactamente la misma popularidad que tenía hace un año: el 57%).
Pero insisto: globalmente, fue una buena noche para los republicanos, que hacía cuatro años (precisamente desde que en 2005 perdieron una vez más estas mismas elecciones) no hacían más que padecer noches electorales nefastas. Pero es vital no hacer lecturas equivocadas de estos comicios: en 1993, el Partido Republicano ganó estas mismas elecciones, y en 1996 Bill Clinton fue reelegido cómodamente (aunque en 1994 los republicanos arrasaron en las elecciones de medio mandato). En 2001, el Partido Demócrata le arrebató Virginia y New Jersey al GOP, pero George W. Bush fue reelegido en 2004.
El sistema político norteamericano es contracíclico: cuando un partido obtiene una victoria contundente como la de los demócratas en 2008, en los años siguientes el sistema se suele reequilibrar (los ganadores se vuelven complacientes, y los perdedores quieren -y suelen obtener- la revancha).
Y aún así no todos los resultados de las elecciones del martes responden a la narrativa triunfal del retorno del Partido Republicano: la elección del Distrito 23º de Nueva York para la Cámara de Representantes terminó con una gran sorpresa: el candidato demócrata ganó el distrito (¡por primera vez desde mediados del siglo XIX!).
(hermoso mapa cortesía de The Albany Project)
Recordemos brevemente: el Partido Republicano de Nueva York se saltó el proceso de primarias y nominó a una republicana moderada. El ala conservadora del Partido se enfureció, y aprovechando que en Nueva York existe un Partido Conservador, dieron su apoyo al candidato de éste, lo cual drenó a la candidata republicana oficial, que se quedó sin dinero y perdiendo apoyos a pasos agigantados, hasta el punto de que abandonó este pasado sábado y dio su apoyo (en un acto de resentimiento político de primer nivel) al candidato demócrata. Sus electores le hicieron caso, y el demócrata ganó 50-45 al conservador -en un distrito que el año pasado reeligió a su congresista republicano con un 65% de los votos -aunque también votó a Obama con un 52% de los votos, así que no es un distrito muy conservador).
Es cierto que las elecciones de medio mandato de 2010 pintan mal para el Partido Demócrata (ya iremos analizando a lo largo del año que viene las expectativas a la baja para los demócratas, pero baste con decir que el cuerpo electoral no será el del año pasado: será más blanco, más conservador, y más viejo, lo cual, por pura lógica debería llevar a los demócratas a sufrir un retroceso el año que viene). Pero si los republicanos conservadores deciden emprender una cruzada por la pureza ideológica del partido, situaciones como la del 23º de Nueva York se pueden repetir y costarles varios escaños que de otro modo mantendrían o incluso ganarían.
En todo caso, y en última instancia, lo esencial lo resume, una vez más, un magnífico artículo de Jay Cost. Parafraseando, se trata de la famosa frase con la que se atacaba a George Bush padre durante las presidenciales de 1992: ¡es la economía, estúpido! Si en 2010 la economía sigue en el lamentable estado en que está hoy, los demócratas, por ser el partido que están en el poder, sufrirán. Y si en 2012 las cosas no han mejorado, Obama perderá las elecciones contra casi cualquier republicano (menos Sarah Palin). Los votantes en las presidenciales (los que no votan en las elecciones de medio mandato) suelen estar menos ideologizados que los que sí votan en ellas, y tienden a votar en función de resultados. Si Obama tiene algo que ofrecer en términos de recuperación económica en 2012, ganará. Si no, no hay "Yes we can" ni "Hope and Change" que valgan.
1 comentario:
Estoy de acuerdo con David y contigo sobre que no se pueden hacer muchas lecturas de esta derrota general de los Demócratas. De todos modos es un indicio, aunque sólo sea uno más, que el Presidente Obama ha perdido el brillo y la frescura de cuando era candidato y sus grandes expectativas y bonitas palabras no se han traducido en hechos sino en una ilusión que se va desvaneciendo en contacto con la dura realidad.
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